Integrantes de la caravana migrante en el estado de Chiapas, en el sur de México, denunciaron este jueves 21 de noviembre que las autoridades les bloquearon...
- 11/03/2023 00:00
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Desde muchos puntos, ya sea en auto, caminando o en transporte público, llegamos a la plaza 5 de Mayo, lugar de encuentro y punto de partida de la ciudad de Panamá. Ella y sus alrededores son la definición perfecta del panameño de “a pie”. Sus monumentos desapercibidos son testigos inertes de las andanzas y el quehacer diario de quienes pasan por ahí.
La matriarca es centro notable de la sociedad panameña. En ella confluyen la Asamblea de los Diputados, la entrada al centro comercial de antaño y conecta con las principales arterias vehiculares de la ciudad. Ella es testigo de los miles de reclamos que jóvenes y ancianos realizan en protesta. Muy cerca a la entrada del Palacio Legislativo, en un muro que tiene lustros sin limpieza, se puede leer: “Limpiemos la Asamblea”. La analogía es evidente y no es física sino moral, pues la exigencia hace referencia a la corrupción que impera en el interior del edificio.
A unos pocos metros se encuentra la parada de buses alternativos de la ruta “Camino”; solo se escucha el anuncio a los transeúntes sobre la disponibilidad de asientos. Los usuarios de los piratas, como se le conoce a este transporte, abordan su bus bajo la mirada de las pinturas callejeras de Allende, Óscar Romero y el Che Guevara. Ellos ilustran las ideas que acompañan los malestares populares y las soluciones que con arraigo profesan sus pintores anónimos.
Muy cerca encontramos el monumento a Remón Cantera. La tranquilidad que envuelve el memorial contrasta con su entorno; bajo la sombra de sus árboles los ancianos pasan el tiempo o descansan. Custodiado por el busto del expresidente hay un colchón, recámara improvisada de algún indigente. Sin duda, el inquilino puede ver desde su alcoba el palacio del primer órgano del Estado.
Dándole la espalda a Remón se fija nuestra mirada en la antigua estación del ferrocarril, que hoy alberga el Museo Antropológico Reina Torres de Araúz (Marta). Gracias a la minuciosa restauración en la que se encuentra, el museo es como una novia en el día de su boda, cubierta con un velo que nos deja ver solo un poco de su revitalizada estructura.
Cruzando la calle va una mujer corpulenta, ciega, de aparente mediana edad. Provoca un ruido sobre la acera cuando mueve su bastón, se hace sentir para llamar la atención de quienes pasan y así recoger unas pocas monedas en el vaso que tiene en la otra mano. Está vacío. Puede ser que la estrategia en aquel lugar no le funcione, ya sea por la indiferencia de unos o la pobreza económica de otros.
La 5 de Mayo es punto de encuentro, bullicio, ir de aquí para allá. Los edificios y sus muros son oyentes de las historias individuales de nacionales y extranjeros que recorren sus pocas aceras y cruzan sus calles. Entre los puestos, los emprendedores de la buhonería tienen a su disposición mascarillas, carteras, aperitivos populares para el camino y muchas otras cosas. La plaza es termómetro del pulso popular de la sociedad y de los que salen, en diferentes formas, a buscar el pan. Ciertamente todos los caminos conducen a Roma, pero no hay duda de que alguno pasará por la 5 de Mayo.