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- 15/07/2016 02:00
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‘Prejuicio' viene del latín praeiudicium (prae- ‘indica anterioridad' + iudicium- ‘juicio') y literalmente significa ‘juicio previo'. Por lo que se refiere a su connotación actual, la palabra prejuicio ha llegado significar aquella opinión preconcebida o cierta predisposición a juzgar de manera desfavorable a un grupo de personas sin que dicho juicio haya sido sometido a crítica previa o esté fundado en información o conocimiento relevante según sea el caso. Tales connotaciones evidentemente negativas provocaron por mucho tiempo el rechazo de los filósofos. De hecho, no se equivocaría quien afirme que toda la filosofía moderna se fundó sobre la asunción de que era posible no sólo cuestionar nuestros prejuicios, sino de pensar al margen de los mismos.
Baste, como muestra mencionar la filosofía de René Descartes o Francis Bacon las cuales han pasado a la historia como casos emblemáticos de esa lucha en contra de nuestros prejuicios y la búsqueda de un pensar libre de los mismos. Así, por ejemplo, Descartes pretendió deshacerse ‘de todas las opiniones a las que hasta entonces había dado crédito'. Sin embargo, sería mucho decir que Descartes se deshizo de todos sus prejuicios o que creó una filosofía que estuviese al margen de las preconcepciones propias de la época en la que emergió. De hecho, es hartamente conocida aquella afirmación de Descartes en la que dice que había creado una filosofía tan clara que podía ser entendida hasta por los turcos.
Las críticas a tal candidez con respecto a nuestros prejuicios y a la posibilidad de deshacernos de los mismos, halló su punto culmen en la filosofía de Hans-Georg Gadamer (1900-2002) quien puso de relieve el papel que juegan nuestros prejuicios en todo acto de comprensión. Para Gadamer, todo acto de comprensión es un acto de interpretación, el cual se da dentro de unas determinadas circunstancias histórico-culturales que, a su vez, son la fuente de información o conocimiento necesario sobre las que se basa todo acto de comprensión. En ese sentido, todo intento de comprensión, todas las preguntas que nos formulamos tienen como punto de partida y marco de referencia unas ciertas opiniones preconcebidas, unos ciertos prejuicios, normas y convencionalismos que nos vienen dados por el simple hecho de vivir en el momento en que vivimos. En suma, ningún acto de comprensión se da sobre la base de la nada, la mente no es una tabula rasa y no podemos vivir al margen de nuestros prejuicios.
A pesar de que la concepción de Gadamer es menos cándida que la cartesiana, para ambos existe la posibilidad de cuestionar o, mejor dicho, de hacernos cargo de los prejuicios propios y ajenos. Sin embargo, siguiendo el mismo argumento de Gadamer, es cierto que podemos cuestionar los prejuicios de los individuos y sociedades pasadas, pero ello podría no valer para los nuestros propios, pues, si se asume que todo acto de comprensión está determinado por las circunstancias históricas en las que dicho acto se da y que se da sobre la base de ciertos pre-juicios, hay que admitir también que todo acto de identificación de nuestros propios prejuicios podría darse sobre la base de los mismos prejuicios que pretendemos identificar. En tal sentido, plantear la posibilidad de cuestionar, abandonar o mejorar nuestros propios prejuicios es plantear la posibilidad de escapar a la misma circunstancia a la que le hemos identificado como determinante.
Un claro ejemplo de lo que intentamos decir es la propia filosofía de Gadamer, la cual se erigió como crítica y pretendió escapar a algunos prejuicios de la modernidad, siendo presa de los mismos. Quizá, haberse escapado a la modernidad es el pre-juicio central no sólo de la filosofía de Gadamer, sino de nuestra época, pero insistir sobre ese punto es insistir en algo que ya sabemos; siempre somos presa de nuestros prejuicios.
DOCENTE Y MIEMBRO DE AMANTES DE SOFÍA