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- 29/05/2020 00:00
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Hablar de la obra literaria de Santiago Posteguillo no es tarea fácil, ya que el escritor valenciano se ha convertido en un referente de la historia de los emperadores romanos, en forma de trilogías, una de Escipión y Aníbal, titulada Africanus y la otra sobre el emperador de origen hispano Marco Ulpio Trajano. También ha escrito sobre la historia de la literatura y finalmente, en 2018 se alzó con el codiciado premio Planeta por su novela Yo, Julia, rescatando del olvido la vida de la emperatriz más poderosa de la antigua Roma, Julia Domna, esposa de Septimio Severo, que en los inicios del libro era gobernador de Panonia Superior, con tres legiones a su mando, y después pasaría a ser procónsul en Sicilia para llegar finalmente a emperador.
Tuve el privilegio de estar presente en la presentación del libro en la Feria del Libro de Guadalajara (FIL) de ese año y reencontrarme con un autor que se desplazaba por todos lados con dos gladiadores romanos que lo escoltaban, y en una amena plática con otros ganadores del premio Planeta –como Carmen Posadas, Javier Sierra, Jorge Zepeda Patterson– y de las cosas más simpáticas que comentaron estos famosos escritores la hizo el mismo Posteguillo, quien reclamó que al día siguiente de conocerse su galardón, le pusieron en la agenda tantas entrevistas, que se olvidaron de incluir un tiempo para comer. En el panel estaba presente el director del área editorial Carlos Revés, que aseguró que se tomaría en cuenta para futuras ocasiones el que al menos se alimentara a los ganadores.
La novela inicia con un prooemium, que quiere decir preámbulo en latín del diario secreto de Elio Galeno, médico griego de la familia imperial de Roma, educado en Pérgamo (hoy Turquía) y Alejandría (hoy Egipto), y la fecha de ese documento es el año 950 ab urbe condita (desde la fundación de Roma) que es lo mismo que el año 197 d.C.
Galeno explica los orígenes de Julia Domna, cómo conoció al que sería su marido y prosigue con el incendio que dejó en cenizas la biblioteca del palacio imperial, donde se quemaron sus manuscritos que daban cuenta de sus teorías medicinales. Prosigue con las locuras del emperador Cómodo, hijo de Marco Aurelio, el último de la dinastía Antonina y su posterior asesinato, ya que su reinado se degeneró hasta tal punto que sufría de una paranoia incontrolable y sumió al imperio romano en una de las peores crisis desde los gobiernos de Calígula y Nerón. Su nombre completo era César Marco Aurelio Cómodo Antonino Augusto. El nombre o título de César es la forma habitual a la que uno se refiere a un emperador y Augusto también era un título que se le otorgaba al emperador o cualquier miembro de su familia que este designara. César era el sucesor del trono. Cuando Cómodo murió sin dejar descendencia, el imperio se sumió en una serie de guerras civiles conocida como el año de los cinco emperadores, el fin de una dinastía, y al término de este conflicto asumió el trono Septimio Severo, el primero de la dinastía Severa, y su esposa, Julia, la emperatriz.
El título no es casual, pues el escritor británico Robert Graves escribió en 1934 el libro Yo, Claudio, basada en las historias de Tácito, Plutarco y Las vidas de los doce césares, una obra del historiador y biógrafo romano Suetonio. Posteguillo, en un viaje a Mallorca, donde Graves tuvo una casa, se sentó en la silla donde escribió esa novela, y de allí le vino a la mente el título. Al inicio del libro hay también un poema de Graves.
Es una novela histórica que contiene apéndices que explican las fuentes empleadas para construirla durante tres años. En esos apéndices hay mapas, árboles genealógicos, un glosario de términos latinos y una bibliografía. También se puede apreciar el mapa del Imperio Romano completo, con la ubicación de las legiones, lo que resulta muy útil para comprender todo lo que abarcaba ese poderoso imperio.
En la historia del imperio las mujeres jugaban un papel secundario, eran esposas, amantes, con excepción de Cleopatra. Julia Domna era casi desconocida y Santiago Posteguillo la ha estudiado a profundidad y quiso hacerle justicia.
