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La lucha por la preservación de los cielos
- 29/05/2023 00:00
- 29/05/2023 00:00
Para el experimentado astrónomo Ichi Tanaka, ver las estrellas era algo de rutina. Con frecuencia, el científico japonés acudía a su puesto de investigación en el Observatorio Nacional de Japón, ubicado en el monte Mauna Kea, de Hawái, para hacer diversos estudios, sobre el comportamiento de los cielos nocturnos.
Como cualquier amante de la exploración espacial, el investigador nipón gozaba al pasar horas viendo las estrellas, una afición que daría un vuelco sorprendente, el 18 de enero de este año, cuando Tanaka logró vislumbrar una espiral de luces que se desvanecía en el cielo hawaiano.
“Eso es lo que vi y fue un evento asombroso para mí”, comentó el especialista asiático, en Twitter.
Una acción que fue replicada por cientos de personas de la isla, quienes comenzaron a utilizar sus redes sociales para publicar videos del acontecimiento.
Lamentablemente, para los amantes de la ufología o la astronomía, el tren de luces que observaron no provenía de Marte, Júpiter, Saturno ni Neptuno, pues fue fabricado en la tierra, por SpaceX, compañía de Elon Musk, que constantemente envía grupos de satélites al espacio, con el objetivo de generar conectividad a internet, en todo el mundo. Una labor que tiene en conflicto a gran parte de la comunidad científica internacional, por los riegos que puede traer para el avance y protección de nuestro planeta.
“El problema no son los satélites, sino la cantidad que están enviando”, comenta la Dra. Madelaine Rojas, astrónoma y astrofísica, quien lidera el Centro de Ciencias Espaciales de Panamá (Cenacep)
Datos del diario especializado en la industria espacial SpaceNews, alegan que, aunque SpaceX solicitó a la Unión Internacional de Telecomunicaciones, permiso para desplegar 12,000 satélites artificiales, no se descarta que la cifra aumente en 30,000 unidades. A esto hay que sumarle que muchos gobiernos también están poniendo sus satélites en órbita baja.
En América Latina, cerca de nueve países han enviado a nuestra órbita uno o varios satélites, siendo algunos casos Colombia, Argentina, Chile, Bolivia, Brasil y México. Una actividad que es replicada en Europa y Asia, así como en empresas que también envían satélites al espacio como Kuiper Systems, Viasat, OneWeb y próximamente Boeing.
“En la escala de beneficios y perjuicios inmediatos o a largo plazo para la sociedad, y a pesar de la popularidad de las mega constelaciones de satélites, no debemos rechazar la posibilidad de prohibirlas. Por el contrario, creemos que los impactos y riesgos son demasiado altos para descartar esta posibilidad”, señalaron múltiples científicos, a través de artículos emitidos en la revista Nature Astronomy.
Estas inquietudes son comprendidas por Luis Oliva, administrador General de la Autoridad Nacional para la Innovación Gubernamental (AIG), quien lideró la llegada de Starlink, a nuestro país. “Es una realidad que los astrónomos están incómodos con Starlink, porque estos satélites se lanzan en grupos de cincuenta y hasta la fecha han enviado 3,400”, reconoció, en entrevista con nuestro medio.
El problema, según explica la astrónoma Rojas, es la contaminación lumínica que los satélites traen consigo. “Cualquier tipo de satélite artificial, enviado en grandes cantidades, interfiere la observación en las diferentes longitudes de onda”, analiza.
Se trata de un tipo de contaminación que también está presente en las grandes ciudades y que ha llevado a los científicos a tener que construir sus observatorios lejos de ellas.
“Hoy en día, debido al aumento de la contaminación lumínica, casi no quedan lugares remotos disponibles en la Tierra que reúnan simultáneamente todas las características necesarias para instalar un observatorio”, plantea un grupo de especialistas, en un artículo titulado 'Un llamado a los científicos para que detengan el deterioro del cielo nocturno con luz artificial y satélites', que fue publicado en Nature Astronomy.
En la nota, el investigador italiano, Fabio Falchi, plantea que aquellos que están en contra de establecer medidas para regular la contaminación lumínica, con el objetivo de proteger la salud humana y el medio ambiente, suelen hacer todo lo posible para retrasar que se haga algo al respecto, pues se tiene previsto que Starlink multiplique por 10 la cantidad de satélites que tiene, a finales de esta década.
“En mi opinión, debería haber un límite máximo en la cantidad total de satélites en órbitas bajas, y su número probablemente ya sea demasiado alto”, asegura Falchi, quien es miembro del Instituto de Ciencia y Tecnología de la Contaminación Lumínica de Italia.
La directoral del Cenacep, manifestó su preocupación por el aumento de estos satélites y las consecuencias que pueden tener en la seguridad de nuestro planeta. “Para poder destruir un asteroide que viene hacia la tierra, es necesario detectarlo cinco años antes y un reciente estudio publicado por The Astrophysical Journal Letters plantea que el 20% de las imágenes que obtenemos del espacio están siendo afectadas por estos satélites, lo que representa un gran riesgo”.
Según Rojas, la probabilidad de destruir un asteroide del tamaño de un crucero, que es detectado a tiempo, es del 41%, un porcentaje bajo, que va a seguir disminuyendo si el número de satélites artificiales continúa en aumento.
Otro punto preocupante es qué va a pasar con estos satélites cuando dejen de funcionar, pues datos de National Geographic señalan que entre 1960 y 2022, se han enviado 13,630 satélites y solo permanecen operativos unos 6,600, lo que representa una masa total de 10,100 toneladas de hardware espacial que orbita de forma permanente al rededor de la Tierra.
Datos de la Agencia Espacial Europea, arrojan que hay 130 millones de objetos de entre 1 milímetro y 1 centímetro, rodeando nuestro planeta, los cuales son potencialmente peligrosos para las naves y misiones de exploración espacial que se realizan, por la velocidad con la que orbitan.
“Hay una gran probabilidad de que cuando estos satélites dejen de operar se conviertan en basura y eso es realmente preocupante, es una gran amenaza, que puede repercutir en caer a la Tierra, o afectar otros satélites”, pondera Rojas.
Pese a que el envío de satélites a nuestra órbita no se va a detener pronto, la astrónoma ve en esta realidad una posibilidad para que la astronomía y la astronáutica trabajen de la mano, en busca de alternativas que eviten que los satélites sean menos reflectantes y de esta forma reducir su interferencia en las investigaciones espaciales.
Según el titular de la AIG, parte de lo que Panamá y otros países han estado negociando es lograr de que las constelaciones de satélites estén en puntos en donde no afecten a los grandes telescopios que se tienen instalados.
Sobre la basura espacial, la Dra. Rojas considera que es necesario que desde la ingeniería se desarrollen alternativas que contribuyan a recolectar esos desechos y así evitar que ronden la órbita de forma permanente.
“Los cielos son patrimonio de la humanidad y es necesario tener una conexión entre los fabricantes de satélites, quienes los utilizan y los astrónomos, para saber hacia dónde apuntar los telescopios... los cielos están cambiando y tenemos que pensar en qué tipo de cielos les dejamos a las futuras generaciones”, concluye la especialista.