Antonio Alvarado, ‘el hombre de las manchas’

Antonio Alvarado, ‘el hombre de las manchas’

Actualizado
  • 12/10/2024 23:00
Creado
  • 12/10/2024 17:15
Con sesenta años en la pintura, la carrera artística del artista panameño-francés está lejos de terminar. El Banco Nacional de Panamá presenta una muestra con su obra más reciente

El maestro nos recibe en la sala de su residencia, una repleta de libros, no solo de arte sino de temas muy variados. También guarda innumerables catálogos de exposiciones y recortes de periódicos. Una cantidad modesta comparada con los que llegó a albergar en su antigua casa en Las Cumbres.

Debido a un problema en su cadera, que limita su movilidad, debió trasladarse a un lugar más céntrico, aunque ello representara renunciar a aquellos grandes espacios de los que gozaba. Aun así, se las ha ingeniado para tener un espacio muy organizado donde trabaja. Sobre una mesa pinta obras pequeñas, mientras que para otras de mayor tamaño requiere una ubicación especial ya que, al no poder estar de pie por mucho tiempo, usar un caballete resulta muy complicado. Acomodados en tablillas y armarrápidos, se concentra una gran cantidad de lienzos de formato pequeño, todos terminados. Esta colección se extiende a una segunda habitación donde están acomodados de manera vertical... Se trata de más de 500 obras, de las cuales 112 han sido seleccionadas para exhibirse en el Banco Nacional de Panamá en la exposición “Manchas, signos y formas”, que arranca el jueves 17 de octubre y que el público podrá visitar en la Torre C de la Casa Matriz de la institución bancaria hasta el 15 de noviembre.

Su melena y su barba ya no son las de antaño, pero la personalidad del pintor sigue siendo lo que más destaca. “Yo no quería que me entrevistaran, más bien quería que ellos (los organizadores de la exposición) escribieran algo sobre mí...”, dice, pero cuenta con todo detalle lo que ha sido su vida, y lo que para él representan las manchas coloridas que identifican su obra.

“Soy empírico y a los 26 años ya era un pintor profesional, pero antes de eso ya estaba en el desorden de la pintura”, dice de forma jovial. “Tengo 86, o sea que tengo 60 años de ser pintor”, y además aclara, “tengo 86 de día y 86 de noche...”.

En la sala están exhibidos tres cuadros. “¿Qué te parece? Este está en proceso, este es del jueves, viernes y sábado...”, lo que demuestra que ha estado ocupado.

Su intención al desarrollar una obra es intervenir lo menos posible el movimiento de los colores que eventualmente forman una mancha. “A veces me quedan listas con una sola mancha, a veces le meto uno o dos brochazos, pero por lo general cuando hago más de dos lo dejo así, no me gusta sobar los cuadros”, asegura.

“Todo lo que hago son manchas, ¿por qué la mancha?, porque me encantan las manchas, pintura tirada en el suelo, los carros chocados con las puertas manchadas...” describe. El artista tiene claro el recuerdo de uno de los momentos que más le han impresionado en la vida. “Fue en el Canal, en la época en que estaban los norteamericanos todavía; yo iba mucho a la Zona del Canal con mi primera esposa, íbamos a los muelles y veía estos barcos a medio pintar... los manchones rojos en la superficie negra, la parte gris, eso me impresionaba”.

Una larga carrera

Antonio Alvarado inició su carrera en el arte cuando trabajaba en una fábrica de pintura. Era el ayudante en una tienda de pintura ubicada en el terraplén, donde ayudaba a preparar los colores.

“Preparábamos pinturas a veces de aceite y a veces de agua. Un día, en el momento de descanso, a mediodía, no sé por qué se me ocurrió coger una lata de pintura de agua y llenarla de agua y luego echarle los sobrantes de la pintura de aceite. El aceite, que no se mezcla con el agua, quedó flotando arriba”. Ver las formas caprichosas que tomaba la pintura le abrió un mundo nuevo. En papel, plasmó esas figuras sin saber que lo que hacía era arte o cualquier otra cosa. Sencillamente lo hacía para entretenerse”. Pero fue buscando algo de información.

