Tacones rojos

Actualizado
  • 15/06/2024 00:00
Creado
  • 14/06/2024 17:49
La autora
Máster en género, políticas y desigualdades de la London School of Economics and Political Science y diplomada en temas de gobernabilidad, derechos humanos y democracia.
Ha trabajado defendiendo poblaciones vulnerables en Panamá a través de la sociedad civil, ‘think tanks’ y el servicio público. También ha trabajado en la protección de civiles y monitoreo de derechos humanos en áreas en conflicto como Afganistán y Sudán. Adicionalmente, como investigadora se ha enfocado en los efectos diferenciales de género y sociales en las políticas públicas y comunidades marginadas, reproducciones políticas del género y el acceso a lo humano.
Ha publicado los poemarios “Ayer será otro día”, “Insoportables” y “Las paredes no acaban”. Ganadora del Premio Nacional de Poesía Gustavo Batista Cedeño 2017, segundo lugar en el concurso de poesía León A. Soto 2019 y finalista del IV Premio Internacional de Poesía Jovellanos al “Mejor poema del mundo”. Sus poemas, artículos y escritos se encuentran en diversas revistas, periódicos y antologías, tanto nacionales como internacionales, y se le ha traducido al inglés, francés y árabe.

Para las compañeras trabajadoras sexuales.

I

Caminé por tus calles y escupiste sobre mi nombre,

viste mi cuerpo maltrecho, mis ojeras y el labial corrido,

supiste que no pertenecía a tu Biblia

y que ninguna plegaria me quitaría lo puta.

Pero en las noches,

cuando el llanto te llamaba y tu mano frágil se deslizaba por el cierre

recordaste mi alma impura, con maldiciones y cruces,

desgastada y sudorosa

bajo el último aliento de alguien que no me pertenece.

II

Desvisto mis senos,

él olfatea mis pezones.

Siento que me hundo en una ciénega,

estoy atorada en el fango de una historia que no se cuenta.

Apenas me toca,

me embiste como animal en celo,

atraviesa su angustia en mi vientre,

y yo, tras 7 minutos,

me convierto en su mundo sin piernas,

el lugar donde llora su preocupación de pobre.

III

Cuando amanezco sin rostro una trenza se escurre en mi frente,

encuentro los ojos de un niño que exige a su madre

y los colores que en mí florecen cada mañana.

Una taza de café por poner en la mesa,

el pan que faltaría sin los pocos centavos,

y mi corazón latiendo en el verde escarlata de mis alas.

IV

No siento que la piel se me haya quebrado por las grietas,

hay rayos de luz que se escapan de mí y se tragan los prejuicios,

me hago fuego entre las calles,

grito en alto en nombre de mi cuerpo que me pertenece,

por mi vida, que no se reduce al polvo de mis tacones,

por mi voz, crujiendo desde las entrañas de la tierra,

y por mis sueños, tibio despertar en la madrugada.

V

Es ahí cuando encuentro mi reflejo,

ya no me aturde esta realidad de trapos,

abro mis brazos en el camino al horizonte,

la libertad sincera,

el olor a guayabas en el árbol de al frente,

mis pechos pintados en bordes de plumas

y pájaros que me acompañan a cantar lejos del olvido.

Lo Nuevo
Suscribirte a las notificaciones