Preliminares para un análisis de las teorías complotistas

Actualizado
  • 03/04/2022 00:00
Creado
  • 03/04/2022 00:00
Tanto los seguidores a la letra de los dictámenes sanitarios oficiales, como los complotistas extremos, mezclan en sus teorías verdades y mentiras. En estas explosivas mezclas pudiera encontrarse lo más terrible: descuido hacia la profundización del conocimiento
Preliminares para un análisis de las teorías complotistas

Una tarea apremiante de la filosofía y de la sociología contemporáneas debería ser aquella de investigar –libre de prejuicios y condenas a priori– raíces, expresiones, modalidades y difusión de las diversas teorías complotistas las cuales, tengan menores o mayores adeptos en los diferentes países y grupos sociales, son indudablemente un fenómeno de nuestra actualidad, liquidado a menudo con una arrogancia intelectual que, si bien justificada frente a ciertos extremos,..no ayuda a entender el problema ni a enmarcarlo en su justa génesis, implicaciones y consecuencias.

La primera observación posible es que los partidarios de las variadas teorías complotistas pertenecen a los más distantes credos políticos: van desde la derecha extrema, dominante en Estados Unidos, hasta franjas de extrema izquierda presentes entre los complotistas europeos. Sus argumentaciones al respecto, en caso de que se les cuestionen las afiliaciones políticas tan heterogéneas, giran en torno a la “superación radical y definitiva”, según ellos, de los “bandos” tradicionales de la lucha política.

Naturalmente, las decepciones experimentadas hacia los líderes políticos, con ejemplos de corrupción notoria de un lado y otro, junto a sus pobres actuaciones que no han logrado cambios significativos en la vida de las personas, esas decepciones, decíamos, han tenido un rol determinante en el abandono de la fe política seguida por sus padres y abuelos.

Sin embargo, en esta característica se perfila una tendencia o una constante que pudiéramos simplificar con la imagen tan certera del “Botar el bebé con el agua sucia”...

Sigamos adelante...

Una segunda característica es aquella de no interrogarse acerca del “porqué” o del quid prodest, de la finalidad a mediano y largo plazo de determinado complot. Por ejemplo, si alguien piensa que la vacuna contra la covid-19 es dañina para nuestra salud futura y nos va a matar a todos, preguntados de la razón de este plan tan funesto, contestan que no saben, pero que el plan indudablemente existe. Piensan que preguntarse el porqué y el quid prodest sea un vicio racionalista superado e inútil, una costumbre de dinosaurios intelectuales que nada bueno supieron hacer en la historia humana, y nada bueno y creíble pueden hacer para el futuro.

Una tercera característica es que los seguidores de las teorías complotistas componen una galaxia cuanto más disímil en relación a la visualización o enunciación de las particularidades del complot: desde aquellos que piensan que la ciencia oficial nos ha mentido siempre y en todo (la tierra es plana, el hombre no fue a la luna, esas famosas imágenes son una película etc. etc.), pasando por los que piensan que el virus de la covid es una invención de las Big-Pharma, hasta llegar a los que sencillamente saben que las multinacionales disponen de riquezas tan grandes que razonablemente pueden ser utilizadas para grandes operaciones de manipulación de masas, obviamente maniobradas y dirigidas al logro de sus intereses económicos y de control político de la población mundial.

Del breve y preliminar examen

Sin hacer ningún comentario ni querer relacionarla con ninguna teoría complotista, por honestidad intelectual debemos empezar con una observación incuestionable, una reciente información reportada por todos los medios a nivel mundial: en el período de la pandemia, las 10 personas más ricas del planeta han redoblado sus riquezas, y 160 millones más de personas han engrosado las filas de los individuos en pobreza extrema.