“Cuando quise entrar en la pintura, aquí no había mucha información, no había museo, no había galería, no había nada, me las pasé yendo las embajadas de España, Japón, Alemania y Francia a pedir revistas, libros, periódicos, para enterarme. A ellos les llamaba la atención que les pidiera eso, pero me las guardaban. Un día recibí la revista Life y estaba una exposición de los abstractos, Pollock, Klein, Francis, los grandes pintores abstractos de la escuela del Pacífico y algunos alemanes y yo veo eso y me doy cuenta que es lo que yo estoy haciendo...”, recuerda.

Ese fue un aliciente para seguir creando e investigando. El punto de inflexión sería cuando conoce al pintor Alberto Dutary quien presentaba por primera vez en Panamá una exposición de arte abstracto.

“Fui a su casa a buscarlo, porque yo quería ser pintor y él me explico con mucha claridad que el arte abstracto no es improvisado, que hay que tener academia, hay conocer de pintura clásica, hay que saber dibujar, yo no quiero saber nada de eso, no quería nada más que manchar, pero él me brindó su estudio, me dio materiales, nos hicimos íntimos amigos”, relata.

Dutary se convirtió en mentor de Alvarado. “Nunca me dijo qué hacer, no me enseñó, pero de repente me daba un consejo, cuando veía un cuadro me decía ‘está muy bueno, pero si yo lo estuviera haciendo le metería una mancha en el medio así... nada más de palabra”. Luego le presentaría a algunos de sus clientes que empezaron a comprarle obras. Más adelante llegaría el momento de hacer una exposición y lo hizo acompañado de los mejores. Esta exposición colectiva marcaría un antes y un después en el arte panameño. Participaron en ella Alberto Dutary, Alfredo Sinclair y Mario Calvit. “Todos eran pintores profesionales, yo acababa de empezar. Dutary les preguntó si yo podía exponer con ellos y dijeron que sí”, recuerda.

Alvarado se dio a conocer, su obra empezó a venderse, Llegarían estudios y viajes que le abrirían la mente mucho más. “Con los viajes iba a los mejores museos, a las mejores galerías. Fui estudiando y aprendiendo lo de las manchas, lo de la pintura abstracta, viajamos a distintos lugares, uno de ellos, Suiza. Había una exposición de pintores alemanes que se llamaban tachistas (manchistas) y viendo sus obras te das cuenta que esos pintores tienen academia, tienen escuela de arte, tienen de todo; yo soy abstracto pero abstracto primitivo. Aprendí a hacer manchas, sigo haciendo manchas y cada vez me gustan más las manchas. Me dije, esta es mi escuela y comencé a estudiar en plan serio a los tachistas alemanes, viajando y aprendiendo”.

Para la promotora de arte Nancy Calvo, Alvarado es “un gran investigador. Desde que él descubrió las manchas y las posibilidades que estas le ofrecían ha seguido investigando y todavía lo está haciendo”.

La pintura y la bohemia

La vida pintó muy bien para Alvarado quien logró reconocimiento, lo que se traducía en una buena venta de su obra, pero paralelamente vivía como él mismo lo reconoce, un desmadre. “Más era la fiesta y la chupadera que lo que pintaba. Donde me dijeran ‘vamos a reunirnos’, allí estaba yo, fumando, bebiendo... todas las cantinas de este país las recorrí; todas las cantinas de Europa y las de todas partes. En París me preguntan si fui a la torre Eiffel y no, yo estaba en la cantina que estaba cerca de la torre Eiffel”, dice sarcásticamente. Sí, me arrepiento de todo eso; lo vivido es vivido pero era un desastre y así dañé a mi familia, con mi primera esposa y mi primer hijo yo estaba en la parranda, con mi segunda esposa, la mamá de mis hijas, la misma cosa... seguía pintando pero en paralelo, estaba la parranda”, asegura.

