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- 24/10/2014 02:00
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Luego de pensarlo muy bien, Dios ha decidido que necesita terapia. Sufre una crisis existencial pues mira a su alrededor y observa cuán imperfecta es su creación. Un Dios, lleno de dudas pide ayuda a una mujer que no necesariamente tiene una vida por la cual agradecer -atiende pacientes desde su casa pues no puede dejar solo a su hijo autista de 30 años- y ésta, recibe a su paciente, sin saber en principio de quién se trata, para a través del psicoanálisis, salvarlo y de paso, a la humanidad.
Dios, la psicóloga y su hijo Pably, son los únicos tres personajes que dan vida a la comedia Dios Mío, escrita por la israelita Anat Gov, fallecida en 2012 por un cáncer de colon. La autora, conocida por sus posturas críticas en religión y también en política, presenta una comedia inteligente y cuestionadora, que está por iniciar en Panamá su segunda temporada, este 25 de octubre en el teatro La Estación.
LOS PERSONAJES
Dirigida por Bruce Quinn, y con la actuación de Leo Wiznitzer (Dios), Carmen Julia Acevedo ( Ana, la psicóloga) y Agustín Goncalvez (Pably, el hijo autista de Ana), Dios Mio examina la relación de Dios con los hombres así como de los hombres con Dios y todas las interrogantes que de allí nacen.
Para Carmen Julia Acevedo, interpretar a una psicóloga que debe convencer a Dios de ‘no colgar los guantes’, no es el mayor de los retos. ‘El gran reto de interpretar a este personaje, es Ana en si misma, más que el trabajo que le toca hacer con un paciente tan especial como inusual; ella un ser humano complejo, con un pesado bagaje emocional y una crisis de fe no resuelta, crisis que se ve obligada a encarar al enterarse de quien es su paciente… La interpretación de este personaje ha sido indudablemente mi mayor reto desde que inicié mi andar en ‘las tablas’, hace 7 años’, dice.
Ana, es una psicóloga renombrada, madre soltera de un autista de 30 años. Su vida, a simple vista no parece haber sido tan sencilla ni cómoda, aunque, de acuerdo con la actriz que la interpreta, pudiésemos tener una impresión equivocada.
‘La vida de cada ser humano es tan mala o tan buena como uno decida que sea. Todo es un asunto de enfoque. Hay quienes se sienten miserables por no manejar un Mercedes Benz último modelo y hay quienes se sienten inmensamente felices sin siquiera tener un techo que los cobije...’, asegura Carmen Julia.
‘A Ana la vida le regaló un reto hermoso: ser madre de un hijo autista. Ella sufrió con ese reto muchos años, hasta que comprendió que su hijo era una bendición y entonces fue feliz’, agrega.
Agustín Goncalvez le da vida a Pably, el hijo autista de Ana. Él sufre el nivel más alto de autismo y en sus treinta años de vida no ha dicho una sola palabra.
‘Es todo un reto expresarse sin poder utilizar la voz’, explica el actor. Para lograr credibilidad en su papel investigó sobre el autismo, visitó el Instituto Panameño de Habilitación especial donde conversó con algunos especialistas que atienden a personas con esta condición e incluso leyó algunos libros como La razón por la que faltó , del autor japonés y también autista, Naoki Higashida.
Esta preparación, que de repente suena muy complicada para alguien que ni siquiera va a articular palabra suena excesiva, el papel de Pably no es muy largo, pero es indispensable para dar la dimensión precisa al personaje de Ana. Comenta Goncalvez que de esta manera ‘el público comprende lo que esta madre ha tenido que aguantar todo ese tiempo, pues los autistas tienden a ser agresivos, algunos se golpean y Carmen Julia me trata en escena con este amor maternal tan grande...’, asegura.
Dios Mío, para el actor, ‘habla de las fortalezas del ser humano, que a pesar de todo, sale adelante’. Esa fortaleza que, según Carmen Julia, se logran con ‘el entendimiento de que no hay experiencias buenas ni malas en la vida, solo hay experiencias más o menos agradables’. Para la actriz, todas son experiencias valiosas para el crecimiento de los seres humanos. ‘La clave está en entenderlo de esta manera y en lugar de quejarnos y lamentarnos, preguntarnos ante cada situación: ¿Qué necesito aprender de esta experiencia?, anotar lo que lo que creemos que debemos aprender y agradecer a Dios y a la vida la oportunidad de crecer’.
En este caso, Ana debe agradecer a Dios ‘la bendición de haberle regalado un hijo con una condición especial, un hijo que vino al mundo a darle el amor que seguramente más nadie nunca le daría y que le permitiría lograr un crecimiento espiritual, que muy difícilmente hubiese podido lograr de no haber sido por las enseñanzas impartidas por su hijo’.