En un primer, fácil análisis de los elementos comunes a las teorías complotistas, lo que salta a la vista es la “desconfianza” hacia la ciencia oficial y los estudios académicos, por extensión hacia la cultura en general, hacia la cual muchos (no todos pero, sea claro) manifiestan fastidio, ridiculización, negación. Paralelamente, pero, hay también fuertes solicitudes de poder escuchar, dar derecho de palabra a estudiosos y científicos que manifiestan opiniones alternativas a las versiones o interpretaciones dominantes.

Lamentablemente, hay que admitir que, aparte de pequeños espacios utilizados más que nada para ridiculizarlos, en los medios de comunicación masiva –a nivel mundial– no se han visto debates serios entre científicos de diferentes opiniones acerca de, por ejemplo, el combate a la epidemia de la covid, ni en torno a las estrategias para su superación. La información al respecto ha sido muy uniforme y unidireccional.

Lo anterior, como cosa lógica, conlleva la radicalización del fenómeno. Es común encontrar personas que no quieren saber ni escuchar nada de quien sea mínimamente crítico hacia las decisiones o medidas tomadas por los países en el combate contra la covid; y, por otro lado, hay personas que se alimentan exclusivamente de información alternativa y no toman en ninguna consideración informaciones y datos oficiales que tachan a priori de falsos y tendenciosos.

En la radicalización siempre hay la ofuscación de la inteligencia, siempre hay la omisión de elementos que podrían dar un cuadro de conjunto que se acercaría más a la realidad; siempre hay actitudes de desprecio hacia la reflexión, el estudio, la duda razonable, que son las actitudes básicas, y científicas para llegar al conocimiento.

Así que no es aventurado decir que tanto los partidarios a ultranza de todo boletín oficial de las autoridades sanitarias de sus países, como los que aceptan como evangelio cualquier información del último gurú encontrado en Facebook, pecan de ingenuidad intelectual, demuestran poca formación científica y pudieran ser presa fácil de manipulaciones de todo tipo.

El macro complot como peligrosa tendencia

Es precisamente en esa radicalización, y en esa poca confianza –en ambas posiciones– hacia la necesaria profundización del conocimiento, donde a mi juicio es posible vislumbrar una peligrosa tendencia de nuestra época. Y ¿por qué no?... Un macro-complot, eso sí, a daño de todos nosotros.

Y el Quid prodest lo encontramos fácilmente... ¿Qué cosa mejor, para los grandes poderes económicos que manejan el mundo, tener masas de personas que se hacen pocas preguntas o están dispuestas a creer a cualquier absurdidad? ¿Qué cosa mejor que tener masas de compradores compulsivos que a lo mejor odian a Bill Gates, pero tienen en manos el último iPhone?... ¿Qué cosa mejor que crezcan jóvenes que no creen que valga la pena estudiar nada, en tanto habrá robots que harán nuestro trabajo?

Muy probablemente, tanto los seguidores a la letra de los dictámenes sanitarios oficiales, como los complotistas extremos, mezclan en sus teorías verdades y mentiras. En estas explosivas mezclas pudiera encontrarse lo más terrible: descuido hacia la profundización del conocimiento, pérdida de la capacidad de plantearse preguntas y dudar por principio de la respuesta más fácil, incapacidad crónica para la reflexión lenta y pausada.

El debate está abierto, se me consienta cerrar con una frase chistosa (no mía): “Todo problema complejo tiene una solución sencilla. Y está equivocada”.

Preliminares para un análisis de las teorías complotistas
MISIÓN Y VISIÓN

Pensamiento Social (Pesoc) está conformado por un grupo de profesionales de las ciencias sociales que, a través de sus aportes, buscan impulsar y satisfacer necesidades en el conocimiento de estas disciplinas.

Su propósito es presentar a la población temas de análisis sobre los principales problemas que la aquejan, y contribuir con las estrategias de programas de solución.

La autora es doctora en materias literarias de la Universidad de Bologna, Italia. Ha sido docente de sociología y lengua italiana en la Universidad de Panamá.

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