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- 22/11/2015 01:00
Comentarios sobre Mulino
Los dos crecimos en el mismo pueblo, La Concepción, capital del distrito de Bugaba, provincia de Chiriquí. Su residencia estaba ubicada frente a lo que se llamó la Casa Agropecuaria , propiedad del comerciante Said Díaz. Se levantó en un hogar donde los valores cívicos y morales eran como el repicar de las campanas. Las diferencias sociales pueblerinas no fueron obstáculo, para que una y otra vez nos tratