Días de enero en la Modelo

Actualizado
  • 14/01/2023 00:00
Creado
  • 14/01/2023 00:00
Esa desconfianza y esas ambiciones son estimuladas hábilmente por los enemigos del movimiento
Ciudad de Panamá, Panamá

Hoy los policías que cuidan nuestras celdas: la 41, el hospital y la 41B, se conducen con cierta dureza. A la hora del desayuno le llevé a un preso de la 41 parte de mi desayuno, y el guardia visiblemente disgustado me increpó. Me hizo la advertencia formal de que yo no podría hablar con ninguno y que de sorprenderme nuevamente me denunciaría a su jefe.

En la cárcel se aprende a ser paciente y también a tolerar de vez en cuando cualquier grosería.

Un guardia vestido de civil dejó la bola de que se estaba gestionando mi salida del país. Desde el patio algunos amigos me hacían señas sobre esa posibilidad, levantando la mano en gesto de vuelo. Sobre el particular, tengo un criterio definido: solo a la fuerza me podrían sacar del país. Esta es mi patria y prefiero permanecer indefinidamente preso que deambular por los duros caminos del destierro. Conversé en su oportunidad con mi esposa para que sepa dar una respuesta si en un momento le ofrecen esa solución.

Estimo que el político panameño debe conocer dos recursos tradicionales de fuga: el “asilarse” en la Zona del Canal o el aceptar el destierro. Empero, cada cabeza es un mundo y cada cual debe estar donde mayor puede servir a una causa. No vislumbro, empero, movimiento alguno que aglutine a todos para luchar por una causa. Veo muy verde esa posibilidad.

Las expectativas por nuevos arrestos han continuado. Se corren todos los rumores. Hoy cayó Azael Vargas. La recepción que se le dio en la celda 41 rompió todos los preceptos de Carreño. Particularmente Clarence Beecher aprovechó la ocasión para recordar a Azael Vargas que la cuota brindada por él para lograr el deterioro institucional del país, había sido muy grande. Azael callaba, consciente de la necesidad de la prudencia.

Recuerdo que durante la lucha por el mejoramiento económico de los empleados públicos, el profesor Beecher fue víctima de los abusos administrativos del alcalde Azael Vargas. Vargas llegó a prohibir las manifestaciones con el pretexto de que esas podrían degenerar en alteraciones del orden público. Esa tesis la compartía en la Asamblea Nacional el diputado Alfredo Ramírez. Se olvidaban del taxativo precepto constitucional que autoriza únicamente la intervención de la policía en una manifestación cuando en el “ejercicio” de esa libertad se alteraba la paz pública.

El profesor Beecher, que fue víctima de un encarcelamiento del alcalde Vargas, y numerosos presos panameñistas alojados en la celda 41, recibieron al exfuncionario con una sonrisa medio piadosa, no por la presencia del “grande caído en desgracia”, sino por las sorpresas inesperadas que depara la vida. Una sonrisa piadosa. ¿Qué más?

Todo parece indicar que muchos hombres públicos de visión miope, que celebraron con inusitado regocijo el golpe del 11 de octubre por el temor a la cárcel que le suscitaba el gobierno panameñista, estaban tomando de la vara que habían besado. En este país el odio a Arnulfo Arias ha enceguecido tanto, a tantos hombres, que por odios y temor llegan a la traición más increíble. Se prestan para todo, incluso hasta perder el pudor familiar, con tal de que Arnulfo Arias no gobierne. Se desprestigian por temor y por cobardes.

Observo que, hasta el momento, no han detenido a ningún representante del poder económico. Los militares únicamente se enfrentan a elementos de clase media. Los oligarcas están intactos. Solo sus sirvientes ocasionales están sufriendo los rigores de la cárcel. Esto significa que los militares no se sienten lo suficientemente fuertes como para abrir un frente de batalla con el sector que tiene los instrumentos de pelea capaces de destruir a la junta. Pareciera que la junta se quiere consolidar lenta, prudentemente. Igualmente observo que la oligarquía no está prestando a su gente para participar en los cargos de responsabilidad. ¡Sabia es la oligarquía panameña! Conocedora de las características de las juntas militares, bien presume que estas pasan sin gloria dejando una estela de escarnio en las figuras colaboracionistas. Que el escarnio se reparta entre los profesionales de clase media. Ya hablé y hablaré de tales profesionales en algunas páginas de estos registros.

Me basta por hoy.

