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Antonio Ledezma: 'El Estado comienza a cojear cuando las instituciones pierden su autonomía; cuando no hay contrapeso'
- 21/01/2023 00:00
- 21/01/2023 00:00
Antonio Ledezma, político y exalcalde metropolitano de Caracas, habla tajante de temas como la corrupción, la transparencia y la democracia, desde el exilio. Una realidad que enfrenta desde España, donde se estableció en 2017, luego de escapar de un arresto domiciliario impuesto por el Gobierno venezolano, en 2015.
Pero la conversación que esta vez nos ocupa, ocurre en Panamá, país que ha visitado con emoción para promocionar su nuevo libro, El presidente que murió dos veces, inspirado en la vida de Carlos Andrés Pérez, expresidente y líder del partido político Acción Democrática.
En este encuentro nos ha quedado tiempo para analizar la escena sociopolítica regional, el papel histórico de Panamá y EE.UU. en materia de geopolítica con Venezuela, el protagonismo de la juventud en los procesos electorales y el camino para el rescate de la democracia y la confianza en las instituciones; porque está totalmente convencido de que el Estado se debilita cuando “una contraloría no controla al poder ejecutivo, cuando una fiscalía no actúa como parte de buena fe, sino que se presta a instrumentar medidas o dictámenes que pongan en peligro el estado de derecho que debe prevalecer en un país”.
La génesis histórica no se puede obviar a la hora de hacer el balance. Es importante precisar de dónde venimos y cómo nos hemos cruzado los panameños y los venezolanos en las luchas independentistas, donde precisamente se dio el Congreso Anfictiónico y la unificación de los de los pueblos americanos que estaban clamando su libertad y precisamente, el hombre que da lugar a este libro, que es El presidente que murió dos veces tuvo un papel importante al lado del general Omar Torrijos para que Panamá recuperara el control de su Canal. Fueron esos encuentros entre criados que venían de Venezuela a Panamá o de los que eran expulsados de Panamá y se refugiaban en Venezuela lo que dio lugar a estas implicaciones, a estas solidaridades que se inspiran en ese dicho popular: “Hoy por ti y mañana por mí”.
Ahorita es el momento de que los buenos asuman responsabilidades, en la medida en que los ciudadanos tienen buenas intenciones, buenas costumbres, buenos hábitos y las mejores disposiciones, no solo de luchar por sus derechos, sino también para cumplir con sus obligaciones. Le suelen decir a los jóvenes: 'No se metan en política, no se ensucien', pero resulta que la política es una disciplina de muy noble aspiración; así que asuman la actividad política con pasión, con ilusiones, no se dejen expropiar las esperanzas porque podemos renovar los partidos políticos y esos partidos políticos son competitivos, tienen líderes que trabajan al lado de la gente que no se limita a usar las redes sociales, porque la cercanía del abrazo, el apretón de mano, el saludo directo, la visita a la casa de los ciudadanos, la conversación con el obrero, no lo sustituyen Instagram o Twitter.
Todos los ciudadanos tienen que asumir responsabilidades para recuperar la confianza en la democracia y la ética. Por ejemplo, en Venezuela la gente terminó en los brazos de un golpista que dejó falsas ilusiones, se convirtió en un falso mesías, y la gente también tiene una cuota de responsabilidad porque puso las riendas de las instituciones de la República en el control de alguien que había intentado derrocar un régimen constitucional. Esa prédica de si este o aquel es responsable de hechos de corrupción, 'pero me dejan meterme dinero en el bolsillo', tiene que ser erradicada, porque las virtudes de la democracia son la decencia, la transparencia, la rendición de cuentas y el manejo cristalino de los recursos públicos que le confían a los gobernantes.
Persistir, porque rendirse no es una opción. En medio de las adversidades siempre hay que levantarse, parafraseando a Winston Churchill: lo único útil es ser optimista, el pesimismo no conduce sino al desvanecimiento del ánimo. Por eso hay que evitar que se terminen de desmoronar la esperanza y la fe de la gente, que son instrumentos indispensables para ganar cualquier batalla. La política es dinámica y Venezuela ha sufrido esos embates de desencanto y frustraciones, pero la gente no se rinde; hay venezolanos que siguen marchando en Venezuela, siguen desafiando la represión, siguen exponiéndose a que los apresen, porque en Venezuela no hay libertad de expresión; en Venezuela opinar es un delito. A mí me acusaron de traición a la patria por haber hecho una declaración y pidieron para mí 26 años de cárcel. Además de no tener libertad de expresión, no hay derecho de propiedad y tenemos un país con más del 90% de la población sumida en la miseria. Tenemos a una tercera parte del país en el destierro, ya la diáspora va camino a 8 millones de venezolanos que están regados por todo el mundo, incluido Panamá. La diáspora de Venezuela equivale a la población de por lo menos 135 países del mundo, así de inmensa e insondable es la catástrofe que tenemos en el país, y la que estamos llamados a superar con esfuerzo, sacrificio y con la comprensión y el respaldo de la comunidad internacional.
