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- 13/12/2012 01:00
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PANAMÁ. Seguro que el filósofo materialista francés del siglo XVII Paul Henri Thiry, mejor conocido como el barón de Holbach, jamás pensó que sus pensamientos tendrían efecto sobre la justicia panameña del siglo XXI. Thiry afirmó que el poder nada tiene de halagüeño cuando sólo sirve para aterrorizar y atraerse las maldiciones de los hombres.
En efecto, una maldición se asentó sobre el Palacio Gil Ponce, ubicado en las faldas del Cerro Ancón, la sede principal del Órgano Judicial (OJ) y que también alberga a la Corte Suprema de Justicia (CSJ). Y la maldición es, ni más ni menos, que la soledad: esa condición del ser humano que lo aleja de seres queridos y amistades, esa situación de paria social que traumatiza y afecta el juicio de los mortales.
Un ejemplo viviente de los embates de este anatema es Aníbal Salas, magistrado de la Corte y expresidente del más prominente tribunal de la República.
En 2010 fue electo tras tres intentos para representar a ese poder del Estado, con seis votos a favor de un total de nueve. Salas no recibió balotas en contra, dado que los otros tres magistrados decidieron abstenerse.
Además de él mismo, Salas fue apoyado por Alberto Cigarruista y Winston Spadafora, sus antiguos compañeros en la Sala Cuarta de Negocios Generales —el ente rector del OJ—, que además habrían llegado al templo de las faldas del Ancón designados por el mismo dedo, el de Mireya Moscoso Rodríguez.
También votaron por él Alejandro Moncada Luna y José Abel Almengor, quienes debutaban como magistrados supremos. La sorpresa, el sexto voto, lo constituyó el respaldo de Víctor Benavides, quien se apartó de la línea abstencionista que fue promovida por Harley Mitchell, Oydén Ortega y Jerónimo Mejía.
Durante sus primeros pasos como presidente de la CSJ, Salas aseguró que mantendría una política de puertas abiertas para integrar a la familia judicial y acabar, con la mayor brevedad posible, con aquellos grupitos que provocaban improductividad e insatisfacción.
EL PASADO QUEDÓ ATRÁS
Para iniciar su plan ecléctico, Salas decidió olvidarse del supuesto expediente que había elaborado —y ‘engordado’ paulatinamente— en contra de su antecesor, Harley Mitchell, con relación al supuesto ‘abuso constante y exagerado’ del renglón presupuestario destinado a alimentación y bebidas.
¿De dónde emanó esta información y cómo llegó a las manos de Salas? Muy fácil: funcionarios administrativos del OJ se dedican a fotocopiar y recabar documentos sensitivos para preparar un ‘expediente informal y paralelo’. ¿Para qué? Para recopilar los supuestos desaciertos financieros del presidente de turno, y ganar prebendas y canonjías con el próximo líder del Judicial.
Pero Salas no solamente enterró el expediente en mención, sino que invitó a Mitchell —muy respetado dentro del mundo judicial— para inaugurar nuevos juzgados en Bocas del Toro, de donde es oriundo Mitchell.
En adición, Salas solicitó encarecidamente a Mitchell que lo acompañara a la Asamblea Nacional de Diputados para presentar el proyecto de presupuesto para el año 2011. La idea era proyectar unidad dentro de la CSJ, hecho que se hizo patente cuando Mitchell (quien fue diputado, director de asesoría legal, asesor y secretario general del parlamento panameño) señaló a los legisladores miembros de la Comisión de Presupuesto que en la CSJ ‘mantenemos diferencias jurídicas, pero no administrativas’.
También fue evidente que como presidente de la Corte, Salas se hizo acompañar de sus colegas Oydén Ortega y Víctor Benavides, quienes, de manera frecuente, eran invitados para ir al interior de la república, y a viajes al exterior en representación del presidente de la CSJ.
Así Salas logró acercarse a dos de los tres votos que no le favorecieron a finales de 2009, pero aún faltaba uno, Jerónimo Mejía. En cuanto a este, Salas nunca pudo crear ‘química’ con el espigado magistrado. Sin embargo, es un hecho innegable que Salas en muy raras ocasiones —por no decir ninguna— ha contrariado algún documento o sentencia que tenga a Mejía como ponente. Salas y Mejía forman parte de la Sala Segunda de lo Penal.
