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- 02/04/2023 00:00
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Las tradiciones orales del período Heian (794-1185) de la Provincia de Omi —actualmente prefectura de Shiga— señalan al Principe Imperial Koretaka (844-897) como autor de las tradiciones de tornería en Japón, y la misma se conserva hasta nuestro días.
Mamá nació en un pueblo de Veraguas, de familia humilde y ocho hermanos, así que los juguetes no eran prioridad, pero ella y su hermana vestían los frascos pequeños como si fuesen muñecas para jugar, también hacían guitarras con crin de caballo y madera, autos con carretillas de hilo vacías, o teléfonos con latas e hilo pabilo. Estas costumbres perduran en algunos pueblos del interior. En Japón antiguos padres e hijos también usaron su imaginación y probablemente así nacieron las muñecas Kokeshi, que les presentamos hoy.
Su nombre proviene de los kanji —ideogramas japoneses— que significan madera o pequeño —ko— y muñeca —keshi—. En nuestros días con la gran cantidad y diversidad de muñecas a escoger, esa realidad parece distante, pero estas servían para entretener a los pequeños, ayudarlos en época de dentición y, en el plano espiritual, a que los padres tuvieran mejores cosechas. Aunque originarias de la región de Tohoku se extendieron por todo Japón con diferentes nombres como kogesu, deko o kiboko; el que perdura hasta nuestros días es kokeshi.
Tal vez usted haya visto alguna, tradicional o moderna. El material utilizado es la madera que puede ser de cornejo, arce, cerezo o zelkova dependiendo de la región o el artesano. Todas tienen cuerpo cilíndrico, cabeza prominente y son pintadas a mano. Su sencillez puede engañarnos. La mayoría hechas de forma artesanal, toma varias semanas su creación. De los kijishi —ebanistas— surgió la figura del Kojin —creadores de kokeshi— quienes aprendieron las técnicas de sus padres, abuelos o como aprendices de artesanos y luego se dedicaron exclusivamente a su manufactura.
Cuando se habla de las kokeshi en Japón, se mencionan dos estilos, el tradicional y el moderno, pero esta sencillez puede prestarse a confusión, ya que solo dentro del tradicional existen hasta el momento doce estilos reconocidos: Naruko, Tsuchiyu, Sakunami, Tsugaru, Yajiro, Togatta, Nanbu, Zaotakayu, Yamagata, Hijiori, Kijiyama y recientemente Nakanosawa. Las diferencias incluyen el tipo de diseño, colores, maderas, barnices y forma, entre otras.
Algunos Kojin siguen líneas que iniciaron durante el período Edo (1603-1867) y continúan manteniéndose fieles al estilo y los colores —verde, amarillo, rojo, lila o negro—, tintes hechos a base de plantas y colorantes de comida, aunque en la actualidad se están utilizando colores y barnices artificiales.
En nuestra época por el elemento de nostalgia que evocan se les apoda shibu kawaii —Belleza sutil—, también han surgido mitos negativos que las ven como representaciones de nonatos y hasta las equiparan a los Jizo —protectores de las almas de las mujeres, niños y viajeros— por el parecido físico entre ambos.
Algunos artesanos han decidido innovar y adecuarse a los tiempos modernos o quizás reflejar su propia personalidad, así nacieron las kokeshi modernas, que dependiendo del Kojin pueden ser más simples o complejas que las tradicionales. Se clasifican como shingata —nuevo estilo— y sosaku —creativo— en ambos se utilizan diversos colores, formas e incluso algunas cuentan con bases o “accesorios” para hacerlas más atractivas.
Siendo una artesanía con tantos años de existencia, Japón las exhibe en museos dedicados exclusivamente para ellas. Uno digno de visitar es el Museo Memorial de Nishida en la prefectura de Fukushima, que cuenta con una colección de más de diez mil kokeshi, de las cuales por lo menos mil están en exhibición permanente.
En el mes de septiembre la prefectura de Miyagi invita al Festival de las kokeshi. La pira de kokeshi es una ceremonia que probablemente se inició en el período Edo, cuando consideraban a las muñecas como amuletos para la buena cosecha gracias a los kami de la montaña que residían dentro de ellas. Finalizada la época lo usual era regalarlas a los niños, pero cuando estos crecían y dejaban de usarlas, lo más digno era devolver sus espíritus a las montañas, lo cual se lograba quemándolas pues ellos viajarían en el humo y así regresan a su hogar. Esta ceremonia sintoísta continúa hasta nuestros días. Opino que para nosotros la mejor forma de agradecer por estas obras de arte es visitar el Santuario Sintoísta dedicado al príncipe Koretaka —también conocido como Santuario Kokeshi— en Shiroishi y hacer una ofrenda de incienso.
En la actualidad hay varias facilidades para obtener una Kokeshi, existen sitios especializados como kokeshiparadise.com y también se pueden usar portales comerciales como ebay o amazon, solo que recuerde que los productos artesanales tienen precios que pueden ser elevados.
No podemos terminar sin recomendar el libro Japanese Kokeshi Dolls de Manami Okazaki e impreso por Tuttle Publishing, no solo por la información sino también la gran cantidad de imágenes que lo convierten en una maravilla. Amigos lectores ¿Desearían comenzar una colección privada de Kokeshi?.
El autor es Doctor en Comunicación Audiovisual y Vicedecano de la Facultad de Arquitectura y Diseño.