Lo original se agota, la magia no

Actualizado
  • 28/07/2013 02:00
Creado
  • 28/07/2013 02:00
Crucé el Puente de las Américas temprano en la mañana. A lo lejos, el Canal de Panamá y sus aguas —ese himen roto— me recordaron los tex...

Crucé el Puente de las Américas temprano en la mañana. A lo lejos, el Canal de Panamá y sus aguas —ese himen roto— me recordaron los textos de Álvaro Cunqueiro recogidos en el libro Fábulas y leyendas de la mar. Correcto, ‘la’ mar; no ‘el’ mar, porque se me antoja creer que Cunqueiro sabe que ese espejo salado es una mujer que engulle. En todo caso, les recomiendo que lean esta obra si quieren soñar con demonios que al sumergirse en el agua producen tempestades en las que ellos mismos se ahogan; pero léanla, sobre todo, si desean repasar las andanzas y perversidades —‘arrecheras’, diríamos en Azuero— del lujurioso Poseidón, que no anda con cuento para golosearse a cuanta diosa y medusa pueda.

Crucé el puente, decía, temprano en la mañana. Me dirigía a la casa de Lilo Sánchez, cantante de la agrupación Señor Loop. El gran Lilo, sabiamente, vive en el campo y —sí— a corta caminata de la mar, en una zona cuya localización exacta no revelaré por respeto a su privacidad; porque, como ha dicho un periodista de cuyo nombre prefiero olvidarme, la privacidad es el verdadero lujo del siglo XXI, y yo, en este mundo sacado de una pesadilla de George Orwell, concuerdo con él (no podía dejar de citar al escritor inglés; está de moda y queda guapo). Por otro lado, si es usted una de esas personas que ejercen el no poco ventajoso y sacro derecho de ser despistado, por favor escriba en su buscador de internet las siguientes palabras: ‘Snowden’, ‘Evo Morales avión’ y ‘1984 novela’.

En fin, a lo que voy: Baste con saber que mi compa Lilo vive más allá del puente, donde no hay tranques ni construcción del metro y sí mucha hierba, árboles (playa-brisa y mar) mucho silencio y paz y, de vez en cuando (porque no podían faltar) cantinitas de pueblo-chico-infierno-grande con traganíqueles de los que sale música de acordeón a toda mecha.

Con Lilo estamos trabajando en algunas composiciones para futuros discos, y ambos sabemos que las canciones solo pueden brotar, crecer, escapársenos de las manos y cobrar vida propia en un lugar rodeado de espiritualidad; es decir, lejos del cemento.

Hay veces en que, pese al paraíso, nos quedamos, guitarras al hombro, con la mente en blanco; pero, de repente, sopla el viento y surgen las melodías y las palabras, y nos quedamos mirando como sabiendo que algo fuera de nosotros se ha encargado de dictar la cadencia y el fraseo, una fuerza misteriosa y desconocida, a la que algunos optimistas gustan de llamar ‘musa’ o ‘inspiración’.

Aquella mañana no fue la excepción: al margen de conceptos como ‘derechos de autor’ y ‘propiedad intelectual’, las canciones salieron de algo entre las ramas, o de la hierba, o de algo que vive o agoniza dentro de la mar, dentro de esa ‘mar-hembra’ de la que habla Cunqueiro. Cuando esa magia quema, ser original no es cosa que preocupe. De regreso, de nuevo sobre el puente, a través del himen roto, recordé las palabras del filósofo Julián Marías: ‘La originalidad se consigue si no se la busca. El que busca la originalidad está perdido. Cuando se busca la originalidad como tal, y se quiere hacer algo distinto, esto agota la originalidad; la excluye’. ¡Qué originalidad, Don Julián!

MÚSICO Y POETA

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