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'No sé por qué metí a mi hija en la selva' 'Lo que dicen en tik-tok no es cierto'
- 04/10/2023 00:00
- 04/10/2023 00:00
Araceli Bolívar es una mujer de origen venezolano quien junto a su familia se radicó en Chile, pero las necesidades familiares la obligaron a emprender el camino en busca de un mejor futuro, esta vez, tras el “sueño americano”.
El viaje se inició en avión, pero al llegar a Necoclí (Colombia), las cosas cambiaron y comenzó la terrible travesía a pie por la selva de Darién.
Tras el duro trayecto y a la espera de un dinero para cruzar a Costa Rica, Araceli cuenta su historia a este diario: “Uno se pregunta, en qué momento decidí exponer a mi hija a este peligro, pero bueno, gracias a Dios no pasó nada y estamos aquí (ya en Paso Canoas) y todo lo que nos falta”.
“El que vea esto, que lo piense bien antes de salir, no es nada fácil. Darién no es una ruta, es mejor que viajen por otras vías... pero no por Darién”, alerta.
Este es tan solo el inicio de un testimonio que estremece... y surge la pregunta: ¿qué la motivó a entrar a la selva y seguir el camino por Darién?
“Les explico, uno veía los tik-tok y uno se deja llevar por lo que ve. Que todo es bonito, pues no. Entonces... quien me pregunte ¿cómo es, es cómo lo que dicen en los tik-tok? La respuesta es: pues no... es peor. Ojalá alguien explicara cómo es de verdad”, expone.
“Son muchas horas de camino. 12... 13 horas diarias. Por mucha comida que tú quieras llevar, no puedes llevarla, porque el peso no te va a dejar cargar tanta. Poco a poco vas botando la ropa, toda. Nada más te vas quedando con la comida y, sin embargo, siempre uno llega a un límite que se queda sin comida”, explica.
“Usted no puede tomar agua, porque por muy bonitos que se vean los ríos –porque son hermosos– están contaminados por la cantidad de ropa que la gente tira... que tiramos, porque hasta yo. Y por la cantidad de personas que han muerto”, asegura.
Pero este no es solo lo que vive un migrante en la selva. Se enfrenta a otros peligros. Hasta el mes de mayo, un total de 192 personas, en su mayoría de etnia indígena, fueron puestas a órdenes de las autoridades judiciales acusadas de haber cometido 'delitos graves' contra migrantes que pasaban por el territorio de Panamá. De este total, 19 personas ya fueron condenadas con penas que superan los 10 años; “hay condenas de 44 años, 36 años y una tercera de 30, entre otras”. Entre esos delitos está el robo.
“Vamos en la travesía y yo voy adelante. Y veo a dos personas que tienen a un grupo (de personas migrantes) sentado, pero como los vi morenos (las dos personas) pensaba que eran haitianos. Me detuve y dije los haitianos no usan pasamontañas. Seguí, y le veo el arma en la mano y me percato de que vienen hacia nosotros. Yo voy adelante con la niña, y la niña cuando los ve se pone a llorar.
“Uno de ellos me dice: 'no es un robo, es un impuesto que tienen que pagar en la selva. Cada persona me tiene que dar 100 dólares'. Entonces yo les digo: '¿100 dólares?, pero es que nosotros no tenemos dinero, porque nos van a depositar la plata al salir de la selva. No tenemos dinero, es más, no tenemos ni siquiera comida. ¡Dígame!, ¿cuánto me falta para salir de aquí? La niña estaba llorando. Yo veía mucho a la niña y estaba asustada por el arma. Yo le dije: 'no mami, ellos no te van a hacer nada. Nosotros le vamos a dar lo poco que tenemos'”, relata Araceli.
Y continúa: “Entonces él guardó el arma y el otro lo ve, y también se guardó el arma y me dijo: 'señora, váyase con la niña'. Pero quedaron los demás: mi esposo y los otros chicos que iban les dieron lo poco que tenían”.
“Nos paramos más adelante y esperamos a otros grupos que venían, a quienes también les pasó lo mismo”, La mujer asegura que de pronto escucharon un disparo. El herido fue un joven haitiano a quien le hicieron un disparo en una pierna.
“Nosotros seguimos. Caminamos como 20 minutos más y nos encontramos otro grupo también con pasamontañas, pero estos sí tenían facciones indígenas. Tenían chalecos antibalas, armas largas y era muchos. Entonces cuando nos pararon les dijimos: 'no tenemos plata porque es que ya nos robaron', pero ya ellos sabían que nos habían robado y ya no nos quitaban más nada”.
“Caminamos, caminamos caminamos... se sentía interminable, pero llegamos a un campamento en el que estaban unos guardias que fueron en busca de una señora que tenía seis días allí”.
