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- 01/10/2021 00:00
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Levantarse a las 3:30 de la madrugada y disfrutar del cielo estrellado mientras se sube a la cima del volcán Barú, es una experiencia que permite ver el amanecer, sentir que se está por encima de las nubes –con un frío que cala los huesos– y quedarse sin aliento al escalar hasta la cruz que marca el punto más alto de Panamá.
A 3 mil 475 metros sobre el nivel del mar, estamos en la cima del volcán Barú, una experiencia que llena los sentidos.
Un periplo desde la entrada del Parque Nacional Volcán Barú por un escabroso cami no, hasta la cima, dura hora y media. El cielo estrellado auguraba que nos esperaba un amanecer despejado, lo que nos permitió disfrutar y admirar el espectáculo de un crepúsculo que por encima de las nubes anunciaba la salida del sol.
Diría que fue un sueño que se hizo realidad muchos años después de haber subido por primera vez a la cima del volcán Barú, cuando entonces laboraba en la Asociación Nacional para la Conservación de la Naturaleza (Ancon), con tan mala fortuna que nos encontramos con un entorno totalmente nublado.
Llegar a la cima del volcán Barú culmina con el reto de escalar la parte más alta, donde está la cruz. Si el cielo está despejado, hay que aprovechar antes de que la neblina lo envuelva todo y dificulte la escalada y, claro, la oportunidad de sacar buenas imágenes.
Sin obviar la esencia del ser humano de dejar un testimonio por donde pasa, tal como se puede ver desde lo más alto del volcán Barú: rocas, en las que personas aventureras e intrépidas se atrevieron un poco más para dejar su estela con grafitis con sus nombres, mensajes, y alguna fecha del calendario.
También, cuando el sol empieza a asomarse hay imágenes que testimonian la grandeza que nos rodea y lo pequeño que somos. El crepúsculo anuncia el amanecer en lo alto del volcán Barú, por encima de las nubes, en una sinfonía de colores, un deleite para la retina.
Gracias a la diligencia del colega Luis Polo Roa, presidente de Comunicadores Panameños de Turismo (Coptur), me apunté para un recorrido cuyo principal atractivo era llegar al punto más alto del país, donde en un día despejado se pueden avistar los dos océanos que bañan las costas panameñas.
Polo Roa, quien además de periodista es un entusiasta promotor de los atractivos de Panamá, destaca que hay que salir y descubrir Panamá; “no dejes que te lo cuenten, y verás que cada aventura es una experiencia que siempre recordarás”.
“Panamá tiene lugares hermosos que muchos no conocen todavía. Hay que enfocarse un poco más en el turismo interno que, además, permea en la economía de nuestros pueblos”, destaca.
Sobre todo ahora que después de año y medio de restricciones, las actividades turísticas empiezan a reactivarse como uno de los principales motores de la economía en el interior del país, en este caso en Boquete, que cuenta con una variada oferta para los visitantes nacionales y extranjeros, como el parque y subir a la cima del volcán Barú.
El Parque Nacional Volcán Barú es uno de los principales atractivos turísticos de la provincia de Chiriquí. Según cifras del Ministerio de Ambiente (MiAmbiente) desde el año 2014, cuando se registraron 5 mil 589 llegadas, el número de visitantes mantuvo un crecimiento constante: 5 mil 486 en 2015; 6 mil 858 en 2016; 12 mil 561 en 2017; 21 mil 511 en 2018; 24 mil 963 en 2019; mientras que desde enero a marzo de 2020 (cuando llegó la pandemia) las visitas sumaron 8 mil 254; y este año totalizan 7 mil 314 visitantes.
“Estamos a 3 mil 475 metros sobre el nivel del mar”, gritó con entusiasmo un compañero luego de ver la información en su teléfono móvil.
Habíamos llegado a la meta: desde lo alto podíamos disfrutar del paisaje y a lo lejos, casi mirando en un precipicio, se veía la comunidad de Cerro Punta, mientras la gélida brisa lo envolvía todo.
Cuando las nubes ya habían arropado el entorno y, antes de que empezara a lloviznar, compartimos un desayuno con café, chocolate, frutas y pan, para recuperar energías y reforzar la satisfacción de una experiencia que vale la pena vivir y repetir.