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- 23/07/2023 00:00
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En días pasados escribimos sobre la influencia que tuvieron las mujeres en la vida del Libertador, quien no hubiera podido llevar la vida que vivió, ni hacer todo lo que hizo sin ellas. Ahora Don Eduardo Jaspe, investigador bolivariano, me ha enviado un interesante escrito donde nos cuenta sobre cuatro mujeres vinculadas a la vida amorosa del libertador que le salvaron la vida. Hubo unos 20 atentados fraguados contra la vida de Bolívar por sus enemigos, que no lograron su cometido. Su odio se debía a que Bolívar quería acabar con el sistema político monárquico y autoritario que mantenía a la gran mayoría de la población en la sumisión y esclavitud, para reemplazarlo con un sistema político democrático republicano, donde todas las personas deben ser iguales ante la ley.
Eduardo Jaspe nos habla sobre cuatro de esos atentados frustrados por mujeres que se encontraban en el lugar y momento apropiado para librarlo de ser víctima de sus enemigos:
La primera salvadora es a la dominicana Julia Corbier o Lluisa Crober, de 32 años, residente en Kingston, Jamaica, quien dispuso entablar amoríos con Bolívar, mujeriego empedernido. “En la noche del 10 de diciembre de 1815, mientras rendían tributo a Afrodita, Diosa griega del sexo incontrolable, Pio, el esclavo liberado de Bolívar, sobornado con 2,000 pesos por los españoles, asestó dos puñaladas mortales a un proveedor de Bolívar, quien se había acomodado en la hamaca del Libertador. Así Julia o Luisa, sin proponérselo, se convirtió en la salvadora de su querido Simón.”
La segunda salvadora es conocida como la “anónima llanerita”, pues la historia no registró su verdadero nombre. Era el año de 1818, mientras Bolívar era perseguido por instrucciones del General Pablo Morillo, quien había recibido el santo y seña y el sitio exacto donde se encontraba Bolívar, de un soldado capturado y torturado. Con esta información, el General Morillo ordenó acabar con el “bandido de Bolívar”, como lo llamaba. “El Capitán español Renovales y 8 soldados abrieron fuego indiscriminado y acabaron con la vida de dos coroneles y el capellán, que acompañaban a Bolívar. Bolívar estaba cerca, dando desalojo a su incontrolable libido en un rancho, en compañía de la joven llanerita. Así pues, esta jovencita se convierte, sin saberlo, en otra salvadora del libertador.”
La tercera salvadora a que se refiere Don Eduardo es María Joaquina Costas, quien formaba parte de las doce bellas muchachas escogidas para darle la bienvenida al Libertador e imponerle la corona. Al momento de acercarse a coronar a Bolívar, se acercó a su oído y le dijo “cuídese, General, que esta noche planean asesinarlo”. El también, con discreción, le dijo que quería reunirse con ella. “En la noche se ofreció un baile en su honor y Bolívar se presentó sin bigote y vestido de particular. Bailó varias piezas con María Joaquina y acordaron encontrarse en un lugar seguro y discreto. Ahí ella le reveló que su tío, el coronel León Gandarias, era el organizador de la conspiración. Al llegar los conspiradores, no encontraron a su presa y fueron apresados y expulsados del País. La pareja vivió un apasionado idilio durante 25 días. Estando en Sucre, Bolívar recibió una carta donde ella le anunciaba que estaba embarazada. El hijo de María Joaquina nació el 18 de julio de 1826 y fue conocido como José Antonio (Pepe) Costas. Murió en 1905 a los 79 años y en su acta de matrimonio aparece como “hijo natural de la señora, finada, María Joaquina Costas y del finado señor Simón Bolívar. El francés, Luis Perú Lacroix, reveló que Bolívar le dijo que de Potosí tiene tres recuerdos: ahí me quité el bigote, vestí de civil y tuve un hijo.”
La cuarta salvadora es Manuelita Sáenz, la más conocida de las casi 60 amantes que se le asignan a Bolívar. En 1828 el General ya daba muestras de que su salud había comenzado a decaer. Según el historiador Eduardo Lozano Torres, “en la noche del 25 de septiembre, afiebrado, dormitaba en su recámara y a solicitud de él, Manuelita lo acompañaba. Se escucharon unos disparos y gritos “viva la libertad, muera el tirano”. Cuando los conspiradores llegaron a la habitación se encontraron con Manuelita, quien los enfrentó, fue golpeada y amenazada de muerte. Les dijo que Bolívar se encontraba en el salón de reuniones, para ganar tiempo a que su amando saltara por la ventana y se pusiera a salvo de sus agresores”. Este incidente en la historia se conoce como la “nefanda o abominable noche de septiembre”. La valentía de Manuelita le salvó la vida y por esto él la bautizó como “La Libertadora del Libertador”.