“No dejo de oír a la gente pidiendo auxilio, su hilo de voz perdiéndose en la oscuridad y la silueta de un hombre en el techo de su coche alumbrada por...
- 27/06/2021 00:00
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En el año 1965 se publica un libro muy interesante y que desde su título plantea la singularidad de una región. Se trata de Comarca de los manitos. Cuentos de la tierra, tradiciones y costumbres.
Este extenso nombre escogido por el Dr. Rodrigo Núñez Quintero, ocueño (1906-1966) nos introduce enseguida en la pregunta ¿Qué es una comarca? El diccionario nos responde que es una “porción de territorio, más pequeña que una región, que se considera homogénea por diversos factores, como las condiciones naturales o la persistencia de demarcaciones históricas”.
Definitivamente que este párrafo define muy bien los sitios con las condiciones que describe el libro. Encontramos a los manitos en los alrededores de Ocú, un poblado en el oeste de la provincia de Herrera, en el centro de nuestro istmo. En el prólogo del libro nos dice que por allá en sus llanuras predomina el tipo puro español, pero en las zonas montañeras se dio el mestizaje del español y el indio. Eso dio como resultado gente de tez blanca.
Esta característica racial que después se aunara con la forma de vestir, los identificará aún más. En los 12 cuentos y 10 relatos encontramos con detalles la cultura comarcal. Nos van señalando que lo de manito es una abreviatura de hermano. Es una forma amigable y respetuosa de dirigirse a las personas a las que no se trata de tú, sino de usted.
Después se describen sus vestimentas. La camisa masculina, de cuello abierto y solapa, es llamada montuno. Está austeramente adornada y cae por encima de pantalones a media pierna sin ningún tipo de adorno. En sus orígenes la tela para confeccionarlas es de un tejido de algodón cultivado en la comarca.
El manito siempre cargaban un garrotillo para guiar su caballo y el afilado machete dentro de una funda de cuero crudo. Le cuelga al hombro una chácara que la mayoría de las veces era fabricada por los vecinos indios guaymíes, como se les llamaba en los tiempos que salió el libro.
No se sabe cómo esa camisa montuna fue muy popular en los carnavales de la ciudad de Panamá, y se vio como atuendo típico por excelencia. Aunque acá se adornó más profusamente. En ambos casos para los bordados se utilizaron hilos, rojos, azules, amarillos y verdes.
En el relato “La socuela” se describe el auténtico telar ocueño, en el que se generara la tela de la vestimenta. En este cuento el autor despliega su buena pluma y con mucho ritmo y tino describe el reto de dos peones de primera. Es de lo mejor de la obra. Buscando en el diccionario encontramos que socolar es limpiar un terreno por los miembros de una comunidad.
El atuendo de las mujeres era con polleras más sencillas que las de otras regiones, pero adornadas con peinetas de oro tipo sevillano. O con sombreros masculinos y femeninos que son confeccionados por sus propias manos desarrollando una industria muy propia.
El primer relato de la obra, “La bruja de la porcada” nos adentra a la superstición del interiorano por esos personajes mitológicos, como son las famosas brujas y la del perro negro de ojos de fuego que es una representación demoníaca. El protagonista es un mozo valiente, de puñal con empuñadora en cruz al cinto, de sombrero a la pedrada y de bayeta que sirve para abrigar o para proteger el brazo en un duelo contra cualquier rival. Volviendo a pedir auxilio al diccionario nos dice que la bayeta es un manto, trapo, o un lienzo.
También hay otro cuento “El origen del apellido Queso”, de un ladrón de quesos al que dos perros de poderoso olfato descubren. Es gracioso el desenlace.
Se menciona en varios capítulos al santo patrono del lugar, al venerado san Sebastián, un joven cristiano que sufre martirio por múltiples flechazos. Hay otro que relata cómo es la Semana Santa en el poblado, la celebración con palmas en el Domingo de Ramos, y cómo las velas del santo sepulcro en la procesión del Viernes Santo dan pistas de si habrá muchas lluvias. Esos fenómenos atmosféricos son importantes, pues allá la actividad principal es la agricultura.
Es en este relato que nos damos cuenta de que la singular geografía es un factor importante en la cultura de los manitos: las lluvias, los vientos no solo vienen del norte sino del sudoeste, de un callejón eólico que proviene del mar por el golfo de Montijo, se encarama por las montañas de Las Minas y baja a las llanuras ocueñas empujando las nubes preñadas de humedad que derraman bienestar en los campos de cultivos.
En cuanto a la música, resalta el uso cantado de la décima española, con la guitarra, acompañada de la mejoranera, de la bocona. Estos dos instrumentos de diferentes tonos son muy autóctonos. Y en el relato “La mejorana y la bocona” se cuenta cómo a una foránea que quiere bailar en una fiesta y no lo hace bien, le aconsejan que lo haga descalza como las mujeres locales y que se atenga a la guitarra.
El autor describe la música de la región como danzas delicadas, de inconfundible origen español, distintas de los ritmos afroamericanos. También menciona los poblados que rodean como satélites al principal, Ocú. Encontramos a Chupampa, Valle Rico, El Entradero, Los Panamaes y El Cuscus.
Entre las historias lugareñas destacan los duelos entre briosos galanes en la plaza del Tamarindo. En el relato, el autor hace uso de interesantes exageraciones y se encuentra el origen de un dicho muy popular: “anda con la manta arrastrando”. Los duelistas, para su desafío, arrastraban la bayeta para ver quién se atrevía a pisarla.
El famoso ingenio de tío Conejo es plasmado en una maravillosa fábula en la que la fauna del lugar discute si a la esposa del tigre le hiede la boca. “La Tarasca” nos lleva por las quebradas que alimentan al río Santa María, refugios de caimanes que asemejan serpientes de boca grande. He allí el origen de la palabra tarascón, que es la mordida de un animal feroz.
Este libro solo pudo ser escrito por un hombre apegado a su tierra, con mucha experiencia, que no destaca por su elevada literatura, pero sí por lo que refleja: una cultura que es producto de la herencia y de la geografía, la de la Comarca de los manitos, allá por Ocú.
Bueno, la literatura panameña corre el riesgo de perder obras tan importantes como esta que reseñamos, por el paso de los años, por deterioro de sus ejemplares, por la falta de nuevas ediciones. Solo se consiguen escondidas en pequeñas bibliotecas y por supuesto en la Biblioteca Nacional.
Es por eso encomiable que la Asamblea Nacional, por medio de un equipo encabezado por Luis Florez Karika, subdirector de la Dirección de Cultura y Deportes, con el prólogo de Marcos Castillero Barahona y con el apoyo de MiCultura, asuma el compromiso de imprimir nuevamente este libro en el año del bicentenario de la independencia de Panamá de España 1821-2021.