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La pasión por la animación, el legado de George Scribner
- 12/05/2022 00:00
- 12/05/2022 00:00
Pocos pueden decir que aman tanto la animación y el arte como George Scribner (ciudad de Panamá, 1952), quien desde su niñez descubrió su amor por el dibujo y la pintura, amor que lo llevaría a ocupar puestos importantes en la industria de la animación, tales como animador para la cinta de Walt Disney Animation Studios, The Black Cauldron (1985), lo que le daría un impulso para convertirse en uno de los principales consultores de animación y dirección en la casa productora.
Su participación en la Casa del Ratón empezó desde joven y con mucha perseverancia. “Soy muy terco (risas), me dijeron que no, cuatro veces, y luego logré enviar mi portafolio una vez más, entonces entré y me desarrollé como animador. Aun así, ya sabía que eso era lo que quería hacer”, cuenta el artista panameño a La Estrella de Panamá en una reunión dentro del Museo del Canal Interoceánico de Panamá, donde su exhibición, 'Nunca me fui', estará hasta el 31 de julio. El animador llevará a cabo clases de dibujo de caricaturas para niños, una gira guiada por su exhibición y una clase sobre dibujo digital para jóvenes, el 14, 15 y 17 de mayo dentro del museo, respectivamente.
Artista, padre, mentor, y apasionado cinéfilo son algunas de las facetas que desempeña Scribner a sus 70 años, aún con una memoria intacta y con ganas de superarse cada día. En su tiempo como director, Scribner llegó a encabezar la producción de Oliver y su pandilla (Oliver & Company, 1988) –inspirada en el libro Oliver Twist (Charles Dickens)–, una historia de amistad, familia y propósito que sigue a un gatito llamado Oliver, al quedar huérfano en la Quinta Avenida de Nueva York en los años 80. Ahí encuentra a Dodger, un carismático perro callejero con mezcla de terrier, quien es el líder de una pandilla de perros bajo el cuidado de Fagín, un hombre sin hogar que vive en un barco en los barrios bajos de Nueva York.
Quienes conocimos esta gema de la cartera cinematográfica de Disney, quizá sintamos que las palabras del crítico Gene Siskel –quien en aquel tiempo de su estreno le dio a la película una crítica negativa–, sobre que “cuando mides esta película con el legado de clásicos de la compañía, no encaja”, son ciertas, pero en un buen sentido, ya que al “no encajar” cumplió el objetivo de Scribner: mostrar un nivel adulto de narrativa en una animación hecha para niños y familia.
“Dirigir Oliver y su pandilla fue muy divertido y es una película muy graciosa”, comentó Scribner mientras recordaba su tiempo en la producción. Y es que llegar hasta la silla directorial de este filme fue un trabajo de perseverancia, porque en aquel momento el animador se encontraba en el departamento de Desarrollo de Historia, que funcionaba como “el semillero” de donde se “escogía” a los próximos directores. “Tuve suerte de quedar. Ya había dirigido teatro en Panamá, en Ancón, para el Theatre Guild, así que tenía la experiencia de trabajar con actores y un equipo teatral, además que sabía dibujar y actuar, por lo que me dieron la oportunidad de dirigir”, recordó el pintor; “fue algo que venía solicitando para proyectos que estuvieran en desarrollo y tuve como mentor a una persona que me ayudó a llegar a esa posición”.
Durante cuatro años de producción, Scribner estuvo muy involucrado en el desarrollo de la historia para la película, junto con los guionistas Jim Cox, Timothy J. Disney, y James Mangold, lo que fue un tiempo 'interesante'” para el cineasta. Como dato especial, contó a 'La Decana' la decisión de incluir al músico panameño Rubén Blades, dentro de la cinta, utilizando la canción Buscando guayaba de Blades, como pieza de introducción de 'la pandilla' en la cinta.
“La música fue espectacular, es uno de mis mejores recuerdos”, indicó, “conocía a Rubén [Blades] ya en esa época, y había escuchado una nueva canción suya y le dije 'en el estudio nos enamoramos de ella', así que le pregunté si podíamos usarla dentro de la cinta, a lo que accedió y tuvimos los derechos para una escena”. También, a cargo de la musicalización de la cinta, estuvo el compositor y director de orquesta J.A.C. Redford.
Para 1988, Oliver y su pandilla fue un éxito en taquilla, recogiendo más de $74 millones, frente a un presupuesto de $31 millones. La utilización de fotografías de calles y la asistencia de computadoras en la animación y fondos fue un impulso para la narrativa de la cinta, llevando a Scribner a crear una de las películas memorables de Disney de la época.
Pese a que Scribner siguió como animador, luego se volcó hacia el equipo de Walt Disney Imagineering (WDI, por sus siglas en inglés), un departamento exclusivo para crear, diseñar y producir atracciones dentro de los parques temáticos de Disney, por parte de los Imagineros (término utilizado para combinar 'imaginación' e 'ingeniero'). Fue ahí que descubrió su pasión por plasmar la animación en entornos reales que pudieran ser disfrutados por mayor tiempo y una mayor audiencia.
