Misión cumplida

Actualizado
  • 06/02/2011 01:00
Creado
  • 06/02/2011 01:00
Pero ese es un tema casi tabú para Damaris Vásquez, aunque se trate de un hecho que marcó un antes y un después en su carrera a...

Pero ese es un tema casi tabú para Damaris Vásquez, aunque se trate de un hecho que marcó un antes y un después en su carrera artística. Desde aquel septiembre la famosa mancuerna ‘Pepina y Tortón’ dejó de existir para siempre, nunca más se les vería juntos en escena. ‘Preferiría que no le dieras vueltas a este tema pues no afecta a todos’, pidió poco después de la entrevista.

Una entrevista que logramos concretar después de casi tres semanas de intentos fallidos a causa de la salud de Damaris. Y allí estábamos finalmente esperando que nos dejen pasar para conocer un poco más de esta mujer para la cual la risa ‘es la mejor y la más valiosa expresión de una persona’. La penumbra bienhechora de su casa en Carrasquilla, se convierte en un oasis donde escapar del calcinante sol de este verano. En la fresca sala una colección de payasitos de adorno nos contempla en silencio, con las diminutas figuras de Pepina y Tortón entre ellos y muy cerca una serigrafía con el rostro de Pepina, la de siempre sonriendo desde la pared.

Esgrimiendo un rinoceronte de peluche, regalo de su mejor amiga, Damaris dice a modo de saludo ‘Yo soy un rinoceronte’. Y es que se siente identificada con este cuadrúpedo salvaje porque su vida ha sido un constante sortear y tumbar obstáculos, un ‘voy porque voy’ dice con una amplia sonrisa, igual a la de Pepina. ‘Compromiso’, agrega de pronto antes de empezar. ‘Tiene que salir esta foto con mi nieta – la pequeña Marie de apenas 1 año – y otra con Gladiador – el rinoceronte’, establece.

INJERTO, SORPRESA Y SEPARACIÓN

Sonriendo desde el principio, sin apuro y dispuesta a concedernos el tiempo que sea necesario, se sienta donde le indicamos después de comprobar la luz y otros elementos que quedarán registrados en las fotografías. Habla con voz firme, con la seguridad de quien está acostumbrado a moverse en los escenarios ante miles de personas. La cámara no la intimida.

Damaris Vásquez tenía 18 años cuando para celebrar el cumpleaños de una ahijada decidió hacer de fantoche. Con un disfraz emparapetado y un poco como ‘un injerto’, dice, decidió vestirse así para animar esa primera fiesta de niños. Mucha gracia tendría cuando de allí salieron sus primeros contratos y no pararía de trabajar por espacio de 30 largos años. Poco más de un año después su compañero sentimental de entonces y primer esposo, Franz Gutiérrez se le unió para hacer ‘Pepina y Tortón’, los payasos más famosos de la televisión panameña. Aún le causa gracia recordar aquel episodio.

‘Durante un año y medio de noviazgo él no sabía en qué trabajaba yo, me daba pena decirle ’soy payaso’’, cuenta Damaris. Hasta que un día decidió invitarlo a ‘su trabajo’ sin decirle de qué se trataba. Lo dejó esperando junto a los niños y fue a vestirse, poco después ‘entré cantando y tocando mi pandereta acompañada por una radiograbadora que llevaba conmigo’, rememora. La sorpresa dejó mudo a Franz, aunque no por mucho tiempo. ‘Yo voy a trabajar contigo’, le dijo y ella lo disfrazó dando vida así a Tortón. Desde entonces el acompañamiento musical estaría a su cargo y durante los 11 años ininterrumpidos que estuvieron en televisión compusieron juntos más de 200 temas musicales. Juntos también se encargarían de la creación, pre-producción de segmentos, producción, edición y post producción del programa, y hasta de guiones y creación de comedia.

‘Franz y yo podíamos hacer una canción como en una hora’, reflexiona Damaris. ‘Había una química...’, agrega casi como para sí misma. Juntos tuvieron dos hijas y ‘un divorcio exitoso’, asegura, porque hoy en día siguen siendo amigos y su buena relación ha beneficiado a sus hijas. De ellas, Frances, la mayor que trabajó con su madre desde los 5 años como muñeca, cantante y asistente hasta los 20, y Lourdes la más pequeña hija de su segundo esposo, Millo, que compone y toca guitarra y flauta, heredaron su vena artística. Dominique la del medio es, en cambio, científica.

Después de la televisión se separaron artísticamente y solo ocasionalmente se presentaban juntos. Pepina siguió llevando alegría a los niños en ferias escolares, cumpleaños, fiestas privadas, encuentros infantiles masivos y eventualmente en presentaciones especiales por televisión y creó la marca ‘Pepina y su show’. Tortón, por su parte, se dedicó a la música. A pedido del público habían acordado presentarse una vez más juntos para celebrar los 30 años de la pareja de cómicos.

