Giroldi, Noriega y la traición del 3 de octubre de 1989

Actualizado
  • 08/10/2023 00:00
Creado
  • 08/10/2023 00:00
La Masacre de Albrook sigue siendo para algunos la fatalidad resultante de un día que pudo cambiar la historia panameña, y para otros, un eslabón más para capturar al exdictador Manuel Antonio Noriega, sin embargo, los nombres de sus caídos no dejarán de resonar en la historia panameña
El exgeneral Manuel Antonio Noriega declaró su inocencia hasta última instancia, pero cumplió con su pena hasta su muerte en 2017.

¿Error militar o lealtad inconsciente a la amistad? Nunca habrá una respuesta correcta para la inacción del mayor Moises Giroldi Vera que terminó en los eventos del 3 de octubre de 1989. A solo 34 años de este acontecimiento, la Masacre de Albrook, sigue siendo recordado por los panameños como una de las más terribles tragedias, por ende su nombre.

En las páginas de su autobiografía, Prisionero de América: Las memorias de Manuel Antonio Noriega, publicada en 1997, el exgeneral describe a Giroldi como “un oficial muy querido, afable y altamente confiable”. Más allá de la relación militar, con el tiempo Giroldi llegó a convertirse en la mano derecha de Noriega e incluso en su intento de golpe de estado mantuvo el respeto hacia su superior.

“Es muy explicable que Giroldi se enfrentara a Noriega con una especie de respeto reverencial, ante su máximo superior militar, ante su amigo de años, ante su compadre y padrino, ante su benefactor. Pero tal vez no sea exagerado calificar de ingenuo el organizar una rebelión armada contra un dictador, como Noriega, para tratar de convencerlo de que aceptara su retiro, con garantías personales en su beneficio”, argumenta Humberto Emilio Ricord, en el sexto capítulo de su libro Noriega y Panamá, en el que habla de la rebelión de Giroldi y la relación entre ambos hombres.

Bien es sabido que el segundo intento de golpe de estado y la rebelión que se dio entre las Fuerzas Armadas de Defensa de Panamá fueron rápidamente aplacados por el General Manuel Antonio Noriega mientras todavía se encontraba en custodia de Giroldi y los otros diez militares, pertenecientes a la Compañía Urracá, manejada por el mayor.

Mayor Manuel Giroldi, líder del segundo intento del golpe de estado al régimen militar panameño.

Giroldi planeaba entregar a Noriega a Estados Unidos, sólo aprensándolo en las instalaciones de la comandancia, sin embargo, su compasión hacia el general pensando en el bien de las Fuerzas Armadas de Defensa no obtuvo una respuesta recíproca.

“Recuerdo el miedo en los ojos de los rebeldes; ninguno de ellos pudo devolverme la mirada directamente. Nadie me tocó ni cambió su tono cortés y deferente al dirigirse a mí. Me dio una medida de mi posición y mis posibilidades. Lejos de la sensación de estar perdido, al borde de la muerte, ahora lentamente fui capaz de dominar y ejercer mi autoridad. Empecé a retomar el mando. Podía sentir la marea cambiando, el poder de la situación volviendo a mi lado”, describe Noriega en su autobiografía escrita por Peter Eisner, en el décimo primer capítulo, en el que habla de los sucesos del 3 de octubre de 1989.

En el desenlace de la tragedia del 3 de octubre, Giroldi y uno de sus sargentos fueron fusilados inmediatamente en el cuartel militar de Tinajitas, en San Miguelito, mientras que en Albrook, ocho de los golpistas fueron interrogados y torturados, para poco después ser ejecutados por su traición al régimen y la transgresión al máximo líder del mismo.

Las familias de estos también sufrieron las consecuencias de estos actos, luego de la Masacre de Albrook fueron perseguidos por el régimen, hasta el final del mismo. Estos mismos alegaron tiempo atrás al diario español, El Mundo, que estas autoridades allanaron sus hogares, los saquearon y luego desalojaron a estas familias.

Actualmente, el único rastro que todavía permanece de los rebeldes al régimen militar Noriega son sus nombres, que se encuentran en el mismo lugar en el que perdieron la vida, para que el atentado contra ellos sea siempre recordado por las próximas generaciones.