En WDI, Scribner trabajó como Creative Executive for Theme Park Productions, siendo responsable de dirigir la nueva integración de Mickey's PhilharMagic (2003) en los parques, presentando un cortometraje de 12 minutos, escritor por Alex Mann. El show fue creado alrededor de la historia que sigue al pato Donald, quien debía instalar los instrumentos en el escenario para la actuación de Mickey, pero se le advierte que no toque el sombrero mágico del aprendiz de brujo de Mickey, que usará para dirigir los instrumentos. Por supuesto, Donald desobedece y se encuentra atrapado en un torbellino de magia que hace girar el sombrero. Donald lo sigue para tratar de atrapar el sombrero que gira a través de varias películas animadas, como La Bella y la Bestia, Fantasía, La sirenita, Peter Pan, Aladín y El rey León.
Dentro de su trabajo en WDI, Scribner creó también un segmento para los Tres Caballeros –Donald, José Carioca y Panchito– en 2007, que sería destinado al Gran Fiesta Tour en el pabellón de México dentro de Epcot. “Para llegar a esa integración nos fuimos a México, donde vimos la cultura, la música y pude dirigir a actores mexicanos, cosa que fue mi favorita”, apuntó. En la nueva historia de la atracción, la gira en bote se complica cuando Panchito y José Carioca descubren que su amigo Donald, ha ido de turismo a México el mismo día en que los famosos Tres Caballeros realizarán un concierto de reunión en la ciudad de México. “Estuvimos trabajando con la animación de Donald en México, lo que recibió muy buena crítica y la incluimos en el guion para Epcot. Algo gracioso es que en la original, Panchito llevaba pistola, y ahora no se pudo agregar. Cosas de la época (risas)”, indicó.
Como amante del cine y con un bagaje icónico dentro de la animación internacional, Scribner se presenta con experiencia suficiente para destacar la importancia de la animación en la industria. Así expresó al preguntarle sobre el rol de este medio en la formación del séptimo arte actual: “El cine de animación no es solo para niños y quien lo diga está equivocado. ¿Acaso han visto Zootopia? En la película hay dos niveles: el nivel superficial es que tiene acción y es divertido, pero en lo profundo hay temas de racismo, clasismo, discriminación y desconfianza, temas humanos contra los que todos luchamos hoy”, apuntó.
Hizo hincapié en que la cinta dirigida por Jared Bush y Byron Howard –que enfatizó como una de sus favoritas, seguida por Up (2009)– supo poner en práctica el dicho de que “escribimos el guion para adultos y la animación es para la familia”. Esto mismo había logrado Scribner casi 30 años atrás con Oliver y su pandilla. “En esa cinta queríamos abordar la situación de pobreza durante esos años, la orfandad y muchos otros temas adultos”, apuntó el cineasta, dado que el filme incluso presenta problemáticas sociales como el abandono animal, la codicia, secuestros infantiles y la situación de las personas sin hogar.
Pese al paso de los años y que ahora Scribner se apunta más a los pinceles, la animación por computadora le sigue asombrando y llenando de emoción. “La animación actual me gusta mucho más que cuando yo comencé, la tecnología y la computadora te dan control de todos los movimientos de la cara, tienes todo tipo de control sobre las expresiones faciales que en el dibujo serían imposibles de recrear de forma sutil como se hace ahora”, subrayó, “¡ojalá fuera joven ahora y pudiera aprender de lo digital con más facilidad! (risas)”.
El legado de Scribner se ha mantenido en su familia. Su hija Laurel desarrolló su pasión por la animación y sigue sus pasos al incorporarse a la Casa del Ratón y en proyectos internacionales. “Ayudé a mi hija por un par de años, pero ahora es independiente, es muy lista y audaz. No necesita mucho de mi ayuda”, comentó a este diario con una sonrisa paternal, “además, yo estoy haciendo un trabajo muy diferente al de ella ahora, pero le va mejor que a mí”.
En el futuro, el animador se ve dedicando su tiempo a la pintura, la enseñanza artística y la mentoría a quienes desean también incursionar en la animación o el arte. “Esto es cuestión de seguir adelante, yo ahora solo quiero pintar y enseñar a otros”. ¿Regresaría a la silla directorial? “Si alguien me pide dirigir un cortometraje lo haría, pero nada de largometrajes, son mucho trabajo (risas)”.
Aún así, el cineasta se sigue viendo al mando de trabajos dentro de los parques temáticos de Disney, donde actualmente presta sus servicios en diversos proyectos y también como consultor de animación. Asimismo, destacó que su arte se inspira en el trabajo de “otros que son mejores que yo”, tomando clases regularmente para perfeccionar su arte, explorar nuevos estilos y tener mayor conocimiento para aplicar en sus clases a otros.
“Prefiero ser mentor, y lo hago ahora. Tengo estudiantes independientes que buscan ser animadores en California, lo que es genial, porque es tiempo de dar de lo que he aprendido”, expresó.