El Metro de Panamá detalló que la construcción de la Línea 3 cuenta con un avance del 75%. Aunque aún no se conoce una fecha para la terminación de la...


- 30/03/2025 00:00
Nuestras instituciones políticas se enfrentan a una crisis de credibilidad. Para muestra, tres botones: el Ejecutivo da la impresión de que violará el fallo de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) y se prepara para reabrir la mina; el contralor anuncia que se ha visto presionado a subir de manera exorbitante los sueldos de los magistrados de la CSJ; y la Cancillería concede un salvoconducto al expresidente Martinelli, atrincherado desde hace un año en la embajada de Nicaragua, para que viaje a ese país por razones “humanitarias”, pese a las protestas de que es un delincuente común y que con esta decisión se aúpa la corrupción. Por fortuna –especialmente ahora, ante la constante amenaza de que nos arrebatarán el Canal– a través de la organización de festivales, exposiciones de arte, obras de teatro y conferencias e incluso protestas callejeras de artistas en contra de la mina, algunas instituciones, grupos e individuos en el ámbito cultural, artístico, intelectual y activista se han convertido en los guías éticos que tanto necesita la ciudadanía panameña.
El esperado festival de música, artes y gastronomía organizado por Marie Claire Fontaine se realizó del viernes 21 al sábado 22 de marzo en la Ciudad del Saber. Este año incluyó un pabellón de emprendimientos a cargo de la Dirección de la Industria Creativa del Ministerio de Cultura (MiCultura), bajo la dirección de Miki Fábrega. Su reconocida sección, MacroArte, lanzó una convocatoria a la que respondieron más de 200 candidatos, junto a sus obras. Con el apoyo de Fontaine y su equipo, Rafael Arrocha y mi persona –los curadores invitados– elegimos a 34 de los artistas candidatos. Como resultado se presentaron animaciones, collages, pinturas, dibujos, obras de diseño gráfico, fotografías, retratos en vivo, y esculturas móviles. La exposición, titulada “Surrealismo tropical”, se convirtió en una vitrina para creadores ya establecidos, pero sobre todo para jóvenes que no habían podido mostrar sus obras o consolidar aún su posición con propuestas y géneros de actualidad. Además, se escogieron a artistas de Colombia y Costa Rica, quienes vinieron expresamente a nuestro país a presentar sus obras.
Los artistas seleccionados fueron Esviel Jeffers, Vega y Patiño, Iván Casis, Diego Zamora, Emiliana Acosta, Ericka Franco, Carlo Valdés, Arvid Tengana, Ani Ventocilla, Arix, Alfonso Magallón Sanjur, Ángel Rodríguez, Cassio, Daysi Aquize. Diana Merlo, Fernando Brenes, Franco Assenza, Franz Delgado, Gilberto Vallarino, Isa Schnack, Jesús Ojeda, Johan Navarro, Liz Tatis, Lucia Cedeño, Luisa Fernanda, Margarita Van den Berg, María Isabel Medina, Yoso, María Morocho, Marie Claire Pérez, Santiago Cubides Gutiérrez, Norma Flores, Miriam Esther y Nestor Belandria. MacroArte se distinguió este año por el compañerismo entre los artistas, quienes se apoyaron en el montaje de sus espacios, enriquecidos no solo por las obras sino también por las conversaciones con los visitantes locales y extranjeros, en una verdadera atmósfera de comunidad.
El fin de semana pasado, Arturo Wong Sagel presentó en el Teatro Nacional su arriesgada adaptación de “Antígona”, la tragedia griega de Sófocles. Wong Sagel, en el papel del tirano Creonte y con un divertido acento argentino que recordaba al presidente Milei, invirtió los roles y se convirtió en el personaje principal de la tragedia, que más bien parecía tragicomedia. Antígona, convertida en una terca activista, recita monólogos dogmáticos, a veces hasta aburridos, como contrapunto a los sagaces sarcasmos y enredos de Creonte, habituales en Wong Sagel, jodedor brillante y consumado. Participaron también en la obra Carlota Herrera, Yareli Cartín, Esmeralda Rubí, Juan Carlos Marín, y la estupenda y mordaz Mónica Miguel.