Yo voy a decir como Woody Allen que “me arrepiento de todo lo que he hecho”, aunque no culpa de ello a la bohemia del arte pues ya con 15 años era asiduo a una cantina en Santa Ana llamada El Cielo. Sin embargo, eran conocidos los “arranques” que se daba con figuras como el poeta César Young Núñez, el escritor Ernesto ‘Neco’ Endara y el poeta José Franco”.

La vida de Antonio Alvarado no ha sido lineal ni mucho menos ordenada. El, asegura, ha hecho de todo. “Trabajé talando árboles en Darién, fui marinero en la costa cargando ganado, cemento y muchas otras cosas de aquí de Panamá hasta Chiriquí; trabajé rompiendo calles, yo ayudé a construir San Miguelito. Bueno, trabajé en todo, pero en ese desorden siempre estaba el alcohol, la parranda, nadie sabe por qué yo no soy alcohólico”, afirma.

Y es que el pintor dice que ser alcohólico no es lo mismo que ser borracho. “Yo soy de la parranda, de la borrachera, suena feo, pero como somos artistas no podemos decir borracho, decimos bohemia”, dice con sorna.

Han pasado algunos años en que el tiempo para pintar fue mermando. “En los últimos años ya las cosas se estaban descomponiendo, ya todo era alcohol, humo, peleas con 40 años de casados”, recuerda. Alvarado se encontró solo en una casa enorme y con sus problemas de movilidad debió trasladarse a un lugar más céntrico.

Ya en su nueva residencia un día no se sintió bien. Debió llamar a una ambulancia “Me dio por no comer. Antes, comía antes de la parranda, durante la parranda -porque yo cocino- y después de la parranda, pero ahora de viejo se me quitó el hambre”, justifica. El doctor que venía en la ambulancia le dijo que había tenido un preinfarto y que debía ir al hospital. El artista se negó, pero hizo un cambio radical en su vida.

“Ya tuve mi carnaval, últimamente me tomo un vinito cada 15 días... empecé a pintar los cuadritos y me fui entusiasmando ahí adentro [en el estudio] con aire acondicionado. Después los lienzos grandes vinieron de Las Cumbres, comencé a pintar; ya llegué a una cantidad de cuadros que quiero hacer exposiciones por todos lados”, dice con entusiasmo.

Una nueva etapa

El artista dice que para él no hubo pandemia. Estaba absorto pintando en su estudio, la mayoría de la obra que va a exponer ha sido realizada después de 2020. “Hay de 2022, 2023 y 2024. En 2024 es cuando más he pintado”, destaca.

En sus planes, luego de su exposición en el Banco Nacional, tiene pensado exponer en la galería Juan Manuel Cedeño y en la Alianza Francesa. Incluso lleva algún tiempo desarrollando un proyecto en que los lienzos son páginas de ‘La Decana’.

En esta conversación sobre 60 años de carrera artística, el pintor no puede evitar pensar en que sus compañeros de generación han fallecido casi todos, pero él no tiene planes todavía de dejar este mundo. Alvarado mira hacia atrás y al detallar los años que han pasado y todo lo que ha vivido, asegura que “nadie me puede creer la cantidad de locuras que me han sucedido”, por ello, ha estado trabajando en sus memorias.

“Narro bastante bien pero escribo muy mal, así es que me están ayudando con eso. Ya llevo como 3 volúmenes. Nadie puede creer que a los 5 años yo tuve mi primera novia”, ríe y recuerda a su mamá que al verlo besar a su vecinita en Francia, no hacía más que renegar “oh lala... igualito a su padre”. El único problema es que cuando suma todo lo vivido y el tiempo que dedicó a cada oficio “cuando sumo son como 2000 años; no me salen las cuentas”, concluye.

Todo lo que hago son manchas, ¿por qué la mancha? porque me encantan las manchas, pintura tirada en el suelo, los carros chocados con las puertas manchadas...”.
Antonio Alvarado
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