La reunión de este miércoles 13 de noviembre en la Casa Blanca entre el presidente saliente de Estados Unidos, Joe Biden, y el mandatario electo, Donald...
- 03/09/2020 00:00
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La Organización Internacional del Trabajo sugirió aplicar el diálogo social tripartita entre empleadores, trabajadores y gobierno, frente a la pandemia mundial de covid-19, para encontrar salidas a corto y mediano plazo para los estragos causados por la pandemia. Pero dada la novedad de la situación, nadie sabía a ciencia cierta cómo proceder y la reacción más inmediata fue la de enconcharse, tratar de proteger posiciones a partir de percepciones particulares del acontecer sanitario, económico y laboral, lo que sin duda dificultó acercamientos para trabajar en conjunto.
El diálogo tripartito, en teoría, es un mecanismo lógico y sano para enfrentar cualquier crisis, pero no es fácil de concretar en la práctica, debido a reacciones lógicas como las descritas y, además, a factores como falta de confianza, incredulidad y predisposición a no deponer posiciones.
Para iniciar y llevar a feliz término el diálogo social tripartito en tiempos de pandemia, hace falta estar convencidos de la imposibilidad de enfrentarla de manera unilateral; no creer en reclamar obligaciones a los demás, sin accionar frente al problema. Hace falta una dosis de buena fe, de dar un mínimo de crédito a los demás, es decir, de confiabilidad. Hace falta estar convencidos de que el problema se resolverá haciendo el mejor esfuerzo de todos los involucrados y, finalmente, hace falta liderazgo; natural más que formal, que junto a la capacidad creativa, permita innovar sin renunciar a los principios. La existencia o no de estas cualidades y actitudes facilitarán o impedirán el diálogo social tripartita.
En Panamá, las principales organizaciones sindicales y empresariales del país abogaron por una mesa tripartita de diálogo que finalmente fue convocada por el Ministerio de Trabajo, con el apoyo técnico de la OIT y la moderación de la Udelas, representada por un equipo muy bien calificado de profesionales, encabezado por su rector y acompañado por la Universidad de Panamá, que funcionó durante los meses de mayo y junio de 2020.
Esta experiencia, única en América Latina, permitió evaluar la presencia o falta de las cualidades y actitudes descritas y necesarias para un diálogo fructífero. En su desarrollo hubo ingenuidades, falta de visión y de percepción de la realidad, temores infundados o justificados, estrategias de negociación, apropiadas e inapropiadas; oportunas e inoportunas; tácticas de dilación y aun de sabotaje, falta de confianza, frustración y desesperación; situaciones con las que hubo de lidiar la moderación que, junto a algunos de los actores de dicho diálogo, les impulsaron a hacer gala de sus capacidades de mediación, de empatía y de tolerancia, para superar momentos tensos, poniendo en juego su prestigio y su capacidad profesional para cumplir con las expectativas que las circunstancias impone a la academia.
Junto con estas actitudes también asomaron la capacidad creativa, la madurez, la tolerancia, la comprensión puntual del momento vivido, la convicción y el interés real en producir frutos para el bien de todos; la buena fe, la comunicación respetuosa sin renegar de los principios, el altruismo y la fe en la capacidad de superar la situación actual para beneficio del país.
Finalmente, la mesa de diálogo arribó a un conjunto de acuerdos que se han convertido en normas jurídicas que contribuyen de manera efectiva a enfrentar los problemas laborales, económicos y sanitarios originados en la pandemia, que hubiese sido más difícil sin el consenso de sus participantes y sin la visión de que siempre es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad.
El diálogo social tripartita recién culminado es una novedosa experiencia que hay que registrar y es, además, el triunfo de la buena fe, de la capacidad de entendernos sin violencia; de defender los principios atendiendo la diversidad y la capacidad del país de enfrentar cualquier adversidad, sin una cuota de muertos producidos por la violencia social y la incomprensión de la magnitud de la pandemia del SARS-CoV-2, cuya experiencia podemos exportar como un producto panameño de alta calidad.