Viernes 3 de enero

Muy temprano llega a mis manos el diario El Mundo. Leo una columna en su página editorial en la que se me ataca. Hace un símil entre Arnulfo y Atila, y expresa que lo que toca Arnulfo, lo acaba. Me regala una serie de adjetivos y me ubica como un arnulfista de la nueva ola, devastado. Como me encuentro preso e incomunicado no puedo contestar el ataque anónimo del diario de David Samudio. Me ataca precisamente cuando se encuentran en la cárcel numerosos “samudistas” acusados de peculado. En vez de defender a sus copartidarios presos, ataca a otros en un afán torpe, oportunista e innoble de congraciarse con la junta militar. Los coqueteos de El Mundo con la junta militar son reprochables. Ocurre que los que, según El Mundo, se acaban porque los toca Arnulfo, la junta militar mete presos, por ladrones, a los que tocó Samudio. Y cuando esto ocurre El Mundo le hace el juego a la junta.

Este diario tuvo un maravilloso comienzo. Entonces era dirigido por Nen Valdés, su fundador. Luego los rejuegos de los accionistas y el afán publicitario del Delfín de los Guardia, lo fueron llevando a una categoría de pasquín innoble. Le ha faltado altura política, incluso a su dueño. A este le faltó jerarquía y visión histórica al no reconocer su derrota. Yo cifro en esa tozudez de no reconocer el desastre electoral, como causa del tenebroso desenlace electoral de 1968. Si David Samudio reconoce en mayo el triunfo de Arias, aquí no hubiera ocurrido tanto deterioro de sistemas y de hombres. No se hubiera dado ningún golpe de Estado, porque el brazo del golpe se armó en virtud de todas las triquiñuelas e inmundicias que se prepararon después del 12 de mayo para escamotear el resultado electoral. Faltó honradez, entereza, fe...

Los dirigentes sindicales actuales merecen un comentario. El papel del abogado en el sindicalismo agrícola pasa por diversas etapas. En un principio la voz del abogado es ley. Sus recomendaciones no se discuten. El abogado en esa etapa, de líder, se dedica a formar dirigentes obreros. Sus lecciones son continuas. Ejerce un magisterio integral. Por tratarse de una masa obrera de limitada formación cultural, la renuncia del abogado honesto, servicial y con clara conciencia social se torna mesiánica. El fortalecimiento y crecimiento del movimiento obrero, lo lleva a incursionar en otros campos, no propiamente socioeconómicos, sino puramente políticos. Al llegar el sindicato a esta fase, entra el abogado en la segunda etapa. Los dirigentes obreros, ya formados por el abogado, se sienten con naturales y propias ambiciones políticas. Pero carecen de conciencia política o de formación ideológica que les permita una fina percepción de su papel clasista. Estos dirigentes reciben el halago de los sectores políticos oligárquicos, tradicionales y comienzan las conductas y los actos controvertidos. En esta etapa, el abogado es visto como un rival. Si el abogado no responde a una formación ideológica y cultural que le permita interpretar positivamente esas actitudes, entonces reacciona estúpidamente; monta divisiones internas, crea fracciones, estimula la lucha de unos contra otros, y allí, con un sindicato dividido, podría imperar su propia ambición anti-obrera en el fondo. Mis pasos allí han estado regidos por estas meditaciones y he predicado, por ello, con el ejemplo, para salvar de los ambiciosos el movimiento social de las bananeras.

Pero, a pesar de los ejemplos concretos, siempre merodea un porcentaje de desconfianza y siempre surgen nuevas ambiciones. En eso la lucha es constante. Esa desconfianza y esas ambiciones son estimuladas hábilmente por los enemigos del movimiento. Entiendo que la actual frialdad de algunos dirigentes con relación a mi arresto y al de Efigenio Araúz, algo tiene que ver con el esquema que viene expuesto.

Aquí, algunos compañeros de cárcel, sorprendidos por la conducta del sindicato, me sugieren que renuncie a mi asesoramiento legal. Ese consejo no es bueno, porque los dirigentes son transitorios y lo único perdurable y por lo único que se debe luchar es por esa gran masa que en el fondo de su alma me tiene presente, y que sufre tanto el arresto de Efigenio como el mío.

En alguna ocasión llegaré a saber por qué los ánimos no son ni tibios, sino fríos en los dirigentes sindicales.

