La República de las Islas Marshall ha creado su primer santuario marino para proteger dos ecosistemas vírgenes alrededor de los atolones Bikar y Bokak,...
- 06/10/2018 02:00
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Siempre quise tener un mejor ombligo. No es que el mío estuviese mal, pero uno tiene derecho de aspirar a algo mejor. Lo que no sabía era qué tan difícil sería conseguir el indicado. No es lo mismo comprar un ombligo que agrandarse los senos o cambiarse la sonrisa.
Lo de los senos fue fácil, solo le dije al doctor, las quiero más o menos así, y de esta talla y él sacó de un cajón los implantes. Se sentían tan gelatinosos. Soñaba con esos senos de estrella porno. A las semanas, casi no se notaban las cicatrices. Comencé a reír más, sí, era una felicidad cada vez que me miraban en la calle, y miradas aquí, miradas allá. Entonces comencé a reír frente al espejo, ya sabes, esa sonrisa que imita a los comerciales, que imita a las parejas perfectas de telenovela, pero no era esa mi sonrisa. Algo no encajaba, no sé si era el brillo, o el tamaño, o la alineación, o todo junto. Me embargó una sensación intensa, compulsiva, obsesionada con la pulcritud bucal.
Para no arruinar la satisfacción por mis senos, fui al dentista. Le conté lo que buscaba y me mostró el catálogo de sonrisas. Eso sí fue un dilema. Qué variedad, qué perfección, qué blancos más blancos. Los rasgos tan bien definidos. Por el precio ni preguntes. Le dije al doctor que la quería inmediata, que no estaba dispuesta a esperar un día más. Esa misma noche estaba cenando sin necesidad de velas, solo con el resplandor de mis dientes.
Me dije pues: senos nuevos, sonrisa nueva, es hora de ir a la playa. Cuando todo parecía perfecto, noté por primera vez, mientras me probaba los biquinis, que algo en mi vientre deslucía. Ahí estaba cualquierucho y apocado. Se había quedado pequeño. Tal vez un tanto oblicuo, desganado, fuera de tono. No había más remedio, necesitaba otro ombligo.
‘En la tienda me preguntaron si lo quería nacional. Yo, con una mano en el pecho le dije que jamás, del patio, nada. Me mostraron los hechos en Colombia, elegantes y económicos, aunque la demostradora me confesó que los hechos en China eran de igual calidad y mejor precio, que por el momento, no tenían en inventario...'
En la tienda me preguntaron si lo quería nacional. Yo, con una mano en el pecho le dije que jamás, del patio, nada. Me mostraron los hechos en Colombia, elegantes y económicos, aunque la demostradora me confesó que los hechos en China eran de igual calidad y mejor precio, que por el momento, no tenían en inventario y que estaban a la espera de un contenedor proveniente de Shanghái que le llegaban en quince días. Le dije mientras me quitaba las gafas lentamente, de China nada.
Continuó con los americanos, de fino diseño y un precio razonable, tal vez porque solo otorgaban tres años de garantía, es decir, eran casi desechables. Me explicó con muchos detalles que, si había algún problema con el ombligo, solo debía presentarme a un distribuidor autorizado y hacían la devolución inmediata. Me recalcó que no devolvían ombligos perforados y que debía guardar la envoltura.
Sin duda los alemanes eran los mejores. Ofrecían garantía de fábrica por cincuenta años. Eran capaces de estirarse o encogerse veinte libras hacia arriba y veinte libras hacia abajo, resistentes a los cambios bruscos de temperatura, y a cualquier tipo de perforación. Impagables para muchos. Pero yo, yo sí puedo darme esos lujos.
Le indiqué a la chica el que me gustaba (después de un par de horas escogiendo y probando). Era especial, único, tailor-made. Me dijo que podría haber una pequeña variación en los tonos de piel, y que con el tiempo podría opacarse levemente. Y yo, aérea, feliz con mi ombligo. Ni muy grande ni muy chiquito, ni cuadrado ni redondo, ni profundo ni llano, es perfecto, justo lo que buscaba, así que no le presté atención. Ahora que lo veo bien, a plena luz del día, creo que está un poco claro, parece un punto blanco en medio de mi abdomen. Ni modo, no voy a deprimirme por eso. Mañana mismo voy a que me aclaren la piel.
INGENIERO NÁUTICO, EGRESADO DEL DIPLOMADO DE CREACIÓN LITERARIA
GERARDO BÓSQUEZ IGLESIAS
Autor emergente
Nació en la ciudad de Panamá. Es Ingeniero Náutico.
Actualmente labora en el sector de gestión de operaciones marítimas. También ha laborado como profesor en universidades y centros de formación marítima en la República de Panamá.
Egresado del Diplomado en Creación Literaria (2017). Ha publicado cuentos en los libros colectivos Doce por trece y Esto, aquello, lo otro y lo de más allá . Cursa taller avanzado de cuentos con el profesor y escritor Enrique Jaramillo Levi.