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- 01/05/2022 00:00
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Durante trabajos de campo sobre pesquería realizados en la comunidad de Garachiné en 2003, hice amistad con un pescador de la comunidad, de nombre Alejandro. En una de sus anécdotas, mencionó el uso de los corrales para pescar a orillas de algunos ríos o, mejor dicho, en su desembocadura. Su descripción verbal nos pareció interesante, por lo que le pedimos un dibujo mejorado de la versión que nos mostró a mano alzada. Lo que obtuvimos fue una maqueta hecha sobre una pequeña hoja de foam (ver foto).
El modelo tenía las características de un corral, con su área circular, tres secciones y una valla extendida, más larga que la de la sección principal. De los tres compartimentos, uno llamado salón, era el principal y más grande. Un segundo se hace a la entrada para el salón, y un tercero, que podríamos llamar antesala donde los peces más grandes quedan atrapados, como el tiburón, o tortugas. De esta manera, el tiburón no podría atacar y morder a los peces en el área principal. Según la versión de Alejandro, había pocos corrales en el sitio cercano a la desembocadura del río cercano al pueblo. ... Su uso no era exclusivo de quien o quienes lo construían, sino que sus productos podrían ser recolectados por familiares o vecinos previa solicitud de permiso.
Era un intercambio de servicios en el esquema de las relaciones de reciprocidad de la comunidad. Su desuso fue determinado por dos factores: el inicio de la pesca comercial, especialmente de camarón, pero también de peces, con el uso de redes, cuyo uso se extendió rápidamente por el golfo, a finales de la década de 1960 y principio de la siguiente década.
La otra causa, más importante, fue un incidente con un niño que quedó atrapado en el corral durante la marea seca, y no sabía cómo salir. Los familiares, preocupados al no verlo, dieron la alarma. Lo encontraron justo cuando la marea empezaba a subir. La ubicación de este corral en la desembocadura del río puede ser unos doscientos metros o más del pueblo. Afortunadamente, el niño fue encontrado a tiempo y rescatado, pero esto decidió a las familias eliminar los corrales. El corral existente fue destruido.
Todo esto se da en el periodo mencionado, pero aún muchos de los pescadores tradicionales lo recordaban. Otra informante, ama de casa, nos comentó que la pesca comercial modifico las formas de dedicación a la pesca, por lo que ahora los jóvenes asumían deudas para adquirir el equipo, bote, motor, redes, o aceptaban el equipo de una empresa compradora del producto.
El corral tenía una función comunitaria. Lo que se recogiera en el mismo, se distribuía entre los miembros de la comunidad. Obviamente, un corral demanda materiales y trabajo y su tamaño es suficientemente grande. De manera que la actitud de la gente de la comunidad debió ser democrática, es decir, de apoyo recíproco en la construcción y la colecta.
Con la introducción de los motores fuera de borda y las redes, la situación cambió. Ahora la pesca se hizo comercial y dependía de un intermediario que a su vez estaba conectado con una empresa compradora en la ciudad. Naturalmente, el poseer un motor era una fórmula de estatus, pero también una alternativa para pescar mayor cantidad y comercializarlo, con ingresos potencialmente más altos. De alguna manera el corral ahorraba trabajo para las familias al no tener que ir a pescar continuamente en bote y con anzuelos o con redes.
La incorporación de la pesca artesanal comercial ya no con cuerda y anzuelos, sino con redes, trasmallo, botes, motores fuera de borda, generó un cambio de situación en las relaciones sociales, en el que la práctica asumió funciones más individuales, aunque determinada por las temporadas de pesca de camarón, corvina amarilla, que entraban al golfo posiblemente a desovar en septiembre. Cada pescador asumía su deuda de manera individual y reclutaba a familiares o amigos para constituir un equipo generalmente de tres, incluyéndolo, para la faena de pesca.
Aunque el sistema de los corrales ha desaparecido, el estudio realizado por R. Cooke en Aguadulce, Coclé, y las observaciones arqueológicas en la isla de Pedro González, en Las Perlas, de corrales con piedras, nos plantea un problema histórico. ¿Fueron los corrales una práctica prehispánica extendida hacia el presente o fue una práctica que la misma conformación de las condiciones en que se desarrollan las mareas en determinadas zonas, contribuyó a invenciones separadas, más allá de la simple difusión de la práctica?
El corral que los campesinos de Aguadulce construyeron en el estuario de Aguadulce no tiene parecido al que estamos presentando, pues aquel incluye el uso de la red, como elemento de atajo, mientras que este no utilizaba red porque hasta donde probablemente no tenían necesidad de usarla en ese espacio del corral. La marea baja evitaba el escape de los peces. El otro uso de redes todavía se realizaba en 2003 como atajos en los canales de los manglares.
Entre los Guna observamos en la década de 1960, corrales a las orillas de algunos ríos, principalmente del lado occidental, área denominada Myria, para atrapar sábalo, especie que luego desapareció e hizo innecesario su mantenimiento. En muchas casas de los Guna observamos la existencia de redes grandes que se usaban para estos fines. La diferencia de mareas en ambos océanos no fue una condición para la construcción de los corrales, pero sí probablemente para las formas de hacerlo. El de los Guna era redondo. Tal vez con unos 20 metros de diámetro, y plataforma como corredor para los pescadores. El sábalo es una especie anádroma que subía los ríos para desovar. Por qué en esa zona y no en otras, no podríamos explicarlo. ¿Por qué desapareció? Se dice que la sobrepesca, pero no tenemos evidencia.
En Garachiné, el corral se construía sobre un segmento de arena y lama, algo más firme, en el que las estacas podían ser clavadas en el piso y controlarse con piedras alrededor del área circular, como se observa en la maqueta. En Guna Yala, los corrales estaban enclavados sobre áreas igualmente cerca de la desembocadura de un río, pero en aguas someras, pues como se sabe, las mareas bajan pocos metros, mientras que en Garachiné, la marea baja deja un amplio espacio de casi un kilómetro de ancho, como ocurre en casi todo el Pacífico panameño; una parte es lama y otra una pequeña franja de arena. Durante nuestras visitas a Garachiné en 2003, pudimos observar una regresión de la zona costera tanto allí como en otros puntos de la costa del golfo de San Miguel, comentado por los residentes. Donde había casas, ya no están, incluyendo las palmeras. Pero este es otro tema.
El autor es historiador y académico universitario.
Pensamiento Social (Pesoc) está conformado por un grupo de profesionales de las ciencias sociales que, a través de sus aportes, buscan impulsar y satisfacer necesidades en el conocimiento de estas disciplinas.
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