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- 19/06/2016 02:00
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La mirada es la forma más rápida de saberlo todo de una persona sin apenas conocer nada sobre ella. He podido contemplar las de cientos de personas a lo largo de mi corta existencia, pero si hay una de la que no puedo olvidarme, ésa es la de Miguel de la Quadra Salcedo.
Un toque de ilusión, con la fuerza que le caracterizaba en su empeño en realizar grandes empresas, formaban parte de un retrato en el que siempre dirigía su vista hacia el lejano horizonte, tratando de vislumbrar lo que nadie ha contemplado, buscando saber más y llegar más lejos.
Gracias a ese espíritu, nació, entre miles de reportajes y hazañas, su gran proyecto, el resumen de un estilo de vida ilustrado y luchador, para tender puentes entre ambos lados del Atlántico, sirviéndose del ave de la libertad para crear la Ruta Quetzal.
Esa obra supo volar, como su ave estandarte, convirtiéndose en los vientos Alisios de miles y miles de jóvenes que participaron en ella.
Unos vientos que impulsaron a Cristóbal Colón hace algo más de cinco siglos en su búsqueda de una nueva ruta hacia el lejano Oriente y hoy invitan a toda la comunidad rutera a soñar, a buscar nuevos límites y a compartirlos.
La ruta llegó a mi vida con quince años, cuando un chico que apenas había dormido un par de noches lejos de su familia se fue a las selvas de la Serpiente Emplumada, para formar parte de la mítica expedición Ruta Quetzal, recorriendo Guatemala, Belice y México.
Hoy, tras haber vivido ocho inolvidables experiencias junto a Miguel, miro atrás y veo que mi camino es el que es gracias a este programa y a las personas que conocí en él.
Han pasado tres años desde mi última participación, pero esos vientos Alisios, bajo la forma del espíritu del quetzal, siguen impulsándome para soñar con nuevas metas, disfrutar de cada momento, seguir conociendo cada rincón del planeta, sin dejar de luchar por un mundo mejor.
Aprendí a reírme en auténticas situaciones caóticas, a llevar mis límites más allá de lo esperado y, lo más importante, a descubrir esa visión periférica que nos muestra que no estamos solos en el camino.
Pero también descubrí que hay que dejar hueco al arte de improvisar, aprovechando el aquí y el ahora, como la noche en que Miguel sugirió, en el Monasterio de Leyre (Navarra), hacer una caminata no programada a la luz de la luna, hacia la fuente de fray Virila.
Era especialista en regalarnos noches mágicas, como también aquella en la que nos dirigió en la conquista el castillo de Gormaz (Soria) para dormir al raso en sus dependencias.
Siempre tenía presentes las bonanzas de Colombia, México, Panamá... su querida América, con esos universos de color, olor y sabor que tanto desconocemos en Europa.
Nunca olvidaré esa perfecta descripción del inicio de una tormenta en la selva, haciendo valer el símil de una vieja locomotora de tren que se acerca con paso firme a la estación.
Aborrecía los grandes lujos, en ese mensaje de austeridad que nos incitaba a ‘bajar el techo de nuestras necesidades', porque para él, los grandes placeres de la vida eran de otro tipo, como escuchar a mi amigo Carmelo Vale hablar quechua, o a Aracely Nuni cantar el Ave María Guaraní.
Miguel tenía la ilusión de que nuestra ruta llegue hasta el año 2092, para celebrar el VI Centenario del primer viaje de Cristóbal Colón. No sé si será posible, pero estoy seguro de que sobrevivirá a través del mensaje que sus ruteros fielmente regalaremos a nuestros descendientes.
Nos queda la satisfacción de que el gran aventurero seguirá viajando a lo largo y ancho del planeta gracias a esa semilla del viaje que plantó en todos nuestros corazones.
Lo vamos a echar de menos: ahí estaba siempre para sorprendernos y recordarnos que la felicidad nos espera a la vuelta de la esquina.
Pero más que llorar, prefiero pensar lo bueno que es haberlo conocido y haber aprendido tanto de él: a los españoles nos enseñó a amar al continente hermano, América, y a los americanos les presentó a sus compañeros del otro lado del océano; gracias a él emprendimos una senda de unión y complicidad.
* Participante en ocho expediciones de la Ruta Quetzal
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‘Miguel tenía la ilusión de que nuestra ruta llegue hasta el año 2092, para celebrar el VI Centenario del primer viaje de Cristóbal Colón. No sé si será posible, pero estoy seguro de que sobrevivirá a través del mensaje que sus ruteros fielmente regalaremos a nuestros descendientes'.