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Las universidades públicas y su función transformadora de desigualdad e injusticia en la sociedad
- 23/12/2021 00:00
- 23/12/2021 00:00
Si bien la educación a lo largo de la historia ha sido y es considerada determinante para lograr el desarrollo y crecimiento justo y equitativo de los países, nos preguntamos, entonces: ¿por qué crece la pobreza, la marginación, la violencia y la inseguridad en los países de la región? Por citar, incluyendo a Panamá.
Con relación a esta premisa, utilizada por todos o casi todos, reflexionemos sobre ¿cómo lo está haciendo la educación superior en Panamá? ¿Aspiran las universidades públicas, con la administración de estas instancias académicas, a cambiar las estructuras político-económicas que producen y reproducen los fenómenos sociales arriba señalados, o solo son una parte del engranaje público que sostienen estas condiciones de desigualdad e injusticia social? ¿Están reflexionando las universidades sobre su relación directa en la disminución o crecimiento de estas condiciones?
Es necesario identificar en las universidades una postura ético-política clara, consciente de que su fundamental papel es la transformación social, por lo tanto sus acciones, entre ellas y con los otros, se deben articular, evitando fortalecer las conductas paternalistas del sistema, generando acciones para la organización, formación y facilitación de espacios comunitarios, que generen comunicación e información de los procesos del país, en tiempo y espacio pertinentes, procurando un balance para la participación consciente y organizada de los ciudadanos.
Los fenómenos de la migración que viven hermanos países, por razones de la violencia institucionalizada que generan desigualdad e injusticia social, y que nos afectan directamente, no pueden ser una opción permitida por la falta de asumir el papel a la que están llamadas las instituciones de educación superior, en Panamá.
Contribuir a la visión de una realidad paralela, lo que para algunos es conveniente crear a través de “falsas esperanzas”, es convertirse en cómplices silenciosos de los que con migajas engañan y se aprovechan de la confianza en ellos depositada. El papel de las universidades no es que la vean como “buenas”, porque facilitan espacios de participación para las personas en condición de exclusión. Su mayor reto es formar profesionales capacitados, conscientes no solo de las exigencias del mercado y las complejidades del sistema. Se requiere elevar la consciencia y competencias de las personas excluidas al desafío de enfrentar en sí mismos.
Las universidades no solo deben formar intelectuales con lenguaje culto de discurso fluido y continuo, con facilidad para la exposición de ideas claras y rigurosas; fundamentalmente deben formar profesionales para la resolución de problemas, capacitados, comprometidos para la transformación de las realidades complejas que vulneran y excluyen. Permitir la construcción de realidades paralelas a las reales de las comunidades, barrios y esquinas, donde la angustia por satisfacer la necesidad del hambre y la seguridad del hoy, entretiene a la población de los procesos del país; es constituirse en cómplices de una clase que se fortalece con alianzas económicas y políticas en detrimento del desarrollo y crecimiento de las comunidades.
Formar parte como profesional y docente de la Universidad Especializada de las Américas es un honor y gran reto, considerando sus importantes aportes en la docencia, la investigación y la extensión, y fundamentalmente por su contribución en espacios de alta complejidad social, en las que interviene la UDELAS, en áreas como: las comarcas, comunidades rurales y suburbanas, todas estas con elevados índices de pobreza y pobreza extrema y de las consecuentes situaciones generadas por la misma, haciendo frente a su papel a la que está llamada para transformar la realidad social en comunidades con igualdad de oportunidades y justicia social.