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- 27/12/2021 00:00
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Me tomé el trabajo de colocar en Google la pregunta: ¿Cuál es el propósito de la educación? Y me encontré con esta respuesta: “En la educación, los fines determinan los medios. Por lo que siempre vamos a encontrarnos con las metodologías pedagógicas que crean los programas educativos necesarios. La gran problemática de la educación actual es que no posee un objetivo claro ni definido”, según el citio especializado Cosas de Educación.
En términos generales, esa es la gran problemática de la educación contemporánea: no tenemos claro hacía dónde dirigimos nuestros esfuerzos pedagógicos; esta es de hecho, una premisa de trabajo. No se trata de una situación específicamente provocada, pero sí que hay que confrontar. Además, esta resulta particularmente dramática, considerando los nuevos escenarios postpandemia que se perfilan en el horizonte internacional y su repercusión en el escenario local. Sin embargo, al ocuparnos hoy solamente de la educación por el arte, debemos considerar esta premisa desde el ámbito específico del arte.
En términos de educación y arte, en nuestro medio, una primera situación confusa es que no se distingue la formación del artista, de aquello que sea la educación a través del arte. Una cosa es la formación profesional del futuro artista y otra cosa es utilizar el arte para formar al individuo de una manera más integral, aquí la palabra integral es clave, implica un enfoque diferenciado. La formación del artista, ha sufrido cambios drásticos a partir del arte moderno y afecta el arte de hoy; cambios en el seno de la propia concepción y evolución de lo que se pueda entender por arte, terminan dándole al arte la categoría de conocimiento.
Hoy, no es suficiente producir la obra, el artista se ve advocado a manejar recursos conceptuales que le permitan ubicarse y entender el escenario del arte contemporáneo. La educación por el arte, por otra parte, hace efectiva un área especializada y autónoma, en términos académicos y disciplinarios.
Hay que decir que esta autonomía, a veces, resulta extraña a los planteamientos pedagógicos y académicos de nuestras instituciones gubernamentales y particulares, pero, no se trata de algo nuevo.
Esta autonomía comienza a configurarse a partir del libro de Herbert Read, La educación por el arte de 1943, donde el autor propone el arte como una condición vital para el avance de la educación y la sociedad moderna y, a partir de los conceptos y prácticas sobre el desarrollo de la capacidad creativa, propuestos por Lowenfield (1947).
En el trasfondo de este tema, está una cuestión que es un dilema de la propia civilización occidental y que no cabe aquí discutir, pero que vale la pena dejar por sentado. Se trata de la distancia impuesta por nuestra matriz griega entre percepción(sensación/sensibilidad) y pensamiento (abstracción); esta matriz ha sido un modelo paradigmático y eficiente de desarrollo, que viene siendo particularmente cuestionada a partir de lo que conocemos como modernidad y posmodernidad.
Pero, volvamos a nuestro tema. Si bien, una de las virtudes del conocimiento científico es abstraer la experiencia directa de las cosas como presencia, para manejarlas en un mundo de relaciones abstractas que garanticen una “verdad” (aunque esta pueda ser relativa), esto también trae como una consecuencia indeseable en términos educativos, el manejo de conceptos, recursos e información que se “congelan” y se alejan de la experiencia común y por ende del universo sensorial, emocional, del imaginario del individuo.
Nos referimos a algunos modelos de la educación, de uso común en nuestras instituciones educativas, como, por ejemplo; el modelo conductista. Contra este tipo de formación educativa, la educación por el arte propone una vuelta y una aproximación fundamental a la experiencia, a las situaciones y estados perceptivos, así como al imaginario, al sentimiento y el mundo lúdico del individuo, a través de un proceso de formación integral. Esto sin negar ni excluir otros tipos de aprendizaje necesarios.
Actualmente el avance de las llamadas neurociencias, de la filosofía de la mente, de la psicología y otras disciplinas, nos permite entender de mejor manera algunos mecanismos neurobiológicos. El concepto, ya sea como lenguaje, juicio, símbolo mental o inclusive como opinión, nos permite identificar, clasificar y describir las cosas del mundo. Este proceso se concibe como representación, como un modo de transformar los contenidos de la conciencia que, implica mente y organismo.
Esto resulta interesante para el artista, porque no hay concepto sin imagen y no hay imagen sin forma. Resulta, que toda posibilidad de conocimiento se origina en las cualidades de la percepción sensorial y su entorno empírico. Podría pensarse de manera sintética, como una vía recursiva que va desde el sistema sensorial, hacia la conciencia, hacia la cultura. Y viceversa.
El principio fundamental del arte, es la interacción del individuo con las cosas del mundo y esta interacción se da como una operación integral, que exige la participación de todas sus facetas; y este es el camino de su utilización en la educación. Las matrices o modelos que operan la formación del individuo, condicionan su percepción y entendimiento del mundo.
Desde la educación, el arte pretende ampliar y colocar en contexto esa operación. La conjunción configurada entre percepción, imaginario y conocimiento, como elementos formativos, involucran aptitudes y competencias que preparan el individuo para la vida de una manera más completa o integral.
La educación por el arte, permite la formación de un individuo más crítico, capaz de evaluar diversos ángulos o diversos argumentos de un tema, el libre ejercicio de sus juicios y reglas perceptivas, garantizan esto. La conservación, estimulación y uso de la capacidad lúdica le permite ser más creativo.
La interacción con los procesos y las prácticas del arte, particularmente lo creativo y empírico, le permite una exploración natural de lo indeterminado, una mejor tolerancia a lo ambiguo y una mejor capacidad de relacionarse e interactuar socialmente.
Todo esto implica la constitución de una autonomía e identidad que se reconoce en el otro, que privilegia el pensamiento divergente y visual en contra de un pensamiento literal y lineal.
Desde la publicación del libro de Read en 1943, se ha iniciado un movimiento pedagógico que se ha denominado Arte-Educación, que ha desarrollado este tipo de argumentación y postura, a tal punto de que, podemos encontrar en las mejores universidades cursos especializados en la formación del artista y cursos especializados en educación por el arte.
Se trata de dos áreas profesionales debidamente caracterizadas. El conjunto de conocimientos, investigaciones, teorías y recursos, es tan amplio y consistente, que el arte-educación se ha constituido en un área autónoma y disciplinaria, que ha alcanzado un prestigioso desarrollo académico.
Por otra parte, una segunda situación, refiere a las transformaciones operadas dentro del propio campo del arte, a partir de la modernidad, cuando el arte termina por adquirir el estatus de “cognición”, aquí está implícita la idea de que el arte puede generar conocimiento y que se trata de un conocimiento válido en términos epistemológicos. Se incorporan los procesos sistemáticos de la investigación, permitiendo el estudio de los propios procesos del arte. Aunque no tenemos el propósito de desarrollar este tema aquí, no resulta difícil concebir la importancia que esto tiene para la educación.
Si el arte genera conocimiento, entonces, puede ser utilizado en los procesos de enseñanza-aprendizaje para generar y consolidar conocimiento. Esto implica considerar el arte como algo más que entretenimiento, diversión o espectáculo, apuntando a un cambio de paradigmas en las políticas gubernamentales sobre arte, educación y cultura.
La implementación idónea y actualizada de una educación por el arte, en nuestro medio, es todavía una tarea pendiente.