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- 08/12/2019 00:00
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El mundo desde sus inicios ha estado en constante evolución; sin embargo, durante los últimos cuarenta años hemos sido testigos de drásticos cambios y transformaciones que han modificado desde sus raíces más profundas conceptos, formas y maneras de como los conocíamos, principalmente en sectores vitales para el funcionamiento de la vida en el planeta.
Estos cambios y transformaciones se han convertido en tema obligado de estudios y análisis de un significativo número de especialistas de todas las ramas y sectores; algunos destacando “los logros del progreso” alcanzado; así como las bondades que los acompañan. Paralelamente, un número no menos importante de estos estudiosos expresan sus preocupaciones por las consecuencias y resultados desfavorables para más de la mitad de la población mundial que se ha reflejado en un incremento importante de pobreza, generando niveles de desigualdades socioeconómicas y políticas.
En el ámbito político y geoestratégico también se han operado cambios, conformando un entramado, bajo el dominio y hegemonía de los Estados Unidos de Norteamérica. Tal circunstancia ha permitido la aplicación de las políticas económicas, derivadas de las “recetas fondomonetaristas” se hagan efectivas mediante el uso de la fuerza (OTAN).
La competencia por el control de los mercados y la disputa entre las empresas transnacionales para hacerse del poder han adquirido ribetes titánicos. Los cambios emergentes y las transformaciones impulsan un “sistema global de producción”, tal como lo planteado la OMC en su momento y más tarde, pero reiteradamente, la OCDE y el G-7.
Las privatizaciones, compras de empresas nacionales, fusiones de capital, las llamadas compras “hostiles”, así como la aplicación de variadas y complejas transacciones económicas, han conllevado a su vez un reordenamiento en las formas organizativas del trabajo.
Las relaciones laborales que cotidianamente se ejecutaban para elaborar y producir determinados productos han variado y se “ajustan” a las necesidades y requerimientos únicamente del mercado. A ello hay que sumarle la tecnificación en los sistemas de producción.
Hoy día con la imposición de políticas económicas controladas por poderes supranacionales se violentan conquistas alcanzadas hace más de 300 años con la pretensión de borrarlas. Es decir, los llamados “derechos humanos laborales” atraviesan por un recio período que de acuerdo con la intensidad y características del país donde se aplican, van desde la “flexibilidad laboral” hasta la más cruel “precarización del trabajo”.
Al respecto, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ya ha emitido pronunciamientos, que se recogen en su declaración de “Derechos Fundamentales del Trabajo”, documento adoptado en la asamblea general de este organismo realizada en 1998, donde entre sus partes “hace un llamado a los estados miembros a proteger y velar por el cumplimiento de los ocho (8) convenios fundamentales, a saber: Convenio #30 de 1929 sobre el trabajo forzoso; Convenio #87 de 1948 sobre libertad sindical; Convenio #98 de 1949 sobre derechos de sindicación y negociación colectiva; Convenio #100 de 1951, sobre igualdad de remuneración; convenio #105 de 1957 sobre la abolición del trabajo forzoso; Convenio #111 de 1958, sobre la discriminación; Convenio #138 de 1973, sobre edad mínima para el empleo y el Convenio #182 de 1999, sobre la eliminación de las peores formas de trabajo infantil.
Desde su creación, las organizaciones sindicales constituyen una herramienta fundamental en la defensa de los derechos de los trabajadores. Pero lo expuesto en la “declaración de principios” del congreso mundial obrero, realizado en Londres en 1864, parece no funcionar en la realidad panameña. Puede que existan diversas razones, pero analicemos sólo dos (2) elementos por considerarlos ambos preocupantes e inquietantes.
Un primer elemento lo podemos encontrar en el nivel etario de la dirigencia sindical cupular. En las centrales y confederaciones, secretariados, uniones profesionales y organismos promocionales del sindicalismo, la edad promedio de la dirigencia está situada por encima de los sesenta años y cuando se revisa sus estructuras de funcionamiento encontramos pocos “cuadros de relevo”; escasos profesionales dedicados a la promoción del sindicalismo tomando en cuenta las particularidades y necesidades de la población que cada día se incorpora al mercado de trabajo. O sea, la actual dirigencia continúa utilizando los mismos esquemas tradicionales de “organización y reclutamiento” del periodo industrial, sin considerar que esa etapa ya fue superada hace más de 30 años.
Un segundo elemento radica en la llamada “dispersión sindical” promovida y auspiciada por las propias empresas transnacionales que, mediante la creación de fundaciones, asociaciones y campañas de solidaridad, han penetrado a las organizaciones de trabajadores, cuyos dirigentes se han convertido en “operadores” de la patronal. Aquí hay que detenerse para observar (no tenemos espacio para el detalle) el comportamiento de la “burocracia sindical” que desde las transnacionales del sindicalismo (CSI, CM y FSM) han sido no solo inmovilizadas, sino que bajo el disfraz de “negociación”, “conciliación”, “diálogos sociales”, en los últimos treinta años, han entregado gradualmente las conquistas y los derechos de los trabajadores, tal como ha ocurrido en importantes centrales y confederaciones cooptados por el “modelo unionista” europeo.
Aquí no podemos dejar de lado el tema de la corrupción que, por ser parte del sistema para el control sociopolítico y económico de parte de las grandes corporaciones, han permeado a la dirigencia sindical burocratizada, los cuales han priorizado el lujo y confort por encima de los intereses de la clase obrera. De este método de control y subordinación, solo basta releer algunas transcripciones de los llamados “Varelaleaks”.
Siendo el panorama nada favorable para los trabajadores, consideramos que es importante y necesario un gran golpe de timón que permita reorientar a la dirigencia, pero desde nuevas perspectivas del trabajo de formación y promoción sindical. Ello estriba en cambiar los modelos existentes en las escuelas sindicales empotradas en las centrales y confederaciones, pero que a la postre solo reproducen las taras político-ideológicas de quienes las dirigen u orientan.
Tal propuesta significa revolucionar todo el sistema de formación en sus diferentes niveles, revisando contenidos, conceptos, propuestas y necesidades, desde un enfoque totalmente flexible; que no se quede en el tiempo, que pueda desarrollar capacidad de renovación desde adentro.