COSAS DE AMIGOS
Los lazos políticos dieron sus frutos con sus entonces compañeros en la Sala Cuarta —Cigarruista y Spadafora. Salas resultó más que pródigo en materia de nombramientos y otras facilidades de índole administrativa. Por ejemplo, cuando se presentó una vacante interina en el Primer Tribunal Superior, Cigarruista fungía como presidente encargado de la CSJ y sin pensarlo dos veces, ubicó en la codiciada posición interina (seis mil dólares mensuales) a Lilianne Ducruet, su pupila y protegida.
Cuando Salas regresó a su cargo, no ocultó su molestia, él tenía en mente para el puesto mencionado a la jueza María Leticia Cedeño, muy allegada a la familia Salas en Las Tablas, provincia de Los Santos.
Cuando Cigarruista se enteró de que Salas pretendía cambiar a Ducruet, remitió un mensaje inequívoco a su colega: ‘Como santeños, sabemos que en nuestra tierra estas disputas entre hombres se deciden a punta de machete’. Salas puso marcha atrás: Ducruet todavía se desempeña como magistrada superior interina; y Cedeño se quedó con la carabina al hombro.
Salas también mantuvo encontrones con Winston Spadafora. Uno de ellos guarda relación con Zaira Santamaría de Latorraca, protegida de aquel último. Latorraca, al principio de la administración de Salas, fue designada como asistente de la presidencia, pero duró muy poco en ese cargo. Fue reemplazada por Maruquel Arosemena Velasco, quien sí contaba ‘con toda la confianza’ de Salas. Latorraca fue exiliada hacia la dirección de la Escuela Judicial. Spadafora no reclamó porque, de todas maneras, él ejercía la presidencia del consejo consultivo de la mencionada academia.
EL CÍRCULO DE CONFIANZA
En su actitud por quitar piedras en el camino, Salas igualmente defenestró al equipo de confianza de los magistrados Mitchell y Esmeralda Arosemena de Troitiño. Por ejemplo, Ana Zita Rowe, comadre de Troitiño, fue removida como directora de la Carrera Judicial y degradada al viejo cargo de jueza de circuito civil; Vielka Aguilar pasó de directora de Recursos Humanos a oficinista en Presupuesto con la mitad del salario; Maruja Galvis fue trasladada de asesora de la presidencia de la CSJ a oficinista en Descongestión Judicial, también con el 50% del sueldo; y aunque Ginette Díaz se mantuvo como directora de Auditoría Judicial, su salario fue igualmente reducido a la mitad.
Además, Aura Feraud, una jurista con méritos reconocidos, fue cesada inexplicablemente como consultora para la modernización de la justicia, un cargo que era sufragado con fondos de organismos internacionales.
DESILUSIÓN
Otro suceso muy criticado dentro de la familia judicial fue cuando se registró el secuestro de la madre del magistrado Víctor Benavides (quien votó por Salas para presidente de la CSJ), hecho que se escenificó el miércoles 12 de octubre de 2010. En esa oportunidad, la Dirección de Seguridad del OJ solicitó al magistrado Salas dos de los carros a su disposición para colaborar con la Policía Nacional en la persecución y cerco de los plagiadores, pero Salas rechazó la petición.
Las fuentes precisaron que la decisión de Salas devastó emocionalmente a Benavides, quien, no obstante, recuperó su felicidad cuando, solo minutos después, el presidente Ricardo Martinelli prestó su helicóptero personal para trasladar a Veraguas al magistrado, cuya progenitora, de 95 años, no aparecía.
LA TRANSFORMACIÓN
En los primeros meses de su gestión como presidente de la Corte Suprema, Salas habría aplicado una estrategia que si bien no le libró de algunos roces, tenía claros trazos de buscar neutralizar a potenciales adversarios y mantener vigentes sus lazos con quienes lo apoyaron.
Pero en la segunda parte de su gestión Salas fue distinto. Poco después del incidente que desilusionó a Benavides, llegó el turno de uno de los novatos.
