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- 27/11/2019 10:35
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En 1620 la historia de dos pueblos quedó unida tras un encuentro poco usual, que incluyó comida, gratitud, unidad y concordia, según narra la leyenda. Cuando el navío Mayflower atracó en las costas de Plymouth (ahora el estado de Massachusetts) desde Inglaterra, lo menos que la población indígena de Wampanoag se imaginaba era llegar a compartir la mesa con quienes considerarían “invasores”; sin embargo, al llegar la primera nevada y las bajas temperaturas, los colonos sufrían de hambre y enfermedades, lo que convertía a los indígenas en su única salvación.
Los cientos de separatistas religiosos y soldados que buscaban asentar un nuevo territorio en nombre de Su Majestad se vieron pronto en la necesidad de ser guiados por el líder indígena para aprender a cosechar la tierra y conseguir calor. Aun así, la mitad de la tripulación falleció debido a enfermedades y bajas temperaturas, según recogen registros históricos.
Tras un año de espera, la exitosa cosecha de maíz dio paso a la decisión por parte del entonces gobernador de Plymouth, William Bradford, de invitar a los nativos a una celebración descrita en los escritos del cronista Edward Winslow. A pesar de que se desconocen los motivos reales de esta fiesta y si los nativos fueron invitados o simplemente se hizo en sus tierras, la comida conjunta quedó para siempre como la marca de nacimiento del Día de Acción de Gracias, que en realidad duró tres días.
Desde la mirada indígena, el cuarto jueves de cada noviembre es más un recordatorio de los antepasados perdidos que una fecha para celebrar y comer hasta más no poder. Y es que en los datos recogidos por el profesor de Filosofía en la Universidad de Gettysburg, Steve Gimbel, se hace hincapié en la “'mitología” social que rodea esta festividad norteamericana.
“Porque la historia la escriben los ganadores, olvidamos frecuentemente que los que están celebrando son los que en realidad fueron ayudados”, dijo en una entrevista al diario El País. El filósofo hizo hincapié en los hechos reales que llevaron a los nativos indígenas a compartir su cosecha con los “colonos blancos”, ya que eran ellos los que “sabían perfectamente cómo sobrevivir”, mientras que los colonos sufrían hambruna y frío. “Fue la generosidad de la gente que ya estaba allí lo que les mantuvo vivos. Así que cuando damos las gracias, lo que realmente estamos haciendo es agradecer a los indígenas que estaban allí para ayudarnos”, recalcó Gimbel.
Lo que no se pudo apaciguar con una comida fue el maltrato de los colonos hacia los indígenas, que no se volvió invisible, por lo que cada cuarto jueves de noviembre, mientras la población estadounidense disfruta de su día en familia, los líderes indígenas se reúnen en el proclamado Día Nacional de Luto, establecido en la década de los 70, para honrar la memoria de sus hermanos y hermanas fallecidos durante la colonización inglesa.
Si esta historia sucedió y es conmemorada en Estados Unidos, ¿por qué en Panamá también se celebra? Pareciera que la mística cena entre nativos e ingleses no llega a tener realmente un lugar en la identidad istmeña; sin embargo, ha sido adoptada por parte de la población hasta ser un emblema anual de la presencia anglosajona que alguna vez tuvo el país.
La mesa familiar, los platillos preparados especialmente para la fecha y las oraciones de gratitud son la punta del iceberg que concentra la idiosincrasia panameña alrededor de esta festividad norteamericana. Y es que “la pérdida de nuestra identidad y el poco conocimiento de la historia panameña ha hecho que el pueblo adopte fechas de otros países que no tienen relación directa histórica ni cultural con Latinoamérica y mucho menos con Panamá”, comentó el sociólogo José Lasso.
A pesar del reciente auge de interés en la población por celebrar Acción de Gracias, aún “muchos no conocen o entienden la historia norteamericana detrás de la fecha”, según explicó el sociólogo, “que es sobre un genocidio indígena que busca ser cubierto por un acto generoso”.
El origen de tal afamada reunión puede dejar en hilo de duda si realmente hay razones para celebrar un efímero momento que no trascendió a la historia de ninguna otra nación más que la del gigante norteamericano. Un patrón sucedido de igual manera en las colonizaciones españolas de pueblos latinoamericanos que no tuvieron la voz para reclamar una fecha de recuerdo.
Asimismo, la desvalorización de los pilares nacionales ha dado paso a una mayor apropiación de culturas externas, creando así una línea borrosa entre los niveles de consumo y los de necesidad. “Toda lógica con respecto a la adopción de culturas ajenas a la propia crea mayor consumismo, y eso lleva a esta sociedad a elevar las medidas necesarias para crear la máxima expresión de consumo posible sin importar lo que esté de fondo”, aclaró Lasso, recalcando la toma de conciencia frente a estos factores que debe tener presente la población durante fechas como el “viernes negro”.
Este día, casado junto al de Acción de Gracias, en representación de un consumo ilimitado impulsado por tiendas y corporaciones comerciales fue promulgado por diversos momentos en la historia de Estados Unidos, siendo uno de ellos registrado como el día después de Acción de Gracias en el siglo XV en el cual se vendían esclavos para la temporada de invierno, hasta llegar a Filadelfia en 1950 con la crisis comercial por exceso de ventas ese día, kilométricos caos de transporte y la intervención de cuerpos policiales durante más de 12 horas.
Así, el término anglosajón black friday se acuñó como expresión comercial que da inicio a la temporada navideña en Estados Unidos, y por consiguiente, en el continente Europeo y Latinoamericano tras su adopción de esta “tradición”. Estas acciones dan un mensaje contrario al de preservación de cultura propia de un país, “pues da a entender que ellos (los estadounidenses) se conocen mejor a sí mismos, que nosotros a nuestras raíces”, afirmó el docente.
“La cultura panameña es hispánica de origen, pero hemos empezado a moldear una nueva cultura que ya ni siquiera entendemos”, puntualizó Lasso, “nunca veremos a otro país celebrar nuestras costumbres o tradiciones, pero por falta de identidad y reconocimiento de nuestra nacionalidad hemos hecho eso con las de otras naciones”.
Aunque la esencia central de Acción de Gracias sea contar con un momento para agradecer las bendiciones y buenas situaciones que se han atravesado, este núcleo de valores ha sido ensombrecido por el analfabetismo cultural de la población y el alto nivel de consumo anclado al colectivo imaginario de la fecha. “Ya no es solo la adopción de un día proveniente de otro país, sino la implementación de esta cultura extranjera en los esquemas sociales de Panamá”, señaló el experto, “se ha perdido la institución histórica y orgullosa de nuestro Istmo en las escuelas y empresas, dando paso al olvido de quiénes somos”.
Mientras que el Día de Acción de Gracias representa parte de una historia que no le corresponde a Panamá, su innegable impacto a la sociedad istmeña ha ido en aumento con cada año transcurrido y da lugar al cuestionamiento de si, en busca de ir hombro a hombro con otros pueblos, se ha perdido la llama de autenticidad y la huella que hacía única a Panamá, a pesar de ser un puente de razas. “No es necesario extraer valores ajenos para intentar complementar nuestra cultura”, destacó Lasso, “sino recordar los nuestros, pulirlos y llevarlos a la reafirmación en la identidad de todo panameño”.