E innegablemente para Damaris, el día del accidente de Tortón fue el peor momento de su vida. ‘Desde ese día para mí fue muy difícil presentarme’, dice con un dejo de tristeza difícil de disimular mientras una sombra pasa veloz por su mirada, pero se rehace enseguida, no en vano es una mujer rinoceronte. Quién diría que la vida de Tortón iba a ser más corta que la de Pepina.

MISIÓN Y CUMPLIDA Y PENDIENTES

La gente la reconoce por la calle y les da lo mismo llamarla Damaris que Pepina, confusión o más bien fusión que a ella no le molesta, al contrario la llena de orgullo comprobar que todavía la tienen presente a pesar de no estar activa como antes. ‘Creo que ser Pepina era mi principal misión en la vida’, asegura. Y siente que a través del personaje su tarea fue educar por medio de canciones y de sus cualidades artísticas. ‘Pepina, por favor vuelve a la tele, los niños de ahora necesitan a alguien como tú’, le dicen a Damaris los ‘papases y mamases’ como ella les llama.

‘Hacer reír al público era lograr nuestro cometido’, dice Pepina y el secreto está, en su experiencia, en ser capaz de reírse de uno mismo. ‘Cuando eres capaz de hacer el ridículo para que los demás se rían de ti y lo haces divirtiéndote, entonces se da naturalmente la hilaridad’, asegura esta experta en risa. Muy al contrario del cómico británico Garrick, quien sufría mientras hacia reír a la nobleza víctima del spleen en el poema del mexicano Juan de Dios Peza.

Pero Damaris tiene pendientes dos sueños en lo personal y profesional: escribir la historia de Pepina y Tortón y doblar una película infantil de Disney.

PEPINA SIN DISFRAZ

Pepina, cuyo nombre fue tomado de Pepino el payaso, uno de los luchadores legendarios de la serie de televisión argentina Titanes del ring, admira a Chabelo el personaje interpretado por el comediante mexicano Xavier López que tiene por lo menos 40 años en el aire en la televisión manteniendo altos niveles de audiencia. En cambio en Panamá, considera que el negocio de la risa ‘está duro’. ‘La risa no tiene porque estar ligada a la vulgaridad’, dice Damaris. ‘Y aquí ése es el dilema’, agrega apesadumbrada.

Desde su actual trabajo como relacionista pública en Canal 11 SERTV ha podido comprobar cómo los niños de hoy consumen productos ‘enlatados’ de televisión. ‘Les hace falta tener ídolos propios, a los que puedan tocar y que les hablen de su cultura’, afirma al tiempo que expresa su frustración por la falta de visión en Panamá acerca de las posibilidades comerciales de los programas infantiles.

‘Todavía no me has preguntado qué es lo que me gusta’, insiste a pesar de que la entrevista no ha terminado aún, pero le hago la pregunta igual. ‘Lo que más me gusta es bañarme en el aguacero, si señora’, contesta con picardía. ‘Mis hijas y mi esposo entran en pánico, corro por el patio, me paro bajo el chorro que cae del techo, me siento libre’, agrega Damaris con la misma satisfacción con la que seguramente, regresa después de ese baño. Pareciera que la niña que lleva dentro toma a veces el control.

PEPINA EN LA CAJA

Le habíamos pedido que nos enseñara la ropa de Pepina, sus zapatos, narices, y maquillaje. Lo hizo. Tenía con ella una gran caja de cartón donde están guardados los trajes. ‘Pepina está guardada’, dice con melancolía. Y empieza a romper las cintas adhesivas cada vez con más entusiasmo, saca uno por uno los vestidos: el rojo y blanco que dice ‘Pepina’ en el pecho, el de jean con flores de colores, el amarillo, en fin todos resultan ser sus favoritos. Los extiende, los toca cariñosamente, los contempla como si en ellos viera pasar entera la vida de Pepina.

‘A mí no me gusta la moda’, dice mirando sus trajes. ‘Pero Pepina, era intachable, todo recién lavado, el lazo combinado con los pantalones, las medias, los guantes y todo del mismo color que el de la fiesta’, agrega antes de volver a doblar una a una, con menos entusiasmo, las prendas de vestir y guardarlas nuevamente. Zapatos enormes con su nombre, medias a rayas y lunares, lazos multicolores, los lápices de labios, el maquillaje, las narices coloradas, todo está cuidadosamente guardado, como esperando que llegue el día en que otra vez salgan a escena.

- ¿Quieres mucho a Pepina?

‘Si, el día que la guardamos me puse a llorar’, dice con tristeza contenida. Pero nadie en su familia quiere que vuelva a hacer el personaje, porque el precio que pagó por él fue su salud. ‘Fui operada de la columna, la rodilla, el talón, he tenido varios accidentes y bastante estrés’, enumera. Pero al cerrar la caja parecía que parte de ella quedaba encerrada allí. Quizás también por eso cada día durante 15 minutos le canta por teléfono a su nieta canciones infantiles que compone sobre la marcha. Quizás es su manera de mantener todavía con vida a Pepina.

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