Ciclistas, atletas, patinadores y paseantes de la capital colombiana tienen una cita infaltable desde hace 50 años: la ciclovía de los domingos y festivos,...
Actualizado
- 11/03/2016 01:00
Creado
- 11/03/2016 01:00
Po conocerá un mundo de pandas como él, glotones y vagos, a los que deberá entrenar para vencer a los espíritus de todos los maestros del kung fu
Se suele decir que las segundas partes nunca son buenas. Ni tampoco las terceras, las cuartas ni las siguientes. Pero en este caso la regla no se cumple. La tercera entrega de Kung Fu Panda, que se estrena esta semana en el cine, es tan buena como la primera y quizás aún más que la segunda.
Esto se debe a que se dedica a aplicar la misma fórmula y continúa con ese humor grotesco infantil que la caracterizó desde el principio. Pero, más importante aún, a que sus guionistas –que son otra vez Jonathan Aibel y Glenn Berger- logran sumar una nueva capa narrativa sin descuidar la metamorfosis del personaje principal, que comenzó como un antihéroe total y ahora busca convertirse en maestro del kung fu.
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