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- 28/07/2013 02:00
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PALABRA. Han pasado 30 años desde la muerte de Luis Buñuel. Más allá de las películas que produjo o los poemas que escribió, también suscitan interés su recorrido vital, los amigos que tuvo y, sobre todo, la época en la que le tocó vivir.
Nació en 1900, en Calanda, Aragón, pero fue criado en Zaragoza. Fue el mayor de una familia acomodada. Su padre tuvo lucrativos negocios en Cuba y regresó a España, donde se casó y levantó a su familia, brindándoles todas las oportunidades de a inicios del siglo XX.
Luis Buñuel es muy recordado por sus películas, todas ellas con una esencia vanguardista. Repasando su vida, algunas de sus vivencias se ven plasmadas en sus filmes como alegorías, que son muy enriquecedoras y marcan ciclos determinantes: su infancia, su ingreso a la Residencia de Estudiantes, su vida en Paris, su estancia en México y sus relaciones con renombrados artistas y escritores de esa generación.
Buñuel tuvo la visión de dejar plasmadas sus memorias en un inolvidable libro, titulado Mi Último Suspiro, que fue compilado por el guionista Jean Claude Carrière (con quien además hizo seis películas, de las mejores de su legado).
La obra fue publicada apenas un año antes de su muerte, desafiando a la memoria, como destaca en el prólogo. Carrière, quien fue amigo de Buñuel durante 18 años, dejó testimonio de las diversas etapas del cineasta: su entrañable amistad con Federico García Lorca, sus primeros escarceos amorosos, la importancia de la época que le tocó vivir (coincidió en la Residencia de Estudiantes con Lorca y Salvador Dalí, entre otros).
Esta biografía relata de una forma muy amena y divertida su vida, la opinión que le merecían las obras escritas de Pío Baroja y las pinturas como el Guernica de Picasso (que ayudó a colgar), su apreciación sobre Unamuno (‘un hombre célebre, muy serio y bastante pedante y sin pizca de humor’), sobre el compositor Manuel de Falla y el pintor Gabriel Morcillo, para quien acuñó el término ‘morcillismo’, haciendo referencia a su insaciable afán por el elogio.
EL CINEASTA
Luis Buñuel estudió filosofía e historia pero se inició, a instancias de su familia, en ingeniería agrónoma. Sus padres lo ingresaron a la Residencia de Estudiantes en 1917. En 1924 se trasladó a París, donde fue seducido por el surrealismo.
Contrario a la acostumbrada mojigatería española, era un hombre curioso, de ideas incisivas y con visión, (que fueron fundamentales para concebir las películas que lo catapultaron a la fama).
Era un hombre divertido, culto y amante de la buena vida. No perdonaba tomar el aperitivo, el vino en las comidas y el ‘Dry Martini’ en los bares, los que frecuentaba buscando el silencio y la meditación. Tampoco dejaba de fumar habanos y cigarrillos, a pesar de que era consciente de que afectaban su salud.
A los cafés iba a conversar y a participar en las ‘peñas’. Ahí expresaba su interés en la pintura, el cual era algo relativamente anecdótico. También compartía su pasión por la literatura. Sentía predilección por los clásicos, a los que estuvo expuesto desde niño, gracias a la esmerada educación que recibió. En un tiempo se aficionó a la entomología y se devoró El origen de las especies, de Darwin y se vestía con materiales espartanos y llevaba una vida austera.
No escapa a sus divagaciones los temas religiosos e ideológicos, sobre todo porque fue educado en una España muy convencional, en la que había recibido su primeras instrucciones de los jesuitas.
Le tocó vivir una época que, enmarcada en la Residencia de Estudiantes, fue irremplazable. La convivencia con Rafael Alberti, Juan Ramón Jiménez, Manuel de Falla, José Ortega y Gasset marcó su vida. De ellos conservaba anécdotas, bocetos, poemas y vivencias ricas en extremo.
En París se entregó con pasión a lo que sería su carrera. En 1929 terminó de escribir el guión de Un Perro Andaluz, junto a Salvador Dalí. Se vinculó estrechamente con el grupo surrealista que constituían los artistas André Bretón, Max Ernst, Paul Éluard, Rene Magritte y Louis Aragón.
Trabajó para Warner Brot hers y el Museo de Arte Moderno de Nueva York en los Estados Unidos y recaló en México, donde dirigió varios proyectos y filmó varias películas, con esporádicas visitas a Francia y España.
Murió en el Distrito Federal en 1983. No sin antes recibir el premio Óscar a la mejor película extranjera en 1972 con la película El discreto encanto de la burguesía, que es considerada como una de las obras maestras del cine mundial.
GENIOS EN CONVIVENCIA
Establecida en 1910, la Residencia de Estudiantes se proponía complementar la enseñanza universitaria mediante la creación de un ambiente intelectual y de convivencia adecuada para los que allí vivían, ya sea de forma eventual o permanente, como fue el caso de Buñuel.
Uno de los objetivos de la residencia fue propiciar un diálogo permanente entre la ciencia y el arte, además de actuar como centro de recepción de las vanguardias internacionales. Tales circunstancias hicieron de la Residencia un foco de difusión de la modernidad en España.
Entre los residentes surgieron muchas de las figuras más destacadas de la cultura española del siglo XX. Fue un verdadero centro de la ilustración española, atrayendo a personalidades como Walter Gropius, Le Corbusier, Albert Einstein, Howard Carter, Gilbert Keith Chesterton, Paul Valéry, Marie Curie, Ígor Stravinski, Paul Claudel, Herbert George Wells, Max Jacob y otros. Su vigencia terminó abruptamente con la guerra civil española, en 1939.
Sacudiéndose de cualquier pretensión, este último testimonio (Memorias) de Luis Buñuel es orientador no solo para los cineastas y guionistas, sino para todos los que adoramos las vidas que van al acecho de la libertad. La historia del realizador español es contada sin dobleces ni olvidos freudianos. Buñuel lo llama todo por su nombre, detalla con precisión y con sorna las experiencias vitales de su vida.