Antecedentes

Actualizado
  • 21/08/2021 00:00
Creado
  • 21/08/2021 00:00
Si se examinan algunos episodios de la conquista del istmo por los españoles, podrían ser considerados como semejantes a los que en la actualidad escandalizan al país o a los que en un pasado reciente conmovieron a la humanidad. Como es sabido en el año de 1514, el nuevo gobernador de Castilla del Oro, Pedrarias Dávila, desembarcó en el istmo con 2 mil conquistadores sin otro norte que saciar su sed de oro
Antecedentes

Es increíble, pero los hechos desagradables que surgen de pronto en la sociedad encuentran en la historia sus curiosos antecedentes. Si se examinan algunos episodios de la conquista del istmo por los españoles, podrían ser considerados como semejantes a los que en la actualidad escandalizan al país o a los que en un pasado reciente conmovieron a la humanidad.

El parangón podría hacerlo luego de leer el libro Pedrarias Dávila o “la ira de Dios”: una historia olvidada, escrito por la eminente historiadora española M. del Carmen Mena García.

Como es sabido en el año de 1514, el nuevo gobernador de Castilla del Oro, Pedrarias Dávila, desembarcó en el istmo con 2 mil conquistadores sin otro norte que saciar su sed de oro.

El gobierno de Pedrarias se distinguió por su crueldad en el trato dado a la población indígena, y también por haber estrenado los delitos más repugnantes en perjuicio de la vida, honra y bienes de los gobernados.

Las acciones y omisiones de Pedrarias y su gente los exhiben como precursor de los delitos que hoy afectan el equilibrio y a paz social.

El primer ilícito contra la propiedad lo cometió Juan de Tavira, almacenista encargado de la vigilancia y distribución del comestible traído de España. De inmediato el almacenista organizó un mercado negro y de modo oculto vendía los alimentos ganando cuantiosas sumas de dinero. Este primer acto de corrupción –dar las llaves del gallinero al zorro– se ha repetido en el istmo incesantemente a lo largo de las últimas centurias. En este caso, el mercado negro cesó porque una mano desconocida prendió fuego a la mercancía.

A renglón seguido, Pedrarias Dávila ordenó o consintió que la población española saqueara los depósitos de comida de los indios, por lo cual encontramos en ese despojo el antecedente remoto de todos los saqueos colectivos y en especial los saqueos posinvasión de 1989, con actores de todas las capas sociales.

En otro nivel, ya de carácter mundial, el brutal exterminio que el gobierno nazi alemán consumó contra la población judía y otras se repite de modo semejante, pero olvidado, en las ejecuciones en masa que Pedrarias ordenó contra los nativos de Castilla del Oro. Las torturas, el tráfico de esclavos a los que herraban como animales con ferretes calentados al rojo vivo, la extinción de tribus completas, como la de los Cuevas, y las violaciones carnales, solo son comparadas con las masacres de Hitler en los campos de concentración. Al respecto Mena García especifica que “se torturaba a los indios para que hablasen y luego los asesinaban con una crueldad despiadada, ya fuera ahorcándolos en los árboles, echándoles a los perros para que los despedazaran o lanceándolos desde sus caballos”.

La decapitación de Hugo Spadafora encuentra su doblaje espeluznante en el golpe de espada que de un tajo cercenó la cabeza de Vasco Núñez de Balboa, sacrificio igualmente ordenado y presenciado por Pedrarias Dávila.

Junto a Balboa fueron degollados otros cuatro españoles. La cabeza de Balboa, “por orden de Pedrarias, permaneció clavada en la picota de la plaza de Acla durante varios días para que sirviera de advertencia a aquellos que osaran enfrentarse a Pedrarias Dávila, el Furor Domini como lo llamara Las Casas”. Aquel delito de Pedrarias contra cinco españoles fue perfeccionado en el caso de Spadafora, porque la noble cabeza de la víctima panameña permanece en el misterio gracias al juramento de silencio perfecto de sus autores.

Lo sensible, adicionalmente, es que Balboa era yerno de Pedrarias, lo que significa que Sadam Hussein estaba sometido al síndrome de Pedrarias, cuando igualmente ordenó la ejecución de sus yernos.

En cuanto a los delitos electorales, Pedrarias Dávila pretendió entrenarlos cuando era gobernador de Nicaragua. En 1530 se convocaron elecciones para alcaldes y regidores en el pueblo de León, y Pedrarias quiso alterar el proceso escogiendo como triunfantes, a dedo, a amigos y familiares. El pueblo se amotinó y evitó la consumación del primer fraude electoral en Centroamérica, pero el mal ejemplo ha sido repetido a través de los siglos generalmente con éxito e impunidad.

Lo que no tiene antecedentes es que, a un conquistador tan sanguinario como Pedrarias Dávila, cinco siglos después de sus fechorías, se le erija una estatua en el Centro de Visitantes de Panamá Viejo, teniendo por pedestal los huesos y las cabezas de sus víctimas.

Salvo que se diga que las atrocidades cometidas por Pedrarias Dávila han quedado borradas porque fijó el sitio donde debía levantarse la primera ciudad de Panamá; es decir, que se pretende repetir el argumento que invocan algunos lugartenientes de la dictadura militar panameña al sostener que sus crímenes deben ser perdonados porque constituyen el precio por pagar por la obtención de la firma de los tratados Torrijos-Carter. Argumento irrespetuoso y cínico.

En verdad, no tengo la mínima idea hasta cuándo en este país van a desafiar la conciencia histórica de la nación y en especial, la de los indígenas panameños.

Artículo publicado originalmente el 27 de agosto de 2005
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