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Patricia Zárate: 'Es importante mantener el 'jazz' porque es parte de la cultura panameña'
- 14/01/2021 00:00
- 14/01/2021 00:00
La décimo octava edición del Panamá Jazz Festival se inició el pasado lunes y se extenderá hasta el 23 de enero; una cita cultural que al igual que otros eventos, ha migrado al formato virtual debido a la pandemia.
Patricia Zárate, productora ejecutiva del Panamá Jazz Festival y fundadora del Simposio de Musicoterapia, comparte algunos de los desafíos que le ha tocado enfrentar para llevar a cabo el encuentro musical en medio de la crisis sanitaria ocasionada por la covid-19.
“La tecnología ha sido un reto para todos. Hemos tratado de estar en comunicación constante con nuestros coordinadores y voluntarios, pero es complicado debido a que cada uno vive una realidad diferente. Antes de la pandemia nuestro volumen de voluntarios era de 500, pero ahora son menos debido a que la producción es más pequeña”, señala.
En cuanto al Simposio Latinoamericano de Musicoterapia dentro del festival, comenta que está próximo a cumplir nueve años. “Estamos muy contentos de que se realice. Nuestro mayor temor era no poder efectuar el festival y el simposio por motivo del nuevo coronavirus, pero hemos iniciado desde la plataforma digital”.
La actividad contempla a musicoterapeutas de distintos países que se convocarán para abordar temáticas, como ser músico con discapacidad visual, un conversatorio sobre música y yoga para la primera infancia, la musicoterapia comunitaria, entre otros.
Zárate es miembro de la junta directiva de la Fundación Danilo Pérez. En ese sentido, cuenta que comenzó su labor siendo directora en el área de educación. “Los primeros años en la fundación me dediqué a apoyar todos esos proyectos de formación y programas de becas. Más tarde me enfoqué en ayudar a la recolección de fondos, que es lo que se necesita para llevar a cabo todas las actividades. Los integrantes de la junta directiva creemos fielmente que el arte, la educación y la cultura pueden cambiar al mundo”.
Para Patricia, preservar la cultura del jazz en nuestro país, es vital. “Es importante mantener el jazz porque es parte de la cultura panameña. No mantener el jazz en Panamá es como no salvaguardar la pollera”.
Una realidad es que este género musical históricamente ha estado ligado al istmo. “El jazz llegó a Panamá gracias a las migraciones que se efectuaron durante el desarrollo de megaproyectos, por ejemplo, obras como el tren interoceánico que comenzó en 1850 y que trajo a muchas personas afrodescendientes de las islas del Caribe a trabajar en Panamá”.
Sucedió lo mismo durante la construcción del Canal de Panamá, y desde ese entonces el istmo se ha relacionado con Estados Unidos afianzando lazos culturales. “Panamá terminó siendo un acompañamiento de todo lo que estaba pasando en Estados Unidos por esa correlación; resulta que justo en esa época se empezó a formar el jazz y fue donde paralelamente llegó al territorio nacional y poco a poco se fue desarrollando”.
En ese contexto, arguye que existen muchos panameños que han dejado su huella en el género, impactando el ámbito nacional e internacional. “Algunos nombres que te puedo mencionar son el señor Luis Rosso, el profesor y sociólogo Gerardo Maloney, el pianista Luis Russell y Sony White, y así sucesivamente puedo seguir a lo largo de la historia hasta terminar con Danilo Pérez. En el marco del festival hablaremos de sus aportes”.
Con tan solo 10 años, Patricia comenzó a tocar la guitarra y a cantar canciones chilenas en Santiago y Santa Cruz, pero ¿cómo nació su afición por el saxofón?
En Chile, el Club de Jazz de Santiago existió hasta hace una década, luego de que, en 2010, un terremoto destruyera sus cimientos. “Mi mamá me llevaba a ese club desde pequeña. Así fue como surgió mi fascinación por el jazz. Posteriormente empecé a estudiar con profesores de música y después tomé clases de saxofón”.
Zárate fue la primera mujer chilena en graduarse del Berklee College of Music, un logro del que asegura sentirse orgullosa y desde el cual remarca la necesidad de que más mujeres se preparen y se enfilen a las aulas de importantes academias como esta. “Hoy tengo una misión junto al Berklee Global Jazz Institute, que consiste en incluir a una diversidad de personas dentro del instituto, entre ellas a las mujeres chilenas”.
Con relación a su etapa de formación, fue preparada por el talento de maestros como George Garzone, Jackie McLean y Jerry Bergonzi; sin embargo, en los últimos 20 años su vida ha sido influenciada por el saxofonista Weyne Shoter y su esposa Carolina Shorter. “Ellos tienen una filosofía de vida que va mucho más allá de tocar un instrumento o hacer bonitos conciertos. Creo que eso ha sido lo más importante que he aprendido de todos los músicos con los que he estado relacionada como estudiante y que considero que son mis mentores”.
“Ellos te guían en torno a cómo tocar música, pero a la vez te muestran las otras dimensiones que tiene, que son la conexión energética y la espiritual. Justo esas enseñanzas son las que me han inspirado para lo que hago hoy”, reconoce.
En esa línea, la productora ejecutiva del Panamá Jazz Festival expone que un conjunto de experiencias la llevaron a incursionar en la musicoterapia.
“Nací y crecí en una familia de médicos. Mi madre es médica neuróloga de la Universidad de Chile. Mis tíos y tías algunos de ellos son médicos y otros familiares son psicólogos. Aunque estos aspectos fueron parte de mi vida, mi pasión por la música siempre estuvo presente, y fue así como fusioné mis orígenes con la musicoterapia”, asegura.
Por otro lado, sostiene que a lo largo de su carrera, aunque ha estado en muchos escenarios, su experiencia más profunda ocurrió durante una gira con el Berklee Global Jazz Institute, en África. “Allí pude experimentar otras dimensiones de la música. Recuerdo que estábamos en el escenario con el grupo y tocamos para una universidad de ese continente, no recuerdo el país exactamente. Pero lo más increíble fue que en medio del concierto escuchamos un ritmo que provenía del público, ellos estaban inspirados en una melodía que ejecutábamos en ese preciso instante”, rememora Patricia, “ellos tomaron nuestro proceso musical y lo convirtieron en una dimensión mucho más profunda con cantos y bailes. En ese momento, no sabía si estaba en el escenario o si el perfomance estaba frente a mí. Ahí se rompieron los paradigmas musicales y nos convertimos en una sola comunidad”.
A raíz de esa experiencia su vida cambió y fue la manera en que entendió lo que puede llegar a transmitir el jazz, un género que traspasa fronteras.