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- 24/08/2015 02:00
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‘Pablo, están echando abajo tu casa'. La noticia se la había dado vía telefónica un amigo que tenía su taller de pintura en la misma calle donde Simonetti había vivido toda su niñez.
Habían pasado ya varios años desde que finalmente se había decidido a aceptar la oferta de la inmobiliaria que se estaba haciendo de todo el barrio y el escritor no pudo dejar de pensar: ‘Mi madre pudo haber vivido todo este tiempo en su casa'.
Esta idea daba vueltas en su cabeza cuando en una conversación, otro amigo le comentó que había estado leyendo ‘El jardín de los cerezos', de Chekhov, una historia en la cual una familia de la aristocracia rusa perdía este espacio por pura indolencia. Finalmente, una discusión con uno de sus hermanos terminó de darle redondez a la idea de una novela en la cual una mujer viuda, madre de tres hijos, recibe una oferta hostil para comprar su casa, una casa que cuenta con un hermoso jardín en el que su dueña se ha empeñado por muchos años.
No se trata de una autobiografía, más bien de una ‘autoficción', como la define su autor. ‘Es mitad realidad y mitad ficción'. En ‘jardín', Simonetti toma algunos elementos de su vida y los combina con otros que nada tienen que ver con su historia familiar.
Por ejemplo, Simonetti decidió no ir a ver cómo su casa era demolida, tal cual aparece una escena en su obra; sin embargo, hay mucho de su madre y de él mismo en ciertos detalles.
‘Las imágenes se proyectaron en mi mente y escribí como si lo hubiera visto. La novela se me armó por completo'.
La madre de Simonetti era una reconocida paisajista, escritora de libros de jardinería y una escena que sí ocurrió fue aquella en que la madre desentierra todas las plantas de ese hermoso jardín y las reparte entre sus hijos como el más preciado bien que pudiese entregarles, más allá que el dinero que ofrecía la inmobiliaria.
‘Es un momento álgido de la novela que representa un desarraigo profundo. Las plantas proyectan levedad, incluso hasta los árboles más pesados se mecen con el viento y se ven muy livianos, pero si los tratas de mover de lugar es como tratar de mover una casa', dice el autor.
LUCHA POR LA IDENTIDAD
Simonetti consideró este momento una metáfora pertinente para aquello que le ocurría en ese momento a la dueña de casa. Ella perdía su jardín, el jardín que cuidó por 50 años, su lugar en el mundo, el que le dio sentido a su vida, aquel con el cual se conectaba emocionalmente, incluso en su vejez, el lugar que le daba pertenencia; el lugar en el que se sentía bien consigo misma.
Y es que el jardín es una metáfora que representa tu lugar en el mundo, un lugar interior, algo muy difícil de marcar con un precio.
Para su autor, la novela, como lo planteó un crítico, ‘es un drama de la valía, qué vale y cómo se le pone valor a las cosas, qué tipo de valor'.
La trama presenta cómo cada uno de los hijos de la dueña de casa valoran de una forma distinta la casa, todos de forma distinta a como la valora la madre.
La hija piensa que la casa es un lastre, una dificultad, y su madre no tiene la edad para llevar una casa tan vieja. El hijo mayor mira el valor comercial de la casa; si te ofrecen ese valor o más, es mejor vender e irte a una casa tan buena como esa o mejor. El tercer hijo es el único que llega a presentir en esta venta una amenaza que va más allá de la economía o la comodidad. Pero, ¿qué es realmente mejor para ella?
‘En mis obras escribo de personas que tienen dificultad en encontrar ese lugar, la lucha por la identidad. En este caso, la mujer sí encuentra su identidad, el jardín es ese espacio que le da sentido a su vivir y ella está dispuesta a entregarlo para evitar un conflicto entre sus hijos', detalla Simonetti.
El jardín, en este caso, es una metáfora, pero el mensaje que desea plantear Simonetti es que ‘uno no debería dejar que alguien le ponga valor económico a lo que eres en tu vida'.
Para el escritor, quiénes somos o la piel que habitamos es subjetivo y debemos respetarlo primero nosotros mismos, y para ello hay que conocerse. Si uno no sabe quién es, está perdido.
EL JARDÍN DE PABLO
‘Tengo un jardín propio en una propiedad en unos cerros que dan al mar. Reciben humedad de neblina que produce garúa y hace que sea más verde. Busqué este lugar especialmente por esto. Desde allí miro al mar a lo lejos, pero miro un cerro muy verde que está delante mío', detalla.
El gusto por las plantas lo heredó de su madre, al igual que unas camelias, azaleas y rododendros, además de algunos bulbos de narcisos y fresias enanas que se colaron en la mudanza.
