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Peligros del Mercado de Abastos de La Chorrera
- 22/06/2018 02:00
- 22/06/2018 02:00
Visitar el Mercado de Abastos de La Chorrera no es tan fácil. El primer obstáculo es encontrar un estacionamiento, lo que se puede lograr con algo de tiempo y paciencia.
Recorrerlo tampoco es sencillo, ya que el improvisado mercado cuenta con un espacio reducido, con los puestos de venta prácticamente ocupando parte de la calle. Que automóviles y camiones puedan transitar por el lugar puede ser considerado una especie de milagro.
Es un ambiente tenso, en que el sol del mediodía lo abrasa todo. En esta atmósfera sofocante, los microempresarios se debaten entre la incomodidad y la ansiedad.
Las condiciones dejan mucho que desear. Los clientes ni siquiera se pueden bajar de sus automóviles; solo se quedan esperando hasta que los vendedores les entreguen las frutas o legumbres solicitadas. No es el sitio ideal para la comercialización de productos.
Los conductores se frustran rápidamente ante las dificultades para transitar por el área. Tocan con insistencia sus bocinas, en su afán por adquirir los productos e irse inmediatamente del lugar.
El panorama del Mercado de Abastos de La Chorrera me recordó al que prima en los restaurantes de comida rápida. La diferencia es que en esta zona abundan los indigentes, lo que convierte la experiencia de comprar en el mercado en una transacción de ‘pisa y corre'.
Los escasos estacionamientos se traducen en un congestionamiento permanente en los alrededores del deteriorado mercado.
EN CONDICIONES DEPLORABLES
Fran Carlos Rojas es un joven de 22 años, de tez trigueña y cabello negro. Está vestido con pantalones cortos, camiseta azul bañada en sudor. Vende melones con mirada agotada.
‘Tengo seis meses aquí y, lastimosamente, no he visto ningún avance en la construcción del nuevo mercado, siempre ha estado cerrado, nadie nos ha dado respuesta',
FRAN CARLOS ROJAS
VENDEDOR
El cansancio no es suficiente para reprimir una sonrisa. La timidez innata no es obstáculo para que comparta su experiencia. ‘Llego desde temprano a vender las frutas para poder sobrevivir, pero mire usted cómo se encuentra esto. Lo que más nos incomoda es que hay demasiados indigentes', expresó.
‘Llevo seis meses de estar aquí y, lastimosamente, no he visto ningún avance en la construcción del nuevo mercado, siempre ha estado cerrado, nadie nos ha dado respuesta', detalla el joven vendedor.
‘Mientras este gobierno se mantenga en el poder, sé que no moverán un solo dedo para que la empresa encargada del proyecto construya nada, tendremos que esperar las próximas elecciones', expresa Rojas en tono de frustración.
Aunque lleva poco tiempo en el sitio, alega que ha sido suficiente para experimentar en carne propia la incómoda situación que surge a raíz de los problemas de inseguridad e infraestructura, por las filtraciones de agua en los comercios improvisados.
El agua también se filtra en las aceras, una situación que de seguro se acentuará a medida que nos adentramos en la temporada lluviosa.
Las casetas tienen revestimientos de zinc oxidado. Los comerciantes colocan tablones de madera sobre el piso, en un esfuerzo por resguardar sus locales del polvo.
Diagonal a los puestos de ventas, existe un espacio repleto de basura que atrae a toda clase de alimañas. El paisaje demuestra el detrimento del lugar y que no reúne las condiciones sanitarias adecuadas.
En un establecimiento situado más adelante, de pie en un costado, se hallaba la señora Lorenza Rodríguez. Tiene la cabeza cubierta de canas. Con inquietud me pregunta si deseo comprar algo. Le respondo que unos ñames, para preparar una sopa.
‘¡Ay!, hija todo sigue igual nada ha cambiado, todavía las autoridades no han dicho cuándo van a arreglar esto aquí', comentó Rodríguez, quien lleva seis años vendiendo en el mercado.
‘Ahora mismo nosotros no hemos peleado, porque todo está en cero y el alcalde no dice nada para solucionar el problema que tenemos aquí', añade la mujer mientras saluda a una cliente.
ROBOS A PLENA LUZ DEL DÍA
Para comprar en el mercado, como se dice en buen panameño, hay que ‘jugar vivo', ya que la delincuencia está haciendo de las suyas en la calle Baldomero González.
Mientras me despedía de la señora Lorenza, fui testigo de cómo un indigente paseaba entre los locales. Tenía la mirada desorbitada y movía su cabeza de un lado para el otro. De pronto, aquel hombre de suéter morado tomó unos plátanos. Apresuró su paso con la intención de hurtarlos. Sin embargo, el dueño del negocio se percató en el instante de lo que estaba ocurriendo, por lo que le exigió que los devolviera. Al resistirse, el vendedor intentó convencerlo amenazándolo con un cuchillo. Con el arma blanca sobre la espalda del ladrón en potencia, le reiteró que devolviera la mercancía. El indigente soltó los plátanos y se alejó gritando, presa de la desesperación: ‘Quiero robar, quiero robar'.
Son situaciones que, a fuerza de repetitivas, terminan por no sorprender a nadie. Ante la falta de presencia policial, estos mercaderes se enfrascan en la lucha por la supervivencia diaria.
Con una promesa estancada. Así han quedado los vendedores del Mercado de Abastos de La Chorrera, que anhelan una estructura digna y que les permita ofrecer un entorno más confortable donde vender sus productos, por lo que no pierden la esperanza de que algún día se retome esta obra que ha quedado en el olvido.