Lo que no pueden hacer es confundir las sanciones con amagos, porque entonces se desvanece la fuerza de esas medidas con las cuales se busca acorralar un régimen que ha convertido al Estado venezolano en un Estado forajido y un Estado fallido al mismo tiempo. Fallido porque las instituciones en Venezuela no funcionan, son parapetos o mamparas que el régimen utiliza a su leal saber y entender. En Venezuela no hay tribunales de justicia, lo que hay son jueces disfrazados de magistrados con toga y birrete que actúan como sicarios del régimen para dictar medidas de aprehensión, medidas de expropiación, para judicializar los partidos, para arrebatarle las rotativas a los medios impresos. Al mismo tiempo es un Estado forajido porque estamos en manos no solo del hampa común, Venezuela también es la guarida de los guerrilleros de Colombia, de las FARC, del ELN. En Venezuela operan a sus anchas los tentáculos de los narcomineros sacando oro; en Venezuela operan los carteles de la droga de Colombia, Bolivia, Perú, México pero también los de factura venezolana porque se ha creado ya el Cartel de los Soles y allí lo que pedimos no solo a Estados Unidos es: un cerco antinarcótico; si van a ofrecer una recompensa por la captura de Maduro de $15 millones vinculándolo con el narcotráfico, no caigan en contradicciones que dejan mucho que desear y confunden a la comunidad internacional. Tenemos que entender que con esa corporación criminal no hay diálogo que valga.
Instituciones sólidas. Si no las hay, no funciona bien el Estado. El Estado comienza a cojear cuando las instituciones pierden su autonomía, cuando no hay contrapeso, cuando una contraloría no controla al poder ejecutivo, cuando una fiscalía no actúa como parte de buena fe, sino que se presta a instrumentar medidas o dictámenes que pongan en peligro el estado de derecho que debe prevalecer en un país; porque sin seguridad jurídica no hay gobernanza, gobernabilidad, estabilidad política ni confianza, que es la clave para que pueda progresar económicamente cualquier país del mundo.
Además de esas instituciones a las que hago referencia, necesitamos una sociedad que tenga un alto sentido de responsabilidad. No me refiero a ningún país, no quiero entrometerme en la vida política de Panamá, pero me refiero a que hay sociedades en las que celebran por lo alto a delincuentes de cuello blanco y se les rinde pleitesía, donde la gente llega incluso a entonar ese estribillo que produce escalofrío: “No importa que roben, pero que hagan”, o “no importa que roben, pero que compartan”... esto es muy triste. Y son comentarios que habría que erradicar del vocabulario de cualquier sociedad que aspire a disfrutar de una auténtica democracia; si no se castigan los hechos irregulares, por supuesto que otros vendrán a emularlos porque hay complicidad y hay impunidad.
Este libro es un resumen que puede ser de utilidad para cualquier comunidad de nuestros continentes: para la familia, para mujeres, para los hombres de Panamá, pero muy especialmente para los jóvenes. Mi intención no es que se sumerjan en la melancolía del pasado, sino que puedan disfrutar estos episodios que protagonizó Carlos Andrés Pérez décadas atrás, para tener algunas luces que les permitan iluminar ese futuro del cual van a ser responsables. Esta obra es la vida de un hombre que luchó por las instituciones; Carlos Andrés Pérez sabía y estaba consciente de que le estaban dando un golpe de Estado no con las armas del Ejército, sino con el mal uso de los tribunales de la República; sin embargo, prefirió sacrificarse a sí mismo por aquello de que los hombres somos circunstanciales, somos pasajeros, y lo que debe prevalecer en el estado de derecho es la democracia. En segundo lugar, las obras: Carlos Andrés fue un hombre visionario, que puso en marcha una serie de proyectos reformistas y modernizadores de la economía venezolana; llegó a la conclusión de que la educación era la clave para pasar del país rentista al país progresista, sembrando el petróleo mediante el plan de becas que ha hecho posible que más de 100.000 venezolanos se pudieran formar en las mejores universidades del mundo, no solamente pensando en la idea de que un joven se graduara de ingeniero o de matemático, de filósofo o de dramaturgo, sino que además, al regresar a Venezuela con el título universitario de Francia, Alemania, Rusia, China, Japón, Estados Unidos, también regresara con hábitos, con nuevas culturas, conociendo las civilizaciones porque esto es un mundo en el que la globalización no debe limitarse al tema mercantilista, sino incluir el intercambio de procesos que tienen que ver con el desarrollo que se está dando en la humanidad.
Cuando se dio el tema de la lucha por el Canal de Panamá, el presidente venezolano Carlos Andrés Pérez tenía la preocupación de que el general Torrijos cayera en los brazos del castrismo y por eso comenzó a interactuar, dialogando con el general Torrijos. Al principio, el general Torrijos estaba reacio a llegar a acuerdos con el presidente López Michelsen de Colombia, porque también en Colombia tenían pretensiones históricas sobre el control del Canal de Panamá, y la tarea a la que se dedicó el presidente Pérez fue a la de convencer a López Michelsen de que ese Canal era realmente de Panamá; de manera que Colombia tenía que ceder... por eso fue a Bogotá, habló con el presidente, se llevó al general Torrijos a Puerto Ordaz, en el estado Bolívar (Venezuela) y allí fueron fraguando después de hablar y de vencer argumentos para llegar a esos acuerdos que ahora hacen de Panamá un país soberano en el control de su Canal.
Sí, está en Amazon, no solamente este libro, también la obra que escribí en el año 2019, De dónde venimos y hacia dónde vamos, que es un resumen histórico de Venezuela y una manera de compactar las causas y consecuencias de la catástrofe humanitaria que estamos viviendo y me atrevo al final a presentar algunas alternativas para darle un acento de optimismo. También está el libro La tumba, donde narro cómo fue mi fuga de la prisión después de más de mil días, también todo el proceso de persecución política que ha dado lugar a que Nicolás Maduro y sus mafias estén siendo actualmente investigados en la Corte Penal Internacional por crímenes de derechos humanos.