Simonetti tiene muy presentes todos los cuidados que su madre prodigaba a estas flores que, a pesar de no estar en el ambiente más adecuado, según sus características, eran absolutamente mimadas por su jardinera con baños varias veces al día en las fechas más calurosas, mucha agua y fertilizantes.
Y a fuerza de interés y estudio, estableció su jardín propio con algunas herencias y nuevas adquisiciones en una casa de campo, su refugio para escribir.
‘Ese es ‘mi jardín', escribo allí, todas mis novelas. Me retiro allí, solo o con mi pareja, sin vida social, realmente enfocado, leyendo y escribiendo, y salgo a caminar por el jardín en la mañana y tarde', explica.
Simonetti allí ha encontrado su lugar en el mundo. ‘Me siento bien en ese estado de concentración, de silencio, de estar entregado a mis personajes y luego poder levantar la mirada y ver mis olivos. Me siento bien en ese apego, en el gozo enorme cuando te abres a la sensibilidad', un ambiente muy difícil de lograr en una ciudad grande y bulliciosa como Santiago. ‘Hay mucho ruido, muchas cosas pasando alrededor tuyo. Allá soy dueño de mi vida, de ese lugar en el mundo que es la literatura, la abstracción'.
Es preciso establecer una búsqueda que permita a cada quien encontrar ese jardín y luego conocerlo, saber cuáles son sus cualidades y sus necesidades, cómo es su ciclo vital.
‘Tu jardín no es solo un lugar de abstracción y ocio, hay mucha responsabilidad involucrada, pero es una responsabilidad amorosa, no pesante. En ese amor hay una expresión de decir ‘este soy yo', y respetarlo', dice.
Y en situaciones complicadas, pensar que no necesariamente estamos maniatados como en la situación con una inmobiliaria
‘Hay que tomar conciencia, responsabilidad y llegar a este lugar que es tu lugar en el mundo, tu lugar metafísico, tu ser', asegura.
UNA BÚSQUEDA PERSONAL
Siendo la búsqueda de la identidad un tema recurrente en su s obras, preguntamos a Simonetti si en el plano personal ha concluido su propia búsqueda.
‘Fui ingeniero civil, hice una maestría, luego trabajé ocho años en una empresa privada y sentía que estaba en un lugar que no era el mío. Eran mundos conservadores en los que la homosexualidad es enfermedad , pecado o delito. En el año 96 me dediqué a escribir, y me mudé con mi pareja, con la decisión de que al que le gustara, bueno; y al que no, qué lástima. En ese momento, encontré mi lugar en el mundo', dice convencido.
Sin embargo, la historia no termina aquí, pues Simonetti está consciente de que ese espacio hay que cuidarlo, y mucho, ‘porque hay muchas tentaciones, sobre todo, en la literatura, y yo sé qué tipo de trabajo quiero hacer'.
‘Si no tienes dignidad, no tienes espacio para plantar tu jardín. No tienes ni dónde poner los pies',PABLO SIMONETTIAUTOR DE ‘JARDÍN'
El autor reconoce que es afortunado, pues con la literatura ha logrado sustentarse, ‘ya no tengo q ue decirle a nadie que soy el q ue no soy, hago lo que me gusta ser, soy el dueño de mi tiempo, imaginación y mente. Trabajo para lo que me emociona, entusiasma y me gusta, no puedo ser más afortunado, pero lo cuido mucho. Trabajo duro , hago todo lo que tengo que hacer para poder tener ese tiempo para mí leyendo y escribiendo en la playa. El resto del año hago otras cosas como complemento, pero lo hago por conservar mi jardín', afirma.
El próximo año, Simonetti cumple 20 años de ese encuentro consigo mismo, ‘con la posibilidad de ser quien soy y no rendirle cuentas a nadie'.
IDENTIDAD Y DIGNIDAD
‘Cuando estuve la primera vez siendo escritor, con mi pareja en un hogar común, dije ‘aquí estoy, por fin llegué, y tenía 35 años. Lucho para que todos podamos llegar a ese lugar sin ser sometidos a servidumbres porque yo me puedo sacrificar por otro , pero no porque me lo impongan', declara.
Para Simonetti, ser gay le produce ‘un sentimiento de orgullo, no solo por la idea de la libertad, sino por los derechos y el sentido de dignidad de las personas gay, lesbianas y transexuales de Chile' y se ha convertido en un activista por el derecho a la diversidad sexual en su país.
‘Pasé toda la juventud tratando de ser alguien quien no era. Por ello es importante vivir con dignidad. Si no tienes dignidad, no tienes espacio para plantar tu jardín. No tienes ni dónde poner los pies', dice.