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- 11/02/2020 06:00
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Cristina y Mariela, de 32 y 33 años, tratan de vivir a sus anchas en 70 metros cuadrados y una recámara. Las hermanas, profesionales de la ingeniería y la comunicación han apostado por renunciar a la libertad de un espacio acorde con sus necesidades reales para convertir en su hogar, un departamento ubicado estratégicamente en El Cangrejo, corregimiento de Bella Vista; una zona conocida por haber contado con un crecimiento que comulgó con la naturaleza y con calles que se abrazan entre su vida nocturna, con numerosos bares y restaurantes.
Ambas llevan a casa un ingreso aproximado de $2,500, y deben pagar $800 en arriendo. “Hay una diferencia inmensa entre los sueldos y lo que piden por los alquileres. Puedes tener un buen trabajo e incluso compartir gastos, pero necesitas hacer concesiones para rentar un apartamento céntrico, de dos recámaras y cómodo”, cuenta Cristina, que ejerce profesionalmente desde hace tres años en una multinacional alemana.
“He escuchado de parejas que subarriendan una habitación, porque aunque ambos están activos laboralmente, no pueden costear el alquiler solos”, explica.
Para Karina, “hay una gran disparidad entre lo que ganas versus lo que el mercado establece”; de hecho, según los datos revisados por este medio en los diferentes bancos digitales de inmuebles, la media en los precios de unidades para alquiler en residenciales céntricos de dos recámaras y con amenidades ronda los $1,100.
Lo ideal para ambas es hacer vida en una propiedad de dos recámaras, algo que no ha sido posible hasta ahora. “Hemos sacrificado espacio por lo céntrico que nos resulta este lugar. También hemos querido evitar los gastos fuertes que conlleva una mudanza”.
“El mercado se ha quedado estancado en cuanto a precios que no son cónsonos con los requerimientos salariales”, enfatiza.
Aunque el área metropolitana está conformada por la ciudad de Panamá y sus barrios periféricos; el distrito de San Miguelito, los distritos de Arraiján, La Chorrera y el sur de la zona del Canal con un área de 3,569 kilómetros cuadrados, es común que la demanda de alquileres se concentre en la capital, como punto neurálgico y de mayor dinamismo, con un rostro más amable, donde confluyen plazas de trabajo, actividades económicas, las mejores opciones de entretenimiento, gastronomía, esparcimiento y, por ende, el punto más apetecible para establecer el lugar de residencia.
Por su parte, Luis Pimentel, presidente de la Asociación Panameña de Corredores y Promotores de Bienes Raíces (Acobir), argumenta que Panamá ha tenido una desaceleración en el sector inmobiliario, debido a la sobreoferta de propiedades, que “ha iniciado una guerra entre las promotoras que hoy brindan sus mejores promociones y descuentos; los mejores precios por metro cuadrado de los últimos seis o siete años”.
“Esta desaceleración ha hecho que los precios bajen considerablemente tanto para venta como para alquiler por metro cuadrado en la ciudad. El fenómeno que estamos viviendo hoy día, teníamos largo tiempo de no experimentarlo”, apunta.
Hoy vemos con gran frecuencia la oferta de alquileres con opción a compra donde el comprador busca establecer el precio fijo de compra de la unidad inmobiliaria al momento de la negociación, y que se le reconozca algún porcentaje del alquiler que pagará”, argumenta.
Además, actualmente se está estudiando el leasing inmobiliario, recalca. “Se trata de un negocio bancario y la implementación de la ley debe ir acompañada de una seguridad jurídica en la banca para que pueda desarrollarse”.
Pimentel asegura que hoy día los millennials buscan unidades más eficientes en cuanto a energía, proveedores de internet y áreas sociales, donde puedan disfrutar de piscinas con servicios adicionales, bares, una administración que ofrezca opciones como spa, gimnasios de gran tamaño y áreas especiales para las mascotas.
“Si bien hoy contamos con los mejores precios por metro cuadrado para alquileres y compra, nos en frentamos a una falta de demanda para las unidades que están saliendo al mercado. Obviamente quien tenga los inmuebles negociará para alquilarlos a un mejor precio”, apunta.
“En Costa del Este han caído considerablemente los precios de alquileres. Anteriormente el metro cuadrado rondaba los $13 o $14 y ahora vemos una cifra que ronda los $9, un 25% menos”, afirma.
El presidente de Acobir mira un 2020 con optimismo y cautela. “Hay una deuda pública en la nación, muy importante, que tiene que saldarse para que haya liquidez en la calle, y que esta liquidez se invierta en el mercado inmobiliario. Esa generación de empleos también generará un circulante que beneficiará al sector; traerá demanda que deberá ser enfrentada para ocupar las unidades disponibles”.
Wendy Jordan, CEO de Encuentra24, plataforma para la búsqueda de inmuebles en la región, asegura a La Estrella de Panamá que el 65% de la demanda de alquileres en el portal corresponde a mujeres con edades entre 25 y 34 años, seguida de hombres con edades entre 35 a 44.
