Este viernes 20 de diciembre se conmemoran los 35 años de la invasión de Estados Unidos a Panamá. Hasta la fecha se ignora el número exacto de víctimas,...
- 08/01/2018 01:00
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Los imaginarios sociales son un sistema –cambiante e históricamente determinado– de ideas, opiniones y formas de ver el mundo, utilizados por los colectivos sociales y sus instituciones para conceder significados transitorios a los hechos que se producen en la vida cotidiana. Éstos moldean la cultura en tanto ayudan a comunicar y conocer parcialmente la realidad mediante metáforas, imágenes y símbolos. Que la foto de Guillermo ‘Billy' Ford reprimido en las cercanías del parque de Santa Ana sea percibida como la iconografía más representativa de la lucha por la democracia, o que el refrán racista ‘indio, paloma y gato…animal ingrato' sea una expresión generalizada y de uso común para referirse a las nacionalidades indígenas de Panamá, no son hechos fortuitos y por el contrario, ejemplifican la manera como los medios de comunicación y los sistemas educativos, por mencionar dos instituciones, (re)construyen imaginarios culturales y sociales que impactan en la forma como nos relacionamos en el mundo.
La insurrección popular del 9, 10 y 11 de enero de 1964, que tuvo como principal sujeto político a las juventudes de la zona metropolitana del país organizadas a través la Federación de Estudiantes de Panamá (FEP), marcó un antes y un después en la memoria y en la identidad colectivas de los panameños; trazó un camino sin retorno cuyo punto de llegada era la consolidación territorial y la conquista de la soberanía plena mediante la ruptura del ignominioso enclave colonial que los Estados Unidos nos había impuesto desde 1846 con el tratado Mallarino-Bidlack, y que posteriormente se definió a perpetuidad en 1903, con la complicidad de algunos de los llamados próceres de la ‘independencia', mediante el tratado Hay-Bunau Varilla.
En el hecho concreto del 9 de enero se sintetizan más de 100 años de luchas sociales, de autodeterminación política, cultural y procesos organizativos impulsados por los sectores populares que conforman el Istmo de Panamá. Desde el Incidente de la Tajada de Sandía, pasando por la rebelión de los cholos libres de Victoriano Lorenzo contra los terratenientes en la Guerra de los Mil Días, la huelga inquilinaria y Acción Comunal; la creación de los partidos Feminista, Frente Patriótico de la Juventud, Socialista y Comunista que representaban a los sectores oprimidos de la época, continuando con el rechazo de los tratados del 47; el movimiento estudiantil del ‘58 que exigía ‘menos cantinas y más escuelas', hasta la Marcha del Hambre y la Desesperación de los colonenses. En todos estos hechos y en la disciplina organizativa y la credibilidad con que contaba la FEP y sus dirigentes, está el fermento de los acontecimientos del 9 de enero de 1964, fecha que debe ser asumida como nuestra verdadera independencia nacional.
Hoy, en medio una profunda crisis de liderazgo y legitimidad política, y ante el oportunismo de algunos sectores de ‘influencers' que intentan utilizar el legado histórico de los mártires para posicionarse como referentes de la juventud actual, vale la pena recordar con más patriotismo que nunca a Maritza Albarca, la niña colonense de 6 meses de edad asfixiada en su propia casa por los gases lacrimógenos lanzados por los soldados gringos; a Rosa Landecho, de 13 años, quien recibiese un impacto de bayoneta en la frente mientras se encontraba en el apartamento donde vivía en el barrio de San Miguel; a Ascanio Arosemena, estudiante de la Escuela Profesional, quien encontró la muerte mientras le brindaba auxilio a sus compañeros heridos por el fuego de metralla, y a todos los 21 que perdieron la vida ese día.
Es imperante mantenerlos en nuestra memoria colectiva como parte de nuestra cultura e identidad: eran jóvenes, eran estudiantes, eran del pueblo, y luchaban por recuperar el territorio, la bandera, las aguas, el cielo, las riquezas, las dignidades que desde 1850 habían sido robadas, pisoteadas y mancilladas por el gringo opresor y sus lacayos nacionales. La cerca sigue en pie. Hoy la suben indígenas, campesinos, mujeres, trabajadores, desempleados, jubilados y estudiantes: la subimos todos. La sube el Panamá desigual y mestizo que ve cómo algunos usan para su propio beneficio la lucha de Ascanio.
COLUMNISTA