Pably es justamente el personaje que llamó la atención de Leo Wiznitzer quien personifica a Dios en la obra. ‘Curiosamente me enamoré de esta obra no por el personaje de Dios, sino por el personaje de Pably. Somos padres de un autista de 35 años y la influencia de él en nuestra vida ha sido genial. En vez de reprocharle a Dios el habernos puesto en esta situación, él ha sido un maestro, nos ha mostrado los verdaderos valores en la vida. Mientras hay parejas que no sobreviven algo así, como es el caso en la obra, a nosotros nos ha unido y dado un propósito’, afirma Wiznitzer.
¿Cómo se prepara un actor para interpretara Dios?, de acuerdo con el actor, es todo un reto. ‘Yo pedí una cita para entrevistarme con él pero no me la han concedido aún. Después un amigo me dijo que lo pensara bien, porque aquellos que lo llegan a conocer no regresan’, dice a manera de broma, pero recuperando la seriedad, establece que ‘lo mágico de esta obra es el guión. Está todo plasmado tan claramente allí que es fácil seguirlo’. Además, el personaje es un Dios humanizado, en cuerpo de hombre, con sentimientos humanos, lo cual hace que uno se pueda identificar con él.
NUESTRA IMAGEN DE DIOS
Todos tenemos una imagen muy personal y distinta de Dios. Asimismo la tuvo Anat Gov, dramaturga que creó esta pieza. ‘La figura de Dios que nos plantea la autora de esta pieza, comienza mostrándose como un Dios soberbio, lleno de sí mismo y la terapia lo lleva a darse cuenta de su verdadera esencia: Dios es amor’, comenta Acevedo.
Tal vez lo más interesante de el planteamiento que ofrece la obra es que la relación entre humanos y Dios es de dos vías, no solo de una.
Nos recuerda Wiznitzer que en el montaje Dios le dice a Ana que una de las razones por la que la escoge es porque ella no es una de sus grandes admiradoras.
‘Él está buscando una opinión honesta, y no flores de una aduladora’. Lo que sufre Dios no es una depresión, sino más bien frustración. De acuerdo con su intérprete, ‘la frustración que sufre Dios es comparable a cuando vemos a un hijo nuestro tomando un camino equivocado y no podemos hacer otra cosa que dejar que él mismo descubra su error. Es inútil tratar de convencerlo sin que pase por esa experiencia’.
Según Wiznitzer, todos hemos pasado por momentos en que reprochamos a Dios por algo en nuestras vidas, pero al hacerlo, estamos aceptando la existencia de Dios. ‘Ana, la psicóloga, tiene la frase perfecta en el segundo acto, ‘yo quería culpar a alguien y Dios era el único que estaba allí”. En cuanto a si Dios o nosotros tenemos derecho a reprocharnos el uno al otro, el actor considera que por supuesto, se tiene derecho, pero no está seguro de que se tenga razón.
Pero al final, lo último que se pierde, es la esperanza. ‘Toda situación se puede remediar. No hay cosa que no se pueda solucionar’, dice Wiznitzer, y agrega, ‘Tal vez no es la solución que esperamos, pero eso es cuestión de nuestros prejuicios y nuestros miedos. Al final todo es como debe ser. Es un asunto de fe. El que se siente víctima, lo será’.
La obra tiene la necesidad de convencer, que lo que vemos como problemas enriquece nuestras vidas.
‘Son esas las cosas que nos hacen aprender, y nos convierten en quienes somos. Al final uno sale preguntándose si realmente fue una sesión de terapia que le hace Ana a Dios, o si es Dios haciéndole terapia a ella. Yo creo que es un poco de ambas’, afirma el actor.
ENSEÑANZAS
Wiznitzer, sobre la obra, remarca que "profundiza sobre cosas fundamentales como la religiosidad, la fe, y la condición humana en un mundo contemporáneo. Revisa la validez de creencias antiguas en situaciones de hoy. Establece la necesidad de mirar con fe y optimismo nuestras vidas y nuestros problemas".
A Acevedo el montaje le ha permitido confirmar una vez más que "el amor es el principio y el fin: somos amor al nacer, en el camino nos perdemos, y en el momento en que logramos encontrar nuevamente el camino del amor, alcanzamos la verdadera felicidad, aquella que sale del alma, aquella que es real y pura porque no depende de nada ni de nadie..."
"Es una obra única porque nos hace reír, nos hace llorar (todo el elenco realmente llora) y luego de salir nos hace pensar y hacernos abiertamente preguntas que siempre hemos tratado de esconder", concluye Wiznitzer.