Los migrantes informaron a los agentes de Senafront sobre el herido y se informaron sobre el tiempo que les esperaba de camino.
Los agentes les explicaron que les faltaban como seis horas para llegar, y siguieron su camino en busca del haitiano.
Los migrantes retomaron el camino... “No teníamos ya comida y decíamos que teníamos que llegar ese día. Caminamos hasta que ya se nos hizo casi de noche y yo escuchaba como unos tambores. Sí, estamos cerca, pero ya se nos hizo de noche”.
En el camino se encontraron con un grupo que ya acampaba y decidieron quedarse allí esa noche, “no importa, vamos aguantar un poquito de hambre, pero sabemos que mañana vamos a llegar”.
A la mañana siguiente vieron a un grupo que venía de regreso a buscar a un familiar que se había quedado atrás, ellos les dieron buenas noticias: solo les faltan 10 minutos para llegar.
“Llegamos al campamento de Bajo Chiquito, allí 'le vimos el rostro a Dios'.
Una vez los migrantes llegan a los campamentos son censados e inician el trámite migratorio que les permite continuar por Panamá hacia Costa Rica.
Araceli Bolívar ya salió de Panamá para emprender el camino por Centroamérica. Ella y su familia sobrevivieron a la pesadilla del camino al “sueño americano” que es Darién.
Con 27 años, Epifanio siempre soñó con ser parte de Naciones Unidas, y trabajar en emergencias es un reto que disfruta.
mtesta@laestrella.com
Epifanio Castillo López recuerda bien el impacto que sufrió la primera vez que visitó una de las Estaciones de Recepción Migratoria (ERM) en la provincia de Darién, limítrofe con Colombia.
“En ese momento el flujo de personas migrantes era muy alto, sobre todo de venezolanos, y recuerdo que todo el campamento estaba lleno y que había gente herida, en muy malas condiciones y con traumas”. Y es que el cruce por la selva de Darién significa para todos ellos un enorme reto contra la naturaleza, y para algunos se suma, además, la violencia que sufren por parte de grupos delictivos.
Epifanio había llegado hace poco desde su natal provincia de Chiriquí, en el extremo opuesto del país, para ocupar la vacante de asistente operativo para emergencias. “Fueron 18 horas de viaje porque el bus se dañó en el camino”, detalló desde la pequeña oficina que el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) tiene en el centro de Metetí, uno de los pueblos de la provincia de Darién.
Como asistente operativo para emergencias, Epifanio debe ser rápido en sus labores. “Tengo que realizar el proceso de cotización para compras de emergencias, negociar con los proveedores, apoyar al equipo en la logística, conseguir hospedajes, organizar reuniones o transporte en piragua o bus interno”, señala.
¿Por qué la necesidad de alquilar piraguas? Porque en Darién existen muchas comunidades indígenas, que ahora son comunidades de acogida para las personas migrantes, cuya única vía de comunicación es el río y el transporte por piragua.
Con 27 años, Epifanio siempre soñó con ser parte de Naciones Unidas, y trabajar en emergencias es un reto que disfruta. “Cuando ocurren situaciones de emergencia como el incremento exponencial de niños, adolescentes y familias que llegan en un solo día a Darién, sabemos que las comunidades de acogida y las personas migrantes van a necesitar agua, artículos de higiene, colchonetas y toda una serie de artículos básicos.
La tarea se complica un poco por la distancia y por la propia situación de aislamiento de la provincia, pero siempre hacemos el mayor esfuerzo porque sé que mi trabajo es importante para el equipo”; un equipo que brinda servicios de agua y saneamiento, de autocuidado y de prevención de violencia de género, servicios de salud materno-infantil y apoyo psicosocial para las personas migrantes que llegan en situación precaria y delicada, y para los habitantes de las comunidades locales que están siendo fuertemente impactadas por la movilidad transnacional.
En los primeros ocho meses del año 2023, según cifras oficiales del Gobierno de Panamá, han atravesado la selva de Darién más de 71.000 niños y adolescentes de más de 50 nacionalidades; de estos, al menos el 50% era menor de 5 años.
Uno de los episodios que más lo ha marcado en su trabajo fue la activación del protocolo de crisis frente a la suspensión de los viajes entre Darién y Chiriquí, en medio de las investigaciones abiertas para determinar las razones del accidente de tránsito de un bus que transportaba a 66 personas migrantes.
El trabajo, dice Epifanio, es sin duda retador. Si bien no está en campo, sabe que la ejecución eficiente de sus labores hace que todo lo demás funcione, para que los compañeros que trabajan directamente en las ERM puedan cumplir la tarea que se espera de ellos como personal humanitario: ayudar a la infancia y familias más vulnerables.