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- 10/07/2022 00:00
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Llegamos a Chugoku Chiho —Región de Chugoku— o la “Tierra media” y el viaje se acerca a su fin. No obstante que está compuesta por las prefecturas de Okayama, Hiroshima, Tottori, Shimane y Yamaguchi el grueso del turismo recae en Hiroshima y Okayama, las dos grandes metrópolis, pero todas cuentan con muchos atractivos.
Korakuen, uno de los tres grandes jardines japoneses, con más de trescientos años de antigüedad fue construido por Tsunamasa Ikeda, señor feudal de Okayama. A pesar de haber sufrido los embates del Muroto Taifu —Tifón muroto— en 1934 y los bombardeos de la segunda guerra mundial, el lugar cuenta con diversas amenidades tales como la casa de té Renchi-ken, lugar de descanso construida a finales del período Edo (1603-1868) con sus hermosas vistas del estanque y su profusión de colores, texturas y formas de la naturaleza. Su opuesto, las Dunas de Tottori, considerada monumento natural de Japón, es la más grande del país con dieciséis kilómetros de largo y dos de ancho. Se puede pasear, ver el mar, andar en camello o hacer sandboarding, es un parque protegido por la ley así que ni se le ocurra llevarse arena de recuerdo, porque en la tienda del Museo de la Arena y en el Centro comercial Sakyu, encontrará todo tipo de souvenirs, algunos hechos con arena de fuera del parque.
Del calor al chapuzón, El cañón de Sandankyo, en otoño lo recibirá el aire fresco, el agua transparente, los cerezos en flor y los diferentes tonos ocre de las hojas; en verano el verdor de los árboles y la frescura del agua apartará el calor de su mente. Ofrece senderos y alquiler de kayaks, la cascada Sandan y disfrutar de las aguas esmeralda en la piscina natural Kurofuchi. El encuentro con la naturaleza termina en Onomichi, exactamente en el Monte Shirataki de la isla Innoshima en el mar interior de Seto —mar entre las islas de Honshu y Shikoku—. En su cima se encuentra el Gohyaku Rakan, setecientas estatuas de arhats —discípulos de Buda que alcanzaron el nirvana— decoración que brinda al turista una vista espectacular al atardecer.
Una visita obligada es el Museo Memorial de la Paz de Hiroshima, dentro del Parque del mismo nombre, la contemplación es necesaria para no olvidar la terrible historia y su visita debe incluir los diversos cenotafios a las víctimas, el impresionante Salón Conmemorativo Nacional de la Paz de Hiroshima y por supuesto, el Edificio del Domo. El recorrido completo le tomará por los menos cuatro horas. Al terminar, puede caminar hasta el Castillo de Hiroshima, construido en 1590, que no sobrevivió al bombardeo atómico, pero fue reconstruido en 1958. Funciona como un museo y cuenta con un mirador en el último piso, además puede dar una vuelta por el jardín de los hibaku jumoku —nombre dado a los árboles que sobrevivieron la bomba nuclear— considerados por los japoneses como un símbolo de esperanza.
Cruce en ferri a la isla de Miyajima, famosa por su torii —puerta que los sintoístas usan como transición simbólica de lo mundano a lo sagrado— flotante y el Santuario de Itsukushima, patrimonio de la humanidad por UNESCO. En marea baja podrá caminar hasta el torii, durante la alta, la vista del santuario y el torii son muy hermosos. En verdad aquí puede disfrutar de otros santuarios, pagodas, templos, jardines, y además, alimentar o acariciar a los venados y comer kaki —ostras— la especialidad del lugar, degústelas crudas, a la parrilla o fritas rebozadas y aproveche en febrero para asistir al Miyajima kaki Matsuri —festival de las otras de Miyajima— le recomendamos un momiji manju, postre relleno de pasta de frijoles dulces con forma de hoja de arce —momiji—. Y si bien ya hablamos del okonomiyaki, debe saber que existen dos estilos, el de Osaka y el de Hiroshima, por lo que no puede pasar por alto la oportunidad de visitar Okonomimura —Aldea Okonomide— una plaza que después de la guerra albergó muchos puestos de okonomiyaki que se han convertido en restaurantes.
Para los amantes de los animales hay dos lugares especiales, la isla de Okunoshima —Isla de los conejos—, era una base militar donde se fabricaba gas venenoso, ahora cuenta con una gran población de conejos silvestres y edificios abandonados que permiten apreciar el contraste entre lo que hacían los humanos y los residentes actuales. Al terminar puede tomar el Neko no Hosomichi —camino de los gatos— cerca del templo Senkoji, decorado con imágenes del fukuishi neko —gatito de la buena suerte dibujado en piedra—, de ahí su nombre y cuenta con cafés y bares. Después del descanso continúe al parque y Templo Senkoji de más de mil años por sus vistas panorámicas envidiables, en temporada de cerezos en flor maravillan a los visitantes los más de mil quinientos árboles que adornan el lugar.
Del Budismo al Sintoísmo, el Santuario de Kibitsuhiko se cree que fue construido por el emperador Nintoku-tenno en el siglo tercero, espléndido ejemplo del Kibitsu zukuri —Arquitectura estilo kibitsu— y su inmenso corredor de trescientos sesenta metros de largo. Tanto el edificio —honden—, la sala de oraciones —haiden— y el corredor, son considerados una importante propiedad cultural. Dedicado a Okibitsuhiko no Mikoto, quien instauró la paz en kibi al matar al demonio Ura. Es probable que la leyenda de Momotaro no Onitaiji haya surgido de ésta.
Y si de leyendas se trata, hay una calle en Sakaiminato que será del agrado de los fans del popular mangaka —dibujante de manga— Shigeru Mizuki quien nació en dicha ciudad, en la Mizuki Shigeru rodo —Calle Mizuki Shigeru— y reconocerá las estatuas de sus personajes preferidos.
Finalizamos con Hanami Gatabochi, el lugar en que nos encantaría descansar eternamente. Un cementerio con más de veinte mil tumbas a la orilla del mar que en agosto durante el Obon matsuri —Festividad que honra a los ancestros— sus linternas de piedra se iluminan creando una hermosa imagen que se acompaña del sonido cuando rompen las olas.
Agradezco a Masatoshi Watanabe que ha revisado y corregido cada uno de los artículos por región.
El autor es Catedrático de la Universidad de Panamá y Doctor en Comunicación Audiovisual y Publicidad.