El día de hoy tiene su nota de tristeza. Se me comunica la muerte de doña Blanca Amador de Gómez, esposa de Don Abel Gómez y madre de los hermanos Gómez Amador de David. Doña Blanca era pariente de los Amador que participaron en la formación de la República. Oriunda de Veraguas, había en ella un gesto, una mirada, un hablar y una sonrisa que revelaba su fina estirpe. ¡Siempre sentí por ella una gran simpatía! ¡Acompaño, desde esta celda, a sus deudos, en su gran dolor!

Ha llegado la media noche y me domina la sensación, por todo lo que he sabido hoy, que mi arresto obedece a intrigas y enigmas difíciles de entender. Este arresto mío será largo y debo por tanto escribir menos impresiones, porque de lo contrario saldrán de aquí volúmenes de apuntes de fácil requisa y confiscación.

Sábado 4 de enero

La cárcel es una población organizada. Existen horas apropiadas para conocer las últimas noticias. Ellas vienen y siempre son exactas. La noticia de hoy constituye la “corredera” formada por los funcionarios del (expresidente) Robles hacia la Zona del Canal. Se ha desatado la persecución y los nombres de Jorge T. Velásquez, Gabriel Jurado, José Ma. Herrera, Isaías Pinilla aparecen en las listas de los candidatos a la ergástula... Se comenta que caerá la mayoría de la directiva de la Caja de Seguro Social, la directiva del Ifarhu, su antiguo director Diógenes A. Arosemena, algunos contratistas. ¡El rumor crece! Asimismo se comenta una frustrada rebelión de guardias disconformes por los últimos aumentos de salario. Pareciera que los aumentos son buenos en los niveles superiores. pero en los (policías) rasos apenas llega a los $10. Muy temprano llegaron numerosos rasos esposados y los mantienen incomunicados. Estos hechos, externos unos internos otros, todos de carácter represivo, crean una psicosis de angustia, de expectativa, hasta el punto de que todos nos encontramos indagando nuevas noticias.

Al mediodía supimos de un decreto para cesar a todos los médicos, abogados, ingenieros Ad honorem. Recuerdo que en la Asamblea Nacional logré aprobar una norma que disponía que los Ad honorem serían nombrados previa creación del cargo por ley. Esa disposición buscaba un doble freno: a la actitud de la guardia de colmar caprichosamente esas plazas; y al servilismo de un sector de nuestros profesionales que se ufana más de su carácter de capitancillos o de mayorcitos Ad honorem, que el de médico, abogado o ingeniero. Andan por allí, por esas calles de Dios, con unas placas en sus automóviles pregonando la condición castrense. He tenido por esa gentecilla un desprecio profundo.

Por la actitud de ellos he llegado a la conclusión que el servilismo concentrado mayor se encuentra, no en el hombre sin dinero y sin profesión, sino en los profesionales. Son seres despreciables que hacen descansar en sus rodillas, su propia supervivencia. El decreto, por tanto, es un golpe a los arrodillados. Desde luego, no es que la junta militar va a acabar con el sistema de los entreguistas; se ha limitado a clausurar una práctica para continuarla después en forma tal que los nuevos Ad honorem le deban “el rango” al nuevo orden. Se trata de una doble humillación: se les destituye por deficientes para que pidan su reingreso, y luego se les reingresa con nuevas condiciones puramente ventrales.

Esto no quiere decir que todos los profesionales Ad honorem en la guardia son ventrales. Algunos realizan cierta labor con los enfermos realmente estimable. Pero el sistema está corrompido y responde a práctica detestables.

En la noche de hoy, como ocurre todos los sábados, hay algún espectáculo deportivo en el gimnasio. Hoy presencié cómo por los techos vecinos al cuartel una ola de muchachos va sigilosamente hacia unos portillos que tiene el techo del gimnasio para penetrar en él. Se trata de un peligroso modo de resolver un problema económico y de fanatismo. De pronto, la guardia del gimnasio, seguramente advertida por los centinelas de las garitas de la Modelo inició la redada contra los mozalbetes, y por esos techos he visto para mi pasajera distracción la agilidad de la juventud saltando obstáculos desprendiéndose por las tapias y las cañerías en un intento supremo de lograr la calle. La guardia no capturó a un solo muchacho.

Un momento después, otra ola de jóvenes subía las tapias, ganaba el techo, llegaba al portillo y se instalaba cómodamente en la galería del espectáculo. Esa es la juventud. Amiga del peligro. En las calles, en los techos, en sus caminos convencionales, ascendiendo o descendiendo muchas veces hasta sin temor a Dios se enfrenta a su destino.

La juventud y su destino...

Publicado originalmente en Discursos Inéditos, en 2015.

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