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2 de febrero, Día Internacional de las Elecciones: Expresan realmente el sentir, pensar y obrar del ciudadano
- 05/02/2023 00:00
- 05/02/2023 00:00
Que las votaciones mayoritarias determinan quien gana una curul o la presidencia del país, es una idea básica que todo ciudadano que vota el día de elecciones nacionales comprende. Igualmente entiende que es un concepto que se asume sin mayor cuestionamiento, y que forma parte de la cultura política y la praxis electoral. No obstante, el ciudadano al día siguiente de la elección no entiende, cómo un partido o una alianza que gana con un tercio la presidencia, tiene la mayor bancada legislativa.
Recordemos como dato, que la actual alianza electoral en el gobierno (PRD+Molirena) ganó con el 33.18% de los votos válidos; el segundo lugar lo ocupó Cambio Democrático (CD) con la candidatura de Rómulo Roux, 31.04%. Sin embargo, el PRD con un tercio de la votación presidencial tiene el 49% de la bancada legislativa (35 diputados) y CD el 25% (18 diputados) de un total de 71.
De lo anterior surge inmediatamente la duda, si hay una auténtica expresión de voluntades o estamos frente a un tecnicismo que genera una distorsión inadmisible, y que burla la intención del votante. Una específica definición de esta distorsión en este nivel requiere información sobre el total de votación a diputados obtenidos por partido o alianza, entre el total de votos a diputados a nivel nacional. Información elemental que a estas alturas ha sido imposible conseguir.
Con todo, es clarificadora la caracterización del magistrado Valdés Escoffery, que en 2007 manifestaba: “Resulta evidente, entonces, que el sistema electoral panameño ha venido favoreciendo claramente al partido mayoritario, otorgándole significativamente un porcentaje mayor de escaños que el porcentaje de votos obtenidos le concede. En la medida en que el índice nacional de desproporción entre votos y escaños crezca en un país, mayor será la necesidad de una reforma para que la diferencia entre votos y escaños se reduzca, toda vez que esa es la misión de un sistema electoral que descansa sobre un sistema de representación proporcional” (Justicia Electoral. 2007). Obviamente la distorsión persiste.
No obstante, lo que el elector va a entender de manera tardía, es que los sistemas electorales en su diseño afectan la conducta del votante. Por supuesto que la división básica de los sistemas electorales es si estos son de representación proporcional o mayoritaria (Sartori, G). No vamos a entrar en estas complicaciones, solo diremos que en los sistemas proporcionales la victoria es compartida; en los mayoritarios el triunfador se lo lleva todo.
Sin embargo, la división dicotómica es solo analítica, en la realidad hay sistemas mixtos. Y son estas modalidades de fondo las que expresan las orientaciones básicas de los sistemas electorales, permiten la transformación de votos en escaños, y traducen acciones de apoyo o preferencia en la selección o elección de candidatos.
Los sistemas electorales técnicamente son también construcciones que establecen la forma mediante el cual el elector manifiesta su preferencia; regulan el proceso mediante circunscripciones (uninominales o plurinominales); y los procedimientos de conversión de votos en escaños. También, las formas mediante la cual se presentan las candidaturas; financiamiento público/privado; tiempos y formas de publicidad (Nohlen, Dieter).
Lo anterior debe complementarse, con el efecto que los sistemas electorales tienen a juicio de G. Sartori en el votante, y sobre el número de partidos. Con respecto al votante, el efecto se describe como “represor”, en la medida que manipula o limita al elector. Con respecto al número de partidos, el efecto es “reductor”, en la medida en que tiende a “adelgazar” la cantidad en el sistema de partidos.
A la hora de valorar el sistema electoral, es importante establecer los posibles condicionamientos que otras instituciones de la sociedad, como el sistema político o régimen de gobierno, tienen en el desempeño de la institucionalidad electoral (Tribunal Electoral). O el peso de la estructura socioeconómica, cultura política y tradiciones de resolución de conflictos al momento de hacer las valoraciones del sistema electoral. Sin duda, que una concepción analíticamente básica debe establecer el papel del sistema electoral en relación con el sistema político o con la matriz sociocultural de la sociedad, ya que gran parte de la estabilidad política depende de la naturaleza de esos vínculos.
En un país de régimen presidencialista como el panameño, los condicionantes del régimen al conjunto de la estructura política son evidentes, especialmente en la configuración de las mayorías parlamentarias. Como se ha expresado, la configuración de estas mayorías pueden ser el resultado de la forma distorsionada mediante la cual el sistema procesa técnicamente los votos y los transforma en escaños; o en la forma mediante la cual el ejecutivo transforma escaños en votos. Pero el mayor problema se configura, cuando los intereses de los partidos mayoritarios se le imponen al conjunto a los partidos menores en la competencia política; igualmente a las candidaturas de libre elección, restringiendo las alternativas.
Dentro del debate local, hay una corriente teórica de institucionalistas políticos, que expresan una confianza casi ideológica, a la actuación de las instituciones como componentes explicativos de la funcionalidad del sistema sociopolítico; y de manera complementaria, al papel de la ingeniería política como dispositivo de corrección a los temas de participación, corrupción y estabilidad política.
Sin necesidad de anular el papel o la importancia de las instituciones en la organización social y política de una sociedad, en cuanto “algunas” instituciones pueden estimular o inhibir comportamientos, es necesario convenir que un segmento de la institucionalidad es la expresión de creencias arraigadas; y otras de la voluntad de prácticas tradicionales. Sin embargo, la reproducción de la sociabilidad y de la estabilidad de una sociedad no depende exclusivamente de ellas. Los temas de inclusión y cohesión social se imponen como analíticamente relevantes. Son partes esenciales del análisis sociopolítico, en particular por los variados efectos que los condicionamientos socioeconómicos tienen en el comportamiento del votante o en los sistemas electorales.
Se puede afirmar que la ingeniería política, en su capacidad científica puede aportar elementos sustanciales de naturaleza técnica, para organizar la voluntad popular a través de instrumentos que garanticen el desarrollo de la acción social electoral, orientada por el sentido subjetivo mentado—como diría M. Weber— de sus actores a través de la intención del voto convertido en escaño. Cuál es el mejor sistema electoral, sin duda aquel que no manipula ni distorsiona la voluntad del ciudadano elector.
El sistema electoral al formar parte de un régimen o sistema político democrático debe permitir una adecuada relación entre poder y libertad. Relación de la cual se derivan tres reglas primordiales que, según N. Bobbio—constitucionalista, filósofo y politólogo italiano (1909-2004)—, son la garantía para la realización del valor, quizás más importante del sistema democrático, como es el pluralismo político. Pluralismo político e ideológico que debe orientar la convivencia democrática, por medio de tres reglas de la relación entre el poder y la libertad:
-Aquella que garantiza la existencia de una pluralidad de grupos políticos-ideológicos que compiten entre sí.
-Aquella que permite que los votantes tengan el poder de elegir entre alternativas reales;
-Aquella que le garantiza a la minoría el derecho de convertirse en mayoría
El autor es sociólogo. Docente e investigador de la Universidad de Panamá