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- 20/04/2023 00:00
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Uno de los requisitos para interesarme en una series es: ¿Hizo que olvidara mi teléfono? Parece algo sencillo, pero con las múltiples distracciones entre reels, tiktoks, imágenes y noticias, el tiempo de atención que brindamos a las series es cada vez menor, por lo que cada minuto de estas cuenta para capturar a su audiencia y para hacernos sentir involucrados en su historia. Así me sentí con este nuevo trabajo del director coreano Lee Sung Jin en Netflix.
La productora independiente A24 continúa dando de qué hablar tras su racha de victorias en los premios Óscar de este año, pero ahora en el formato de series con su nuevo título: Bronca (Beef, en su idioma original). Esta sigue la historia de Amy (Ali Wong), una empresaria en el área de las plantas domésticas de clase alta con una vida de exigencias y reuniones que se estrella con Daniel (Steven Yeun), un contratista de clase media que vive para llenar las expectativas de su familia coreana, cuidar a su hermano menor y tratar de sobrevivir en el pesado mundo social de Los Ángeles.
El primer encuentro de ambos es tras una persecución en auto donde Daniel y Amy –aún sin verse– van por las calles de los suburbios en una acalorada carrera que termina en daños a la propiedad privada. Tras este primer momento descubrimos que ambos llevan vidas que los asfixian y el enojo, la impotencia y la inseguridad son constantes con las que luchan para sobrellevar el día a día. Sin embargo, tras un segundo encuentro para nada amigable, ambos se convierten en el objetivo de sus descargas de ira cuando el resto de sus vidas se vuelve incontrolable.
A medida que avanzamos en sus 10 episodios, la miniserie se vuelve más caótica, más graciosa y más introspectiva, siendo un cambio interesante en la fórmula de hacer series para el streaming de Netflix.
Con una cinematografía impecable por parte de Larkin Seiple, la cámara encuentra formas de crear contrastes reveladores que hacen que las acciones de los personajes los haga parecer aún más desesperados, ensimismados y pequeños. La cámara observa a ambos personajes con un agudo sentido de su angustia emocional, creando espacios donde reina el desastre, no solo en lo visual, sino en lo emocional.
La diseñadora de producción Grace Yun destaca en el posicionamiento de todos los objetos, artículos domésticos, pinturas y decoraciones en los sets tanto de Amy como de Daniel. En los espacios de Amy hay una falta de color, acentuada por la iluminación que hay en todo momento, causando un estilo monocromático, y también con ausencia de fallas. Mientras que con Danny, su casa se encuentra en constante falta de control, sumido en el desorden y en la luz del día con mucha calidez, lo que puede tornarse asfixiante sin un equilibro entre lo fluorescente y lo frío. Esto nos da a entender que para Yun todo, sin importar la escena que sea, tiene que sentirse como un desastre.
Durante la primera mitad de la serie conocemos más a Danny, Amy, Paul (Young Mazino), George (Joseph Lee), Isaac (David Choe) y Jordan (Maria Bello) quienes se convierten rápidamente en personajes importantes en las historias de Danny y Amy, siendo tanto espejos como obstáculos para ambos en las situaciones laborales y familiares a las que se enfrentan. Algo ingenioso dentro del guion de la serie es el uso de los prejuicios sociales dentro de las comunidades asiáticas representadas; pero no como un objeto malicioso, sino como un punto compasivo y realista que hace que la comedia se torne aún más oscura y un tanto satírica.
Vemos a Danny obsesionado con ser un hombre exitoso para complacer a sus padres y ser reconocido por sus talentos, pero sacrificando por esto sus oportunidades de felicidad al enfocarse en el trabajo y la riqueza. Amy, por su parte, vive obsesionada con la riqueza porque considera que es lo único que mantiene su familia a flote, entonces se demanda más trabajo y pone en riesgo su matrimonio y su relación con su pequeña hija June, a la vez que finge una sonrisa ensayada en cada reunión y conversación con terceros.
“No te has fijado que quienes tienen dinero son los únicos que actúan como si no fuera algo importante”, comenta Amy en un momento de la serie, lo que deja resonando en la audiencia los quiebres en una crianza basada en el éxito y en salir adelante por cualquier medio necesario para hallar la felicidad en la estabilidad completa.
