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Legado arqueológico de Panamá
- 18/11/2022 00:00
- 18/11/2022 00:00
El Laboratorio de Arqueología del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI), en Amador, alberga restos óseos humanos y de animales que han sido hallados durante varias décadas en diferentes excavaciones científicas en Panamá.
La Dra. Nicole Smith-Guzmán fue nombrada curadora del Laboratorio de Arqueología recientemente y está organizando la vasta colección. Su meta es agrupar los materiales de un mismo sitio, colocarles sus respectivas etiquetas y digitalizarlos con sus códigos.
La científica hizo sus estudios posdoctorales en el STRI y es miembro del Sistema Nacional de Investigación (SNI) de la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Senacyt). Su principal interés es la información que aportan los huesos sobre las enfermedades.
La mayoría de los materiales son producto de excavaciones realizadas por el Dr. Richard Cooke en cerro Juan Díaz, en la provincia de Los Santos. Otros provienen del sitio Sierra, que excavó en la década de 1970, y de cerro Mangote, excavado por Charles McGimsey en la década de 1950, y por Anthony Ranere, en 1979.
También se encuentran hallazgos de la antropóloga y arqueóloga Olga Linares, de los sondeos realizados por el Dr. Cooke en la década de 1980 con otros colegas en la cuenca del río Santa María, y de un sondeo que hizo la arqueóloga Ilean Isaza en la cuenca del río La Villa.
En la planta baja se halla la colección de referencia de zooarqueología, que es utilizada por investigadores para identificar las especies de animales que están representadas en sitios arqueológicos.
Smith-Guzmán menciona que espera un grant de la NSF de Estados Unidos, para ejecutar un proyecto interdisciplinario junto con otros colaboradores y asesores, entre ellos, el Dr. Cooke, la zooarqueóloga Ashley Sharpe y la arqueóloga y paleoecóloga Dolores Piperno, para conocer más de la dieta y movilidad de las poblaciones precolombinas, a través de análisis de isótopos.
Smith-Guzmán registrará si hay signos de anemia o inflamación en los huesos humanos del laboratorio. “También vamos a ver los restos de plantas dentro del cálculo de los dientes. Queremos saber qué plantas comían y si hay patrones de desgaste que hacen pensar que usaban la boca para pelar vegetales o en la confección de redes”.
En el laboratorio también trabajan Aureliano Valencia, asistente y técnico del Dr. Cooke; Máximo Jiménez, técnico encargado de la colección de referencia; y Alexandra Lara, asistente del Dr. Cooke, que ha trabajado en la digitalización de los archivos.
Hay dos becarios posdoctorales, una becaria Fullbright y pasantes, entre ellas, Jeny Smid, de la Universidad de Panamá, que está empezando su beca de corto plazo de investigación para su tesis de licenciatura. Su proyecto consiste en recolectar datos de los aspectos métricos y no métricos de los dientes humanos, principalmente de cerro Juan Díaz, para ver posibles afiliaciones biológicas entre individuos enterrados juntos.
El tamaño y la forma de los dientes son determinados por los genes y pueden dar indicios de parentesco cuando los huesos y dientes no están muy preservados o no es posible analizar el ADN, explica Smith-Guzmán.
Más adelante, indica la científica, trabajarán con el equipo italiano del Dr. Alessandro Achilli, para analizar el ADN de los restos de cerro Juan Díaz.
“Antes de que yo llegara a Panamá en 2015, el Dr. Cooke empezó el proyecto de playa Venado (área de Veracruz), impulsado por el Museo Dumbarton Oaks en Washington, D.C., el cual tenía objetos de ese sitio, pero les faltaba información de su contexto”, menciona la arqueóloga.
Algunos colegas del Dr. Cooke habían analizado objetos de playa Venado; entre ellos, Luis Sánchez, arqueólogo del Museo Nacional de Costa Rica, que también trabajó en cerro Juan Díaz y que había analizado vasijas y cerámicas de este sitio, que están en el Museo Peabody de la Universidad de Harvard. Y Warwick Bray, arqueólogo emérito de la University College London, había analizado objetos de oro que están en varios museos del mundo.
