El barrio de Chualluma en Bolivia, es único en la ciudad de La Paz ya que todas sus paredes están pintadas de colores que resaltan los rostros de las cholas,...
- 08/05/2022 00:00
- 08/05/2022 00:00
Hace un par de años vi una película en que el protagonista, hijo de un inmigrante italiano se ve implicado en un incidente que le hace ganarse el favor de un mafioso, y nace entre ambos una amistad a la que se opone el padre, trabajador y honrado. El joven se introduce en un mundo en el que se consigue dinero fácil, mucho más de lo que hubiera podido ganar de otro modo, pero a costa de no ser libre, de quedar atado a la banda mafiosa local. El padre, en cambio, es fiel a sus principios morales y eso hace que sea en todo momento dueño de sí mismo. El análisis de esta película me hizo reflexionar sobre diversos afectos, lealtades, deseos y anhelos que facilitan el bien moral. En ella se plantean razones de integridad y de honestidad entre el hijo y su padre.
Una de las consecuencias interesantes de esta reflexión es que el conocimiento del bien se plantea como camino hacia la libertad, porque una vez que se cede a los planteamientos mafiosos, se está atrapado. “Esta es la diferencia si dejas que la gente te compre, pierdes el respeto por ti mismo. Si te mantienes firme en lo que crees, puedes mirarte en el espejo y no necesitas huir ni esconderte”.
Muchos expertos nos plantean la importancia de la “inteligencia académica” y de la muy popularizada “inteligencia emocional”, pero muy poco se ha escrito sobre la “inteligencia moral”. Para educar integralmente no basta saber cómo funciona el cerebro ni cuál es la estructura y la dinámica de las emociones. También es preciso conocer dónde está el bien y tratar de ponerlo en práctica. Así de simple. Muchas veces se pretende poner remedios psicológicos a lo que son problemas netamente morales y que en las relaciones primarias es donde se empieza a observar e imitar esa enseñanza de la honestidad. La importancia de la inteligencia va mucho más allá de lo que se suele reflejar en un “coeficiente intelectual”. La inteligencia deberá servirnos ante todo para conocer, asimilar y hacer el bien.
Igualmente, muy poco se ha escrito sobre la inteligencia política. Para poseerla se debe tener talento, vivacidad, juicio y conocimiento sobre lo que es hacer el bien sin mirar a quien. Para hablar de política definitivamente debemos incluir al político. Es a él al que se le debe lo bueno que haga o lo malo, sea que pertenezca a un partido político o no. Depende de su habilidad para hacerse sentir. La imagen, el mercadeo político, es primordial; aunque los hay que tienen labia para convencer al electorado.
Hay quienes verdaderamente dan la talla cuando de servidor público se trata. En toda actividad política se deben distinguir cuatro principios éticos: libertad, subsidiaridad, bien común y solidaridad. Pero si observamos el comportamiento político en nuestro Panamá actual, salta a la vista la gran disonancia entre ética y política porque se aceptan valores contradictorios a la honestidad, y se vive en un estado de incoherencia que no es compatible con la estabilidad política del país. Y al vivir en ese estado surge la rebeldía ciudadana.
Se te dan las reglas de juego a seguir. Todo depende de ti. Todo depende de cómo aprovechas la inteligencia que tienes. Puedes tener un gran caudal de inteligencia, pero no lo utilizas como debe ser. Entonces, ¿para qué te sirve? Depende de tu madurez mental y sentido común. Hay gente que no quiere pensar, que no quiere ver la realidad de un estrepitoso fracaso político y este es el grandísimo problema que arrastra aquel que no quiera cambiar la dirección actual donde se utiliza la fuerza y no la razón, donde se utiliza la imposición y no el diálogo, quedando a merced de los antojos del poder y de los poderosos. A estos hay que saberlos detectar desde un comienzo.
Cuando se toman decisiones empujando a la gente hasta hundirla, para abrirse paso como si los demás fueran un estorbo, es clásico de un comportamiento sombrío y tenebroso. No hay que dejarse seducir por este tipo de actitudes, porque se cae en la trampa, en las mentiras, en las falsas promesas y en el futuro sin mañana. Otras veces sucede que deseas algo vehemente, sueñas con ese algo. Hay obstáculos en el camino para llegar adonde quieres, y qué bueno porque te hace crecer como persona.
Si queremos facilitar a los niños y jóvenes el camino que les hará “moralmente inteligentes”, habrá que empezar aclarando el concepto mismo de bondad moral y la importancia del mensaje moral: esos cuentos contados a la hora de dormir; los comentarios informales y respetuosos durante una comida y en los paseos familiares; esas afirmaciones de respuesta ante algo oído en la radio o visto en la televisión; esas observaciones escuchadas en una buena conversación telefónica; un simple y agradable tono de voz, etc.
Si entre los adultos que tienen a su cargo su crecimiento y formación, hay diferencias, que la conversación fluya de tal manera que no salgan a relucir golpes, gritos ni discusiones estériles sin una solución de por medio. Así el niño aprenderá a comportarse de la misma manera cuando de diferencias se trate. Todo se puede convertir en parte de la experiencia moral del niño, todo puede ser para él una adquisición o una respuesta ante la pregunta sobre lo que es importante y por qué, sobre cómo debe uno hablar y estar con los demás.
Los niños y jóvenes muestran una gran capacidad para probar el análisis moral de las creencias y valores puestos en práctica. Detectan con facilidad la capacidad para comprometerse con lo que uno cree, lo que uno considera valioso como algo que es posible para sí mismo y para los demás. Por eso es tan fundamental la coherencia de los adultos. La inteligencia moral les lleva a comprobar el valor en la práctica. De ahí la confusión que se puede crear cuando se encuentran ante mensajes morales cruzados o contradictorios.
Para los educadores y padres es importante estar orientados en buena dirección y saber qué virtudes se quiere desarrollar en estas criaturas; pero los discursos morales abstractos se olvidan fácilmente. Se enseña con el buen ejemplo y eso ocurre continuamente, casi sin darnos cuenta. Inténtelo. Estoy segura de que seríamos mejores ciudadanos.
Pensamiento Social (Pesoc) está formado por un grupo de profesionales de las ciencias sociales que, a través de sus aportes, buscan impulsar y satisfacer necesidades en el conocimiento de estas disciplinas.
Su propósito es presentar a la población temas de análisis sobre los principales problemas que la aquejan, y contribuir con las estrategias de programas de solución.
La autora es psicóloga clínica y jurídica.