Jordan coincide en la preocupación manifestada por Acobir en 2019 -cuando se refirió a la disminución de la venta de inmuebles en un 30% y al exceso de alquileres disponibles en el mercado-, “coincido en el gran número de propiedades, sin embargo, es un ajuste indicativo de las restricciones y precios de compra de propiedades nuevas y de segunda”.
Apunta que pese a esa realidad, el tráfico en el portal se ha mantenido. “Es una solución cómoda, a veces con opción a compra, lo que permite el inventario de viviendas”.
Jordan explica que el rango de precios en búsqueda de inmuebles, para alquiler, que actualmente genera el mayor flujo de tráfico al portal es de $500 a $749, seguido de $300 a $499.
“En el área metropolitana se da una gran inflación del precio por metro cuadrado de alquiler, según lo muestra Encuentra24 Intelligence, especialmente en la zonas frente al mar, con fácil acceso a carreteras principales y áreas turísticas”, dice.
Samuel Moreno, presidente del Colegio de Economistas de Panamá, considera que los millennials y la generación Z “están en un momento delicado globalmente. Al no contar con una oportunidad laboral segura, enfrentan las limitaciones del acceso al crédito, y así no pueden ser sujetos de adquirir una propiedad”.
“Muchas de nuestras empresas no se han adaptado a los cambios tecnológicos y, al no estar preparadas para recibir al grupo emergente de profesionales en el área, inciden desfavorablemente en el sector económico. El componente tecnológico debe amarrarse a la educación para que exista una sinergia que estimule la creación de plazas de trabajo”, explica.
“Hay propiedades residenciales y comerciales que ahora mismo están desocupadas. Esto nos demuestra que no estamos creciendo según las tasas estimadas ni creando las plazas de empleo necesarias para que los millennials alquilen o adquieran una vivienda”, remarca.
Por otra parte, reflexiona que el boom de la construcción en Panamá tuvo su raíz en la migración colombiana, venezolana y centroamericana, algo que ha ido en descenso y, con ello, aparece la desocupación. Un fenómeno similar fue el que vivimos cuando se fueron los estadounidenses al final de la década del 90; muchos de los hoteles y viviendas quedaron vacíos. Estamos en un escenario complejo, hay que unir fuerzas del gobierno y la empresa privada para enderezar la situación”.
El economista destacó que muchos de los sueldos de profesionales con estudios de postgrado se han quedado estancados con respecto al costo de vida, que debe contemplar la canasta básica familiar, las medicinas, el transporte, el costo de las propiedades, la educación, el esparcimiento... “Todo ha incrementado y muchos de estos profesionales ven mermar su poder adquisitivo. La brecha entre lo que se necesita y lo que se tiene, es gigante”.
“El gobierno tiene toda la capacidad de intervenir en sectores en los cuales actualmente hay gran especulación e intermediación, entre el bien y el consumidor. Otros sectores que no están regulados fijan precios por encima del mercado y esto ocasiona un deterioro en las finanzas de los profesionales que no reciben un ajuste automático en sus ingresos de acuerdo con la inflación”, apunta.
Karina y Jorge, de 30 y 31 años, son una pareja de recién casados que espera la entrega del departamento que compraron recientemente. Mientras tanto, respiran la cotidianidad en una propiedad de 77 metros cuadrados, con dos recámaras, en el corregimiento de Pueblo Nuevo, una zona con acceso inmediato al Metro, plazas comerciales, bancos y restaurantes. “Durante nuestra búsqueda inicial, recurrimos a diferentes plataformas online pero los precios, según las especificaciones que buscábamos, rondaban los $800 dólares mensuales”, comparte Karina.
Meses antes de mudarse al alquiler que hoy ocupan, esperaban encontrar una opción “que se adecuara a nuestras necesidades, espacioso y cómodo, pero lamentablemente optamos por una habitación con entrada independiente acorde con nuestros ingresos. Mientras más céntrico sea el lugar, también resultará más caro”.
A diario enfrentan el alboroto de la escuela que opera frente a su residencia miemtras esperan pacientes, el momento de dar el salto al departamento propio. “El mercado local se ha encarecido y los inmuebles cuentan con poco metraje. Solo en el interior hay mejores precios, pero la oferta laboral está en Panamá”.
Irene, de 21 años, aspira en unos cinco años lograr la independencia y rentar un departamento de una recámara. “Me encantaría destinar mi departamento a Airbnb y percibir hasta $30,000 al mes. Soñar no cuesta nada”, dice.
Claudia, de 19, aspira a permanecer con sus padres hasta que las condiciones estén dadas para rentar.
“Me preocupa el alquiler de un inmueble a futuro porque le doy demasiada importancia a una buena ubicación, al fácil acceso a todos los servicios. Sería capaz de sacrificar el espacio para gozar de estas cosas”, comenta Claudia.
Ambas, rostros de la generación Z, miran su futuro con el deseo de adquirir un inmueble.