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- 08/08/2021 00:00
- 08/08/2021 00:00
“La música apacigua a las bestias”, o eso dicen; lo que sí es cierto es que posee la cualidad de transportarnos a lugares, a recuerdos, eventos pasados y activar sentidos como el olfato. Ah, pero la música de las series de anime ha tenido un largo recorrido y ha evolucionado de ser un mero acompañamiento a formar parte intrínseca de la fábula que se narra.
A veces el texto y el sonido no se llevan muy bien, pero la letra de una canción sí: “Si me buscas tú a mí, me podrás encontrar, yo te espero aquí, este es mi lugar....”. Muchas de las personas de mi edad, y probablemente hasta 15 o 20 años menos, le habrán puesto música al párrafo anterior; disfrutamos las entradas o salidas del anime en los canales de televisión con que crecimos, se encuentran grabadas en nuestra memoria y cuando se escuchan, nos inundan de gratos recuerdos.
Es prácticamente imposible evocar cada uno de los episodios de las que fueron –y en ocasiones siguen siendo– nuestras series favoritas; sin embargo, su entrada musical nos lleva a rememorar hechos que nos marcaron: la pequeña que gana el corazón de su abuelo, el robot gigante que derrota al malo de turno o la muerte de un personaje que nos gustaba.
Desafortunadamente no siempre fue así, en un principio la música que llegó a nuestras pantallas había sido sustituida totalmente por otra como en “Marino y la patrulla oceánica” (Kaitei shonen marine, 1969), o instrumentalizada para eliminar las voces japonesas como le sucedió a “Meteoro” (Mahha go go go, 1967) y a “Kimba, el león blanco” (Janguru Taitei, 1965) doblada al español con letra y música completamente diferentes al original.
Si bien es cierto que el producto estaba destinado a diversas audiencias en su país de origen, por mucho tiempo no se tradujeron las canciones con las que iniciaban las “cómicas”, simplemente se les cambiaba la pista musical y poco más. La falta de meticulosidad de las distribuidoras y la poca supervisión de los creadores parecía no afectar al mercado, pero en ocasiones era la compañía productora la que se esforzaba porque su producto funcionara en el extranjero, tal fue el caso de Tatsunoko Productions que para la serie “Yam yam y el genio” (Hakushon daimao, 1969) contrató a Mitsuko Horie, la cantante original de “Akubi Musume” (la chica akubi) para que interpretase en español la serie que se vería en Latinoamérica.
Algo increíble sucedió al final de la década de 1970, las distribuidoras que compraban anime en EE.UU. y doblaban para su venta en Latinoamérica comenzaron a adaptar y musicalizar las entradas y salidas de las series –de un minuto o menos–, de manera que resultaran atractivas para los niños, su mercado principal. Los ritmos y letras se alejaban en su mayoría de las japonesas, pero eran pegajosas y los niños las gozaban y se aprendían las de sus series favoritas.
En la década de 1980, ¡oh maravilla!, las pantallas nacionales bombardearon con anime y los tres canales principales, canal 2, 4 y 13 iniciaron una guerra competitiva para acaparar la audiencia infantil. El caballito de batalla era precisamente las series cuyo inicio les permitía cantar junto con sus héroes. Fue tan buena la acogida que muchas cruzaron el océano hasta España, donde la industria de la traducción daba sus primeros pasos. Tonadas como “Heidi” (Alpusu no shojo haiji, 1974) o “Candy Candy” (Kiyandei, Kiyandei, 1976) se hicieron internacionales. En un principio tenían pocas cantantes y siendo una previa al internet, casi no se les conocía, mas con el paso del tiempo llegarían a superar los 20 intérpretes de más de seis países de habla hispana.
Uno de los más famosos fue Juan Guillermo Aguirre, conocido como capitán Memo, quien participó en muchas series, su voz se escuchó en un gran número de anime. En los primeros años de 2000 se catapultó a la fama entre los niños –ahora adultos– que disfrutaron de su trabajo. Tuvo giras por Latinoamérica y grabó dos CD, El regreso de los robots (2004) y Grand Prix (2005). Pero no fue el único con participación en muchas series, a él le siguió Ricardo Silva Elizondo, quien gracias a “Cha-La Head-Cha-La” de “Dragon Ball Z” (Doragon Boru Zetto, 1989) logró gran reconocimiento en el mundo de la música del anime. Tristemente el pasado 7 de febrero, después de cumplir 67 años, Ricardo Silva Elizondo muere de complicaciones por covid-19 en la ciudad de México.
A pesar de que actualmente se siguen traduciendo algunas entradas, es un pequeño porcentaje en comparación con el trabajo hecho anteriormente, así que para nosotros esta historia no tiene buen final. El anime como producto superó con creces todas las expectativas y al igual que en Japón, su mercado en los países hispanohablantes se fraccionó, ya no era el producto para niños, por primera vez, se hablaba de animaciones para niños, jóvenes y adultos. Surgieron canales especializados que no sintieron la necesidad de 'atraer' al público al que se había cautivado desde pequeños, y dejaron de lado los doblajes de las entradas. Los integrantes del canal Locomotion (1996-2005) lo explicaron al diario La República de Perú: “La razón por la cual no doblábamos los openings –entradas– es porque resultaba muy infantil, algo kitsch, y era mejor conservar lo original, de verdad no es necesario si uno va a una audiencia adulta”.
Así, los doblajes que llegaron a golpe de suerte a finales de los 70 y se convirtieron en parte de los 80 y 90, ahora 50 años más tarde parecen estar destinados al olvido. Los recuerdos de las series y sus canciones tal vez desaparezcan junto con los “niños” de hace años, o quizá la industria decida apostar por ellos nuevamente, no lo sabemos. Esas pistas de audio serán para los que las disfrutamos parte integral de nuestro ser, o como escribió capitán Memo: “Pero yo, voy a cantar mi canción, y hablaré de aquel amigo siempre fiel, es el viento un amigo, ve por él”.
Agradecemos a Jacobo De Pedro Fernández por las fotografías de su colección de casetes, discos y CD.
El autor es catedrático de la Universidad de Panamá y doctor en comunicación audiovisual y publicidad.