Así, a manera de antítesis, la serie nos confronta con la frase “toda persona llega a tu vida por una razón”, que muchas veces es considerada positiva, pero que Sung Jin lleva hacia el camino del caos. Bronca propone el escenario aterrador en el que un momento único en la vida podría resultar en encontrar a tu enemigo mortal, y la aterradora posibilidad de que alguien –a quien nunca hemos conocido antes– pueda cambiar nuestras vidas para peor.
Amy se enfrenta cada vez más a su esposo distante y lidia con las bajas de su vida laboral, al mismo tiempo que se enfrenta en venganzas infantiles contra Danny. Sin embargo, pese a tener una casa lujosa y una vida financieramente cómoda, Amy ha estado demasiado ocupada manteniendo a su familia para disfrutar de la vida que ha construido. Y Jordan, la dueña de una corporación que busca comprar el negocio de Amy por millones de dólares –cosa que le daría espacio para relajarse– la evade más, aprovechando el trato para que Amy haga lo que le pida, a pesar de que ya hay muchas personas en la vida de Amy (su esposo, su hija, sus empleados) que le sobreexigen como parte de su “deber”.
Cuanto más aumentan Amy y Danny su enemistad, más vulnerables se vuelven los miembros de su familia. Así lo deja ver Amy en un momento de lucidez: “Es egoísta que las personas rotas esparzan su... sufrimiento”. Por lo que Amy y Danny, sin darse cuenta, se distancian de sus seres queridos, en un esfuerzo por mantener en secreto su creciente guerra, e irónicamente Amy y Paul entrelazan cada vez su vida en la del otro.
Para el final de la serie, que incluye acción, balas y una dramática caída hacia el fondo de un cañón el sur de California, vemos que la relación entre Amy y Danny evoluciona más allá del odio que han nutrido en nueve episodios, y que conectan a través de un simple acto: escuchar. Al borde de la muerte tras un intento de robo fallido, Amy conversa con Danny sobre su incomodidad con su esposo George, de cuánto odia su arte y cómo su matrimonio nunca se sintió un lugar seguro para ella, mientras Danny habla sobre no poder ver a su hermano como el hombre que es, sino como el niño que recuerda y sus planes fallidos para cuidarlo.
De forma poco ortodoxa y que debería venir con una advertencia de “no intentar esto en casa”, ambos personajes se dan cuenta de las similitudes en sus vidas, pero el viaje ha sido largo, cansado y aún hay resentimientos arraigados entre ellos.
Como consumidora de series en las que los enemigos abundan, la rivalidad entre estos personajes y sus vidas construye una de las mejores historias para una miniserie en los últimos años: honesta, sin pretensiones y realista, hasta caer en cierto punto de crueldad, pero que no raya en lo sociopatía, sino que funciona como un termómetro para la actitud de los espectadores.
Sung Jin crea un espacio donde el enojo y la venganza no son el mal, sino el canal por el que se transmite el mal causado por la soledad, los abusos y el cansancio mental y emocional que muchos sufren día a día en sus propias vidas. La inclusión de la espiritualidad cuando vemos a Danny ir a la iglesia por primera vez en años y derramar sus emociones me dio esperanzas de desarrollo en su personaje, pero el manejo de Sung Jin en no realizar una transformación completa de Danny fue acertada, pues la tensión es la columna de la serie, y aunque me gustaría ver a un Danny cambiado y feliz, el final de la serie es satisfactorio en dejar espacios sin llenar, porque al final, así es la vida.
El director comentó en una entrevista a medios estadounidenses que, pese a no haber discusiones sobre la expansión de la serie, la creó para una extensión de tres temporadas. “Simplemente creo que hay mucho que explorar en la historia de Danny y Amy”, indicó. Con Bronca, Sung Jin y su elenco estelar han creado una historia humana y casi novelesca sobre el costo de la ira, el narcisismo y el trauma no abordados. Es divertida, es desgarradora y es excepcionalmente original al retratar a dos personas dañadas que se encuentran en el espejo tras una pelea aleatoria en un estacionamiento.