Al preguntársele al autor, en la presentación hecha por Benito Taibo, cuál era la diferencia entre Julia y Cleopatra, respondió jocosamente que era como una teoría de la conspiración. Cleopatra enamoró a dos de los más poderosos hombres del imperio, Julio César y Marco Antonio, lo que no es poca cosa, pero acabó suicidándose porque se enfrentó a los hombres de Roma y estos la castigaron. Si una mujer se rebelaba contra los hombres, no la perdonaban. Julia, en cambio, se enfrentó a muchos emperadores, a muchos hombres, y ganó. Y eso le interesó al autor para rescatar a esta mujer poderosa, además de bella e inteligente.
Hay victorias en las que también se puede perder, según el autor, porque en ese ascenso fulgurante al poder uno va dejando tantas cosas, y refleja en su novela hasta qué punto merece la pena luchar por el poder. Julia fue la emperatriz más poderosa de Roma, la que acumuló más poder de todas las que ocuparon ese sitial. Para los entendidos, hay una simetría con Livia Drusila, la esposa de Augusto, destacada en la novela Yo, Claudio. Julia Domna, dos siglos después, se enfrenta a emperadores.
Santiago Posteguillo confesó que en sus primeras novelas había ausencia de personajes femeninos y eso se lo señaló una colega de la universidad. Los hombres han contado la historia de los hombres. Definitivamente ha habido más hombres en posiciones de poder, pero hubo mujeres que destacaron, y es injusto no resaltarlas. El autor quiso contar el relato completo, y lo logró.
Cuando murió Cómodo se creó un vacío de poder y varios senadores se iniciaron en la lucha por ese poder. Para entonces, Julia Domna ya había iniciado la suya, que es lo más fascinante de este personaje. La historia tradicional no le dedica ni un capítulo, si acaso los dedicados a su marido o sus hijos. Construir el relato histórico fue el desafío al que se enfrentó Posteguillo.
Existe una magnífica biografía sobre Julia Domna, escrita por la historiadora Levick de la Universidad de Oxford, en cuyo inicio destaca que no entiende cómo no hay novelas ni películas sobre esta poderosa mujer, que ha sufrido no solo el trato discriminatorio de los historiadores de su época, sino de los del siglo XX. La biografía sobre Septimio Severo, marido de Julia, escrita por Anthony Birley, alega que a Julia la acusan de promiscuidad, intentando separarla de su esposo, para que no influya tanto en las decisiones de él. La historia de ellos es una historia de amor. Y este historiador era machista.
Severo fue transgresor porque se casó con una mujer oriental. Nunca la repudió, como hicieron otros en su lugar. Allí se muestra la verdadera personalidad del personaje. Y la novela va sobre la lucha por el poder. Claudio Pompeyano es otro personaje muy bien llevado, que rechazó tres veces ser emperador. La novela transcurre durante cinco años. Y Claudio se da cuenta de que Julia está detrás de todos los movimientos en el imperio, y que va directo a la cumbre. La previene de cometer errores.
A Julia se le llamaba la emperatriz filósofa, se rodeaba de gente inteligente. Fue un cambio en el imperio romano. La lucha por el poder es feroz, y Julia le advierte a su marido que en Roma se gana o se muere. Y le demuestra que hay algo más grande que un imperio, que es una dinastía. Y la suya fue la última del imperio romano.
Galeno, que es el que narra, fue el gran médico de los gladiadores y de allí pasó a ser de los emperadores. Con Julia hace un trato para rescatar los libros que se quemaron en el gran incendio o transcribirlos. Los enemigos de Julia son los cinco emperadores de Roma. El libro es un homenaje a Graves. Abre con un poema de él, titulado “The Portrait”.
Para Posteguillo, sin literatura no hay historia. Gracias a la narrativa, las cosas que suceden toman un nuevo brillo, un nuevo impulso. A Yo, Julia le ha seguido una nueva novela recién publicada Y Julia retó a los dioses.