MiCultura y su Escuela Nacional de Teatro, celebró en el Anfiteatro Carmen Cedeño, en la Ciudad de las Artes, el Día Internacional del Teatro con la obra “Los silencios del jaguar” (2000), del legendario grupo teatral Oveja Negra, cuyos miembros medulares fueron Ileana Solís, una de las grandes actrices del teatro panameño, y el renombrado poeta, dramaturgo y escritor peruano Alberto Gualde (1957-2021), que vivió en Panamá desde su adolescencia. Inspirada en el “Popol Vuh”, el gran libro sagrado de los mayas, la pieza fue escrita especialmente para Solís, como todas las obras teatrales que escribió Gualde. Y ha sido ella misma, a sus 72 años, quien la volvió a interpretar una vez más. Su embriagadora presencia, proyección escénica e impecable manejo de la palabra acompañada de la metáfora corporal, sostuvo sin pestañear el monologo difícil, misterioso y poético. Solís es una de las poquísimas actrices panameñas que posee un lenguaje actoral inmediatamente distinguible y personal. La adaptación tiene momentos mágicos. Otros, cuando se adentra en la dimensión contemporánea, no resisten de forma tan gallarda los embates del tiempo. Sin embargo “Los silencios del jaguar”, como otras piezas de Gualde, debe estudiarse y recrearse por las nuevas generaciones de dramaturgos y actores. ¡Bravo, Ileana Solís!
Esta es la pregunta que nos hacemos muchos ciudadanos después de haber visto en Instagram y Tik Tok el videoclip titulado “En el Museo del Canal hay una pieza falsa,” de la educadora y escritora Mónica Miguel. El video denuncia que una pieza de cerámica de la exposición de objetos precolombinos es falsa. En esta columna, desde el año pasado y en dos ocasiones, informé que peritos arqueólogos ya lo habían señalado poco después de la apertura de la sala. Sin embargo, no fue sino hasta que Miguel usó sus influyentes plataformas sociales que la noticia causó revuelo. Pero no lo suficiente como para que la dirección del museo por fin se manifieste. De hecho, La Estrella de Panamá ha llamado y escrito reiteradamente para solicitar una réplica, sin éxito alguno. Estamos a la espera. Se dice que el silencio otorga, y en este caso está socavando la credibilidad de una institución que ostenta una respetable trayectoria, y que desde hace unos años se destaca entre todas por su estupendo programa público.
¿Si es una pieza –como se afirma por medio de canales extraoficiales– con que la curaduría busca educar sobre la huaquería y las falsificaciones, ¿por qué no aparece la explicación por ninguna parte y el personal que atiende lo desconoce? ¿Por qué ocupa la huaca falsa una posición tan destacada en la vitrina, en una animación y en un video, dando la impresión a los visitantes de que es real? Extensa documentación fotográfica y testimonial de expertos pueden corroborarlo.
Además, ¿de dónde sale una pieza que no está catalogada por la Dirección de Patrimonio Histórico del Ministerio de Cultura? ¿De alguna colección privada no registrada? ¿Cuáles son los peligros de que una pieza falsa y muy sexualizada establezca una nueva narrativa del período precolombino en Panamá? ¿Por qué la Dirección y el equipo curatorial hicieron caso omiso de esta falla tan evidente y no lo corrigieron? La exposición tomó meses de preparación, y tras su apertura fueron alertados por expertos, como dije antes. Por último, ¿hay otras piezas exhibidas en similares circunstancias? Los peritos arqueólogos aseguran que sí.
Un historiador panameño, al conocer de lo ocurrido, observó que esta situación pone en peligro la credibilidad, no solo de uno, sino de todos los museos. Señores del Museo Interoceánico del Canal, esta situación puede solucionarse con transparencia y sin más dilación, estableciendo un diálogo horizontal, honesto y científico con la ciudadanía. En momentos en que nuestras instituciones políticas sufren una crisis de credibilidad cada vez mayor, las instituciones culturales deben mostrar, con su buen ejemplo, el camino a seguir. “Errar es de humanos, perdonar es divino, rectificar es de sabios”.