El rol de Estados Unidos

Sin embargo, los eventos alrededor del segundo intento de golpe de estado al régimen militar panameño y la Masacre de Albrook, tienen un trasfondo mucho más profundo, que envuelve a Estados Unidos.

Las relaciones diplomáticas entre ambos países tomó un giro drástico en la década de 1980, luego del Tratado Torrijos-Carter en 1977 y la muerte del General Omar Torrijos.

El periódico The Guardian detalla que estas situaciones alzaron alarmas a la administración americana sobre la seguridad de sus ciudadanos que aún permanecían en la Zona del Canal, además de esto existía la sospecha de la participación de Noriega en el tráfico de drogas mediante la facilitación del paso de estas sustancias en por Panamá, lo que ponía en peligro la importancia estratégica del Canal de Panamá.

Esto provocó que Estados Unidos introdujera sanciones económicas contra Panamá bajo la administración de Ronald Reagan, luego de haber acusado al general de narcotráfico, sin embargo, esto no logró que Noriega dejara el cargo de jefe de estado de Panamá.

Las limitaciones financieras propuestas por la nación americana al Canal de Panamá y al país inmediatamente ganó el descontento de la población, quienes eran los principales afectados por estos cambios, lo que resultó en un primer levantamiento en marzo de 1988, siendo Moisés Giroldi Vera uno de los encargados de suprimir este golpe de estado y lográndolo exitosamente. Un año y meses después, él mismo lideraría el segundo intento de golpe de estado y esta vez contaría con el apoyo de la administración estadounidense.

Dos días antes del 3 de octubre de 1989, la esposa del mayor, Adela Bonilla de Giroldi, informó al Comando Sur de los Estados Unidos que la posibilidad de un golpe de estado al régimen militar era segura, relata The New York Times en su reportaje 'A Failed Coup: The Bush Team and Noriega A special report.; Panama Crisis: Disarray Hindered White House'.

Giroldi y dos agentes de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos se reunieron y confirmaron el apoyo mínimo que había requerido el mayor de oficiales norteamericanos para llevar a cabo el golpe de estado contra Noriega. Las condiciones incluían protección para la familia de Giroldi y el bloqueo de carreteras en la Zona del Canal en lugares estratégicos para evitar que las Fuerzas Armadas de Defensa pudieran rescatar a Noriega.

A pesar de esto, todavía existía desconfianza por parte de Estados Unidos, lo que resultó en que al final se negaran a brindar el apoyo que habían comprometido para el golpe de estado, frustrando por completo el éxito de la oportunidad de capturar a Noriega.

El secretario de defensa de este país, Dick Cheney, declaró luego de lo sucedido que la administración de George Bush desconfiaba de Moises Giroldi y temían que los estuviera llevando a una trampa para “avergonzar” a Estados Unidos.

El día después

El 3 de octubre fue un día decisivo para la democracia panameña, los acontecimientos del segundo intento de golpe de estado fueron clave para que Estados Unidos pudiera invadir Panamá un mes después, en una operación en la que lograrían capturar al exgeneral Manuel Antonio Noriega, denominada ' Causa Justa', explica The New York times en 'Fighting in Panama: The Planning; U.S. Invasion: Many Weeks of Rehearsals'.

El ex-líder militar luego sería juzgado tanto por la justicia americana como por la justicia panameña. En Estados Unidos fue condenado a 40 años al ser declarado culpable por ocho cargos por narcotráfico, crimen organizado y lavado de dinero en 1992, mientras que en Panamá fue condenado en ausencia a 20 años de prisión por delitos de homicidios en contra de Hugo Spadafora y otros panameños, incluyendo los fallecidos del 3 de octubre.

Sin embargo, en su juicio de extradición a Panamá Noriega señaló no ser culpable por la muerte de Giroldi, Javier Tejada, ni ningún otro panameño, y añadió que fueron los amigos de estos militares los responsables de sus muertes. "No tuve que ver en la muerte de Giroldi ni de Tejada ni de nadie. Lo digo con mi corazón y bajo juramento ante Dios”, expresó el ex general frente a los familiares de los fallecidos.

Manuel Noriega falleció el 29 de mayo de 2017 con 83 años de edad en el Hospital Santo Tomás, tras haber sido inducido a un coma desde marzo de ese mismo año al haber sido operado por un tumor cerebral.

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