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- 22/10/2020 00:00
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Cáncer, solo escuchar esta palabra genera gran nerviosismo y ansiedad; es un término que solo con oírlo crea una percepción de muerte y desasosiego, adicional a que es sorprendente saber que según registros de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el cáncer es la segunda causa de muerte en el mundo solo superada por patologías relacionadas con cardiopatías isquémicas y el accidente cerebrovascular. Solo en 2015 se registraron alrededor de 9 millones de defunciones asociadas a esta enfermedad, lo que representa alrededor de una de cada seis defunciones.
Conociendo estos datos que resultan en gran manera sorprendentes y hasta aterradores, es importante señalar que alrededor del 30% de las muertes producidas por cáncer se deben a cinco factores de riesgo, los cuales han sido catalogados como comportamentales, alimenticios o nutricionales, que pueden ser evitados teniendo en consideración estilos de vida saludables. Estos factores son índice de masa corporal elevado (IMC) por una inadecuada alimentación, consumo insuficiente de frutas y verduras, falta de actividad física y consumo de tabaco y alcohol.
Debido a la gran incidencia de esta enfermedad, la cual origina un enorme impacto económico a los sistemas de salud a nivel mundial, y que han sido calculados en alrededor de $2 billones en 2017, se realizan enormes esfuerzos a nivel científico a fin de lograr desarrollar una cura para la misma o sencillamente un paliativo que alargue el tiempo de vida de los pacientes que la padecen.
El cuidado paliativo se desarrolla no con la finalidad de curar el cáncer, sino de aliviar los síntomas que causa y mejorar la calidad de vida de los pacientes y de sus familias. Puede ayudar a los enfermos a vivir más confortablemente y es una necesidad humanitaria urgente para las personas de todo el mundo aquejadas de cáncer o de otras enfermedades crónicas mortales.
Por otro lado y en la misma línea de investigación, han sido desarrolladas terapias génicas, tratamientos utilizando radio y quimioterapia, aparte de cirugías, que cada vez son menos dolorosas e invasivas, y más recientemente el uso de la biología molecular para la determinación de la posibilidad o predisposición genética a padecer esta enfermedad; esto es un enorme avance en el área del diagnóstico clínico que permite establecer una valoración temprana y así incrementar la eficacia del tratamiento utilizado.
Pero “padecer cáncer representa en la actualidad una sentencia de muerte”, esta es una aseveración que cada vez pierde relevancia y validez, pues muchos de los individuos a los cuales se les realiza un diagnóstico de esta enfermedad, desarrollan de manera paralela un ferviente anhelo por la vida, por luchar en contra de esta enfermedad, por vivir la vida valorando día tras día el enorme privilegio que sin duda es ver la luz de un nuevo día.
Esta percepción idealista de la vida lleva a los pacientes de esta enfermedad a desarrollar en su actividad cotidiana principios como el de la perseverancia “insista, resista, persista y nunca desista” y a convertirse en ejemplos a seguir, pues valoran en gran manera cosas tan cotidianas como la familia, los amigos, el trabajo, el amanecer, el destello de los rayos del sol, la noche y sus estrellas, respirar, o sencillamente vivir; pero más aún, conciben su diario existir sabiendo que hay una esperanza de vida aun padeciendo de esta enfermedad.