Este viernes 20 de diciembre se conmemoran los 35 años de la invasión de Estados Unidos a Panamá. Hasta la fecha se ignora el número exacto de víctimas,...
Los hijos de Omar Torrijos van al baile
- 20/03/2019 01:00
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El evento más esperado del fin de semana para el pueblo de Santiago de Veraguas es un hecho: Dorindo Cárdenas, padre tipiquero de todos los padres, toca esta noche en el legendario Jardín El Parrandero. El baile es comidilla entre jornaleros, mendigos, policías, transportistas y visitantes curiosos que saben que este sábado de quincena, en la ciudad de Omar Torrijos, es sábado de despelote.
Los autos se acumulan uno detrás del otro en sus principales avenidas, sus candidatos a cargos de elección popular están visibles en banderas y en vallas que saludan a los carros y le dan la espalda a los barrios donde viven los votantes. La iglesia recoge dinero entre el tráfico y el solazo. La Avenida Central, sus almacenes, y sus tugurios, están copados por el pueblo que esta noche bailará con ‘El poste de macano negro'. En el Juan Demóstenes Arosemena, su parque más popular, unas veraneras rosadas brotan de sus tejados y unos jóvenes se filman jugando a ser artistas.
—No tenemos mayores problemas—, dice una mujer que está conmigo en una banca del parque.
— ¿Son ustedes suecos?— pregunto.
— (Ríe) Digamos que aquí camino sin miedo, hasta de madrugadas.
Considerada una ciudad del Partido Revolucionario Democrático, Santiago de Veraguas, es el lugar donde nació, un 13 de febrero de 1929, el hombre que firmó el tratado que nos devolvió el Canal de Panamá. Sin embargo, ya no vivimos en 1977, cuando Torrijos encarnaba el poder. En Panamá, en estos días, el poder no tiene rostro de sargento. Noventa años después de su nacimiento, una parte de la casa en la que lloró por primera oportunidad el líder continental es un salón de belleza; en su ciudad, un empresario que le puso el nombre de su padre a un corregimiento busca reelegirse por cuarta ocasión.
Esta noche, los hijos de Omar Torrijos llegaron de Atalaya, de Calobre, de La Mata, de Santiago y del más allá. Pregunta el animador del baile: ‘¿Dónde está la gente de Changuinola?'. El Jardín El Parrandero se está llenando. El acordeón se afina, se escucha su nostalgia. Los policías no revisan a nadie y en la entrada del evento, una señora, en una taquilla como la de un circo rural, vende la entrada que me costó tres dólares.
Los santiagueños están aquí antes que los españoles. Antes que llegara Cristóbal Colón eran guiados por cacicazgos. Con la colonización desaparecen las antiguas organizaciones, así como sus tierras, y crecen los empresarios del ganado, que controlaron las instituciones y fomentaron el nepotismo. ‘La idea de contar con una hegemonía del poder local por parte de algunos miembros de la élite y familiares, lo que se podría denominar red endogámica —explica el historiador Mario José Molina en el libro Veragua la tierra de Colón y Urracá — , surgía para controlar las justicias, los precios de los productos y aprovecharse de algunas rentas'. Agrega Molina: ‘la mayoría de los miembros del ayuntamiento de la ciudad de Santiago de Veraguas, para la segunda mitad del siglo XVIII y principios del siglo XIX, no solo eran parientes cercanos, sino que también que en su mayoría eran diezmeros'.
El veterano periodista Olmedo Carrasquilla me atiende en su casa en Santiago. Además de comunicador, es un reconocido folclorista y músico que llegó a esta ciudad desde Ocú, en Herrera, hace más de medio siglo. Anoche su hijo, que es roquero, ambientalista, periodista, documentalista y que se inventa por estos días una televisión en línea alternativa para Veraguas, exhibió unas fotografías en un bar con food truck , con otros jóvenes artistas que pintan y hacen esculturas. En aquel evento tocaron varios grupos musicales, sobre todo latin jazz , al aire libre. Allí estaban, entre los adolescentes y jóvenes hijos de la sociedad próspera, el exmagistrado de la Corte Suprema de Justicia Víctor Benavides; el tuitero que enfureció un día a Ricardo Martinelli, al punto que el expresidente le dijo: ‘Respeta HP', y un candidato de Laurentino ‘Nito' Cortizo con su equipo de trabajo.
‘Antes de ser PRD, o de ser de Santana, o incluso antes de ser independientes como Lombana, Santiago fue comunista. El Partido del Pueblo tuvo en Veraguas, y en esta ciudad, a destacados dirigentes, como Francisco Chang Marín, que organizaron luchas contra los latifundios, donde ‘las vacas vivían mejor que los campesinos', dice Marín.
Para Carrasquilla, los cambios sociales que sacaron de la pobreza a muchos de sus moradores ocurrieron cuando se invirtió en educación, cuando se inaugura, el 5 de junio de 1938, la Normal de Santiago, colegio que educó a nuestros educadores, entre esos a mi madre, y que motivó una migración a lo interno de Panamá de padres interesados de todas partes del país, incluso fuera del país, en que sus hijos aprendieran en esta fortaleza que luce imponente aún día y que fomenta la figura del líder indígena Urracá. ‘Aquí (Santiago) —dice Carrasquilla— cualquier persona tiene un grado avanzado de cultura'.
