Rogelio Sinán, la pluma que transformó la literatura panameña

  • 20/04/2025 00:00
Poeta, narrador, vanguardista, maestro. Rogelio Sinán fue muchas cosas, pero sobre todo, fue un creador de mundos. A más de un siglo de su nacimiento, sus letras aún respiran, sueñan y cuestionan

En las costas de Taboga, el 25 de abril de 1902, nació Bernardo Domínguez Alba, quien años más tarde adoptaría el nombre que lo inmortalizó: Rogelio Sinán. Desde aquella pequeña isla rodeada de mitos y leyendas, emergería una de las voces más audaces y transformadoras de la literatura panameña y centroamericana del siglo XX.

A pocos días de cumplirse 123 años de su nacimiento, su legado sigue vivo. No solo por su obra —rica en imágenes surrealistas, símbolos tropicales y crítica social—, sino también por su incansable labor como educador, diplomático y promotor cultural. Rogelio Sinán no fue solo un escritor: fue un visionario, un tejedor de mundos que conectó a Panamá con las corrientes más vanguardistas de su tiempo.

Un seudónimo con historia

El seudónimo que lo acompañaría durante toda su carrera no fue fruto del azar. ‘Rogelio Sinán’ nació como homenaje a su bisabuelo libanés, una figura que lo conectaba con un pasado de migración, diversidad y herencia cultural.

Al elegir ese nombre, el joven escritor empezaba a construir una identidad literaria propia, consciente de que la literatura también es un espacio de reinvención personal.

Aunque su corazón nunca dejó de pertenecer a Panamá, Rogelio Sinán se formó con una perspectiva amplia y cosmopolita. Comenzó sus estudios en Chile, donde entró en contacto con el modernismo latinoamericano, y luego viajó a Europa, donde su mirada artística se expandió radicalmente.

Estudió en Alemania, en la Universidad de Jena, durante los años entre guerras. Allí vivió de cerca el auge del expresionismo, el surrealismo y los movimientos filosóficos contemporáneos. También residió en Italia, en pleno ascenso del fascismo, una experiencia que le dejó marcas ideológicas y éticas profundas. Esas vivencias nutrieron su escritura y su visión del mundo, dándole una voz original en el contexto latinoamericano.

Literatura sin fronteras

A su regreso a Panamá, Sinán estaba decidido a revolucionar las letras nacionales. Lo logró con obras como Onda (1929), un poemario considerado uno de los primeros trabajos surrealistas en América Latina. Con él, introdujo nuevas formas de experimentar el lenguaje y la realidad, abriendo camino para una literatura más libre y audaz.

En 1944, publicó La isla mágica, su novela más emblemática. Allí, lo real y lo fantástico se entrelazan en un universo simbólico y sensorial que anticipa elementos del realismo mágico. Ambientada en un territorio insular, la novela es también un reflejo del origen del autor y una metáfora del alma humana.

A esta obra le siguió Plenilunio (1947), una colección de cuentos donde lo cotidiano se quiebra por lo insólito, revelando un profundo conocimiento de la psicología y de las tensiones internas del ser humano.

Aunque su literatura no se presenta como abiertamente política, Sinán mantuvo siempre una mirada crítica frente a los poderes establecidos, la hipocresía social y la represión moral.

En sus textos subyacen preguntas sobre la identidad, la libertad, el deseo y la locura. Lo onírico, lo simbólico y lo irracional se convirtieron en herramientas para explorar lo más profundo del ser humano.

Fue, en cierto modo, un precursor del realismo mágico y un hermano estético de autores como Jorge Luis Borges o Alejo Carpentier, aunque con una voz claramente panameña.

Más que escritor: educador y diplomático

Pero Sinán no fue solo un creador de mundos literarios. También desempeñó un papel fundamental en la vida cultural de Panamá. Fue profesor universitario, impulsor de revistas literarias y uno de los fundadores de la Facultad de Filosofía, Letras y Educación de la Universidad de Panamá. Su vocación pedagógica lo llevó a formar a generaciones de escritores, promoviendo un pensamiento crítico, libre y estéticamente riguroso.

Como diplomático, representó a Panamá en países como México, Argentina e Italia. Gracias a estos cargos, mantuvo contacto con las figuras intelectuales más influyentes de su tiempo y proyectó la cultura panameña en el ámbito internacional.

Un legado vivo

En 1947, recibió el Premio Nacional Ricardo Miró, el más alto galardón literario de Panamá. Tras su muerte en 1994, el Gobierno instauró el Premio Nacional de Literatura Rogelio Sinán en su honor, para reconocer la trayectoria de los escritores panameños más destacados.

Hoy, sus libros siguen siendo leídos, estudiados y celebrados. Su figura es objeto de investigaciones, reediciones y homenajes en círculos académicos y culturales. Su influencia va más allá de sus textos: está presente en el pensamiento crítico, en el deseo de libertad creativa y en la búsqueda constante de belleza en las palabras.

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