El Cambio Climático: una mirada desde la construcción de la cotidianidad

Actualizado
  • 26/03/2023 00:00
Creado
  • 26/03/2023 00:00
El sistema de mercado en su funcionamiento ha rebasado las capacidades adaptativas y regenerativas del espacio natural, provocando a su vez la proliferación de los riesgos
El sistema de mercado en su funcionamiento ha rebasado las capacidades adaptativas y regenerativas del espacio natural.

La intensificación y aumento en la frecuencia de las afectaciones de los fenómenos socio – ambientales acaparan una buena parte de los espacios noticiosos de los medios de comunicación. Es así como se observa que, en los últimos tiempos, ha proliferado el despliegue de informaciones que tienen que ver con desastres cuyos impactos, lo sufren principalmente los grupos más vulnerables. Al igual que es común escuchar las frases: “propios de la temporada”, “producto de fenómenos naturales”, “lo que se espera en esta época…, etc.”

Los mensajes que se emiten a través de estas noticias se encaminan a generar como conclusión: que frente a la naturaleza poco y nada es lo que se puede hacer; salvo mitigar, adaptarse, compensar, alertar, desalojar, resignarse, reubicar, entre otros. Acciones éstas que giran en torno a los efectos de los eventos socio – ambientales.

Tanto estos mensajes, como gran parte de las acciones de los gobiernos, concentran sus esfuerzos en destacar y atender las consecuencias, más que concentrarse en las causas que están originando la aceleración del cambio climático. Estas causas se encuentran ubicadas en el sistema de mercado, cuyo funcionamiento ha rebasado las capacidades adaptativas y regenerativas del espacio natural, provocando a su vez la proliferación de los riesgos. El enfrentamiento de las causas conllevaría la afectación de intereses económicos, los cuales lucran precisamente con actividades que están incidiendo de forma significativa en la problemática que nos ocupa.

Frente a este panorama, se ha ido entretejiendo en gran parte de los mensajes de cobertura masiva, confinar la responsabilidad de las afectaciones a: causas naturales, a eventos fuera de control a situaciones que escapan de las competencias; propiciando con ello, la generación del llamado “conformismo social”, en contraposición al ser político. Esto es importante, porque precisamente, el cambio climático conlleva un alto componente político en su abordaje.

El conformismo social como mecanismo de contención y control

De acuerdo el sociólogo Marcos Roitman, el conformismo social se define como: “un tipo de comportamiento cuyo rasgo más característico es la adopción de conductas inhibitorias de la conciencia en el proceso de construcción de la realidad. Se presenta como un rechazo hacia cualquier tipo de actitud que conlleve enfrentamiento o contradicción con el poder legalmente constituido”. El conformismo social no corresponde a una forma de respuesta espontánea y adaptativa, propia del individuo. El mismo se constituye como una construcción generada por parte de los mecanismos del poder a fin de eliminar confrontaciones, demandas, espacios propios, logrando mediatizar al ser político. Para producir este tipo de conductas se incide de forma negativa en la generación del pensamiento crítico o complejo, propiciando el pensamiento reduccionista en lo que atañe a la interpretación de la realidad.

Este entramado se ve complementado, por la generación de los sentimientos de culpa donde se le endilga al individuo su responsabilidad directa en los acontecimientos de los cuales es víctima, al señalarlo como consumista; generando por ello, gran cantidad de desechos que para colmo son mal dispuestos y de allí las consecuencias que se desprenden.

No obstante, el consumo es parte inherente del funcionamiento del sistema capitalista, que lo promueve y lo requiere en su proceso de acumulación. También interesa incorporar en el análisis, una institucionalidad débil que ha sido incapaz de establecer las condiciones básicas para contribuir de forma significativa a mejorar todo el proceso de la disposición de los residuos.

Por otro lado, a nivel estructural, existe otra condición que incide en la conducta del conformista social y es precisamente, su lucha por la supervivencia diaria, producto de la precariedad del trabajo cada vez más galopante y extendido. Donde prima fundamentalmente el asegurar el día a día, más allá de lo que pueda deparar el mañana, restándole con ello, tiempo a la reflexión, formación y acceso a una educación de calidad. Todas estas circunstancias actúan de forma inconsciente sobre la estructura cognitiva de los individuos, los cuales las van internalizando y desarrollando a su vez, prácticas de vida que generan como resultado, lo que el sociólogo francés Pierre Bourdieu denominará, la violencia simbólica.

Violencia simbólica: la entrega inconsciente del poder

Con el concepto de violencia simbólica, P. Bourdieu logra explicar cómo el dominado entrega su poder al dominante, de forma inconsciente y voluntaria. Esto es el resultado de procesos vinculados a otros conceptos como “Habitus”. Conceptos que se tornan clave para entender las dinámicas que se van activando a través de la cotidianidad que le son propias a su experiencia y prácticas de vida; y que obnubila su capacidad de identificar estas condiciones y mensajes como ajenos y contrapuestos a sí mismo, pero asumidos como parte de su propia experiencia, de su realidad existencial.

Según Mónica Calderone, la magia consiste precisamente en establecer “la correspondencia entre las estructuras objetivas del mundo social con las estructuras cognitivas de los agentes sociales que, al pensar el mundo, lo ven como natural y están por eso mismo sometidos al orden de las cosas tal como son”.

Lo resultante de estos procesos y prácticas cotidianas es lo que Bourdieu y Wacquant definen como violencia simbólica, entendida esta como, “la forma de violencia que se ejerce sobre un agente social con su complicidad”. La cual se encarna y emerge en el imaginario como percepciones o sentimientos de, auto descalificación, impotencia, resignación, pesimismo y otros. No es casual que los grandes capitales en este sentido sean los mismos dueños de todos estos mecanismos de influencias masivas que se ejercen sobre la sociedad, los cuales suelen ser tan efectivos y menos costosos; y que cada vez, se observa con mayor frecuencia, como la lucha por la dominación se traslada del campo de la guerra física hacia la captura de las estructuras cognitivas.

A pesar de que las recomendaciones por ralentizar los efectos del cambio climático son concretas y determinantes, lo complejo radica en todo el entramado construido socialmente; a fin de continuar sin ningún tipo de enfrentamiento con el lucro sin límites a costa de la naturaleza, las especies, e incluso la vida humana. Ante este panorama, el cual aparenta no tener salida, paradójicamente la alternativa se encuentra justamente en revertir los mecanismos que activan la violencia simbólica.

En el mal se encuentra la salida

Al final de este escenario que trata de tener un acercamiento explicativo a una parte de la aparente pasividad social frente a la inexorable destrucción del espacio natural, es posible su reversión; y es así como Bourdieu una vez más nos ilustra al respecto, señalando en este caso a la escuela, como el ente que puede a su vez ser la clave en la solución del problema, al manifestar:

“Es a través de la reinvención simbólica como se puede contrarrestar la violencia simbólica. No se puede pensar en la escuela como una burbuja que desconecte a los estudiantes de su realidad, sino más bien como un ámbito de interconexiones complejas que permita ampliar la visión y sembrar minas que exploten los dominios de las inequidades”.

La autora es socióloga. Docente e investigadora de la Universidad de Panamá

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