A los magistrados debutantes, Moncada y Almengor, Salas los trató con guantes de seda desde el primer instante cuando ambos pisaron el Palacio Gil Ponce. Pero cuando Almengor cayó en desgracia, como consecuencia del escándalo Pamago (siglas que identifican a los Perseguidos por Ana Matilde Gómez), Salas no esperó siquiera la renuncia de este juez supremo para retirarle a los agentes de seguridad, reducir el personal de su despacho, cambiar las cerraduras de la oficina, aplicarle una auditoría ‘interna y judicial’, y exigirle la devolución del vehículo oficial, una Toyota Prado.
LA BATALLA DEL SPA
Durante aquellos meses de su presidencia, Salas realizó nombramientos de magistrados para el Sistema Penal Acusatorio (SPA), que arrancó en Coclé y Veraguas el 2 de septiembre de 2011, a través de la Sala Cuarta de Negocios Generales. Poco después, no obstante, una inesperada nota de protesta —firmada por los magistrados Mitchell, Mejía, Ortega y Benavides— lanzó un grito de guerra: todas las designaciones de magistrados superiores debían pasar por el tamiz del pleno de la CSJ y no únicamente de la Sala Cuarta.
Y, aunque esta misiva no lo detalló, el enfado de estos cuatro magistrados también guardaba relación con el presupuesto del OJ para el 2012, el cual nunca recibió el visto bueno de los nueve miembros del pleno —como determina la ley—, sino solo el de la Sala Cuarta.
Así las cosas, Salas, de manera expedita, se ubicó en el primer lugar de la lista negra de los cuatro magistrados nombrados durante el gobierno de Martín Torrijos.
En aquella misma ocasión, Spadafora y Cigarruista también se distanciaron de Salas y aseguraron que firmarían, bajo el prisma de una lupa, todos los documentos que proviniesen del despacho de Salas.
A manera de ejemplo, un reportaje exclusivo de La Estrella informó que Spadafora y Cigarruista mediaron con Mitchell para que los nombramientos espurios de los magistrados superiores del SPA recibieran condición de interinidad y fueran revisados por el pleno dentro de un año.
Además, Spadafora y Cigarruista advirtieron a Salas que ni se le ocurriera presentar la nominación de los magistrados del SPA —entre ellos el nombre de Maruquel Arosemena— que laborarían en el Cuarto Distrito Judicial (Los Santos y Herrera) a partir del 1 de septiembre de 2012, pues se trataba de una responsabilidad exclusiva de la junta directiva que sería escogida en enero de 2012.
CENIZAS AL ATARDECER
Tal cual como llegó a la CSJ Salas se encuentra solo, triste y abandonado. Su legado ya está empañado por una serie de eventos desafortunados. Durante los últimos meses de su administración, únicamente consultaba con la asistente de presidencia, Maruquel Arosemena Velasco; la sobrina de ésta, Joyce Mayorga Velasco, quien fungía como directora de Recursos Humanos del OJ; y, con menos influencia, su asistente personal, Karla Staff.
Arosemena ya no labora en el OJ; Mayorga fue nombrada, de manera irregular, como defensora de oficio; y Staff hoy se desempeña como asistente de Moncada.
Para salir con la frente un poco en alto, Salas creía que su legado en la presidencia en la CSJ se salvaría con las posibles cifras positivas que arrojase el Programa de Descongestión Judicial, pero los resultados no fueron muy halagadores.
Tanto así que el coordinador de este programa, Rodolfo Palma, renunció muy decepcionado y luego se incorporó a un bufete.
Asimismo, Salas rezaba para que el SPA funcionara de manera exitosa, a pesar de que los magistrados de este esfuerzo administrativo nunca fueron designados como lo manda la ley. O que los recursos necesarios nunca se han logrado.
Incluso en decisiones más recientes Salas ha estado errático apoyando en algunos casos posturas del grupo de magistrados que no le dieron el voto allá en 2010, la razón es que reaccionaba con despecho al no haber logrado estar en la lista de posibles designados para un nuevo periodo.
Lo cierto es que el tiempo que le queda a Salas como magistrado de la Corte Suprema se cuenta en horas. Dentro de pocas lunas deberá abandonar su altar en el templo de los semidioses del Órgano Judicial y volver a ser un mortal común y corriente, sin poder, sin influencia y ahora con menos amigos que hace 10 años.