Los santiagueños bailan en círculos, uno tras otro, en parejas de a dos que no se cambian o solos. Bailan en oposición a las manecillas del reloj y aunque se pisen o se choquen entre ellos, no se enojan. Hay señores negros de canas con camisas celestes, está la indígena chiricana en su nagua, el cañero joven y adulto de Atalaya, la esposa del peón de la finca y la familia de ellos. Festejan que pueden bailar esta noche y se toman las cervezas para adolescentes que también les hacen efecto. Los hombres llevan en el cuello un pedazo de cartulina fluorescente que certifica que pueden mover el cuerpo en la pista con su acompañante. Luces neones, ningún anuncio político, ningún candidato. El jardín El Parrandero es territorio neutral. Solo están ellos, que cierran los ojos muy fuerte cuando bailan, y el músico que les canta:
‘Estoy muy triste, estoy muy triste
Porque se va, lejos de aquí
Regresa pronto mi amor, regresa pronto
Que mi corazón está sufriendo por ti solito
Y mi corazón llorará, llorará, llorará, llorará
Y mi corazón llorará, llorará, llorará, llorará'
Desde que sucedió la invasión a Panamá, los puestos al parlamento que otorga el circuito 9-1 de Santiago, Veraguas, que son dos, al inicio se lo disputaron las dos fuerzas mayoritarias del país, el PRD y los arnulfistas. Con los años se unió a la disputa del poder político una tercera fuerza, el partido Cambio Democrático, y se agudizó la disputa entre sus más de cien mil electores. En este momento la competencia es muy parecida a las elecciones del 2009 y 2014. Porfirio Ellis, señalado de múltiples delitos no solo electorales, del CD, buscará una curul, dos chicos del PRD —que en Santiago me dijeron que uno es el pupilo de Benicio Robinson y el otro, mano derecha de Rubén de León— buscarán una curul. Están los Molirena con candidato propio y los independientes, uno de ellos cercano al candidato presidencial por la libre postulación, Ricardo Lombana, que logró recolectar miles de firmas. Y está el empresario Carlos Santana, que al igual que a los dictadores —como diría Juan Villoro—, ‘le teme a los desenlaces'.
Santana es el hijo de Carlos Santana Ávila, un transportista y maestro que movilizó a muchos santiagueños de la ciudad a los pueblos. A los que les consulté en la comunidad lo recordaban como un señor trabajador y honesto. Uno de sus hijos, Carlos Santana, es el representante de una parte de Santiago desde hace mucho tiempo. Es un empresario del transporte, de la comida, de bienes y raíces y, según algunos santiagueños, fue la persona que gestionó el proyecto habitacional más grande de su historia de la ciudad, San Antonio, un complejo residencial de multifamiliares que costó casi 65 millones de dólares, que, como en Curundú o en Colón, busca solucionar los problemas de vivienda a gran escala.
El día que visité los multifamiliares, parejas de jóvenes santiagueños con sus pequeños hijos salían de las casas para ir a trabajar. Los parques estaban limpios y algunos niños jugaban.
Es una ciudad toda nueva. Un cuartel policial vigilaba la entrada y todo transcurría con normalidad. Casi no habían letreros políticos, los únicos que logré observar eran del partido de gobierno y del diputado.
Santana también logró, pero hace casi dos décadas, que un corregimiento de su distrito electoral llevara el nombre de su padre y el suyo: el corregimiento Carlos Santana. En ese lugar vive su madre.
Antes de ser PRD, o de ser de Santana, o incluso antes de ser independientes como Lombana, Santiago fue comunista. El Partido del Pueblo tuvo en Veraguas, y en esta ciudad, a destacados dirigentes, como Francisco Chang Marín, que organizaron luchas contra los latifundios, donde ‘las vacas vivían mejor que los campesinos' dice Marín.
La ciudad de Santiago era un foco de marxistas, antes que Fidel Castro llegara a Cuba, y fueron reprimidos y encarcelados y se les prohibía trabajar en el gobierno. Se organizaban a través de ligas, de forma clandestina en muchas ocasiones, y gozaban de medios alternativos. El Partido del Pueblo observaba el problema de su ciudad en la estructura que tenía la sociedad: grandes propietarios de tierras y pobreza acumulada.
Este partido terminó acuerpando el proceso de Omar Torrijos. Torrijos, como es conocido en Santiago, con una reforma agraria, le regresó las tierras a muchos de sus antiguos propietarios.
Hoy día, sin embargo, los problemas que intentan remediar los políticos son otros. El activista de Lombana me dijo que estaban preocupados por la corrupción. Ellis promete mayor prosperidad. Santana promete seguir como iban.
Sin embargo, en el jardín El Parrandero, por momentos nos olvidamos de todos ellos, como nos olvidamos de la casa de Torrijos, salvo de Dorindo Cárdenas, que no asistió esta noche y envió en su reemplazo a su hijo. La industria musical de los tipiqueros, tal cual la política, es hereditaria. Los santiagueños bailaron con el hijo como lo harían con el padre, pero no olvidaron al padre. Uno de ellos —que se comía un pollo frito con unas hojaldres— un poco desilusionado, me dijo que no era lo mismo bailar con el descendiente de Dorindo Cárdenas, que el padre y el hijo no son iguales. No obstante, esa noche cantaron sus éxitos de toda la vida que los enamoran en los campos.