La información sobre playa Venado estaba dispersa y el Dr. Cooke trató de consolidar todas las historias de los archivos de varios museos.
Smith-Guzmán comenta que, aunque hubo huaquería en playa Venado, algunos de los que trabajaron allí registraron y donaron al museo nacional algunas de las cosas que excavaban y escribieron artículos, que al menos, ayudan a reconstruir lo que hacían en el sitio y el contexto de algunos de los objetos que están en los museos.
El arqueólogo Samuel Lothrop, que excavó en el sitio en la década de 1950, publicó que los entierros evidenciaban signos de muertes con violencia.
Tras vincularse con el proyecto, la arqueóloga fue al Museo de Historia Natural del Instituto Smithsonian en Washington D.C. para revisar los restos humanos de las excavaciones de Lothrop.
“Lothrop no estaba interesado en recolectar todos los huesos de cada entierro. Usaba las mandíbulas y cráneos para estimar sexo y edad de los individuos. Casi ningún individuo tenía el esqueleto entero. Es probable que, como no existía la bioarqueología, era muy limitado lo que podían hacer los arqueólogos con los huesos humanos”, añade Smith-Guzmán.
La científica estimó datos básicos de los esqueletos, buscó signos de enfermedades y revisó si había marcas de corte, evidencias de violencia o de trauma alrededor del tiempo de la muerte, y a través de la demografía de los individuos representados en el museo. Verificó si es lo que se esperaría para un cementerio normal, que haya restos de toda la población, o si era solo de un grupo específico.
En 2018 publicó sus hallazgos en un artículo conjunto con el Dr. Cooke en Latin American Antiquity, concluyendo que la evidencia sugería que la interpretación de Lothrop sobre la violencia era incorrecta.
El trabajo realizado sobre playa Venado fue sintetizado en un capítulo del catálogo del Museo Dumbarton Oaks en Washington, D.C., que se puede consultar en la Biblioteca Nacional del parque Omar, y tiene imágenes de artefactos que están en el Museo Peabody. También contiene capítulos de otros autores, como la Dra. Julia Mayo.
En los análisis de huesos de sitios en Panamá, la arqueóloga ha encontrado posibles evidencias de enfermedades como sífilis, cáncer, y enfermedades raras como la osteogénesis imperfecta, que provoca que los huesos se fracturen fácilmente.
“En cerro Mangote se ha encontrado lo que parece evidencia de sífilis en huesos, pero es difícil asegurarlo al 100%, también podría ser signo de otra subespecie causante de treponematosis, infección crónica por bacterias de diferentes subespecies asociadas a distintas enfermedades en humanos, como la frambesia, y que dejan una huella muy parecida en los huesos”, detalla la Dra. Smith-Guzmán.
“Este año publiqué sobre un diente de cerro Juan Díaz, que tiene una forma anormal y que podría ser un caso de sífilis congénita, pero es posible que enfermedades raras también causen esa forma anormal”.
Smith-Guzmán tomó rayos X de uno de los esqueletos que recolectó Lothrop y que está en el museo de Washington D.C., para identificar fracturas. “Es un adulto joven, de 20 a 35 años. Su hueso cortical era muy delgado, como si tuviera osteoporosis. Tenía bastante porosidad en el cráneo y muchas fracturas en todos los huesos largos, lo que produce una forma arqueada. El húmero también tenía fractura, lo que puede indicar que le ocurrió siendo un infante, cuando gateaba”.
En Panamá Viejo, la arqueóloga había visto huesos que mostraban un trastorno de insuficiencia de colágeno, que hace que los huesos se fracturen así y que una persona joven parezca que tuviera osteoporosis, un ejemplo casi clásico de osteogénesis imperfecta.
Sobre el cáncer, la científica explica que, usualmente, lo que se aprecia en los huesos son secuelas de un cáncer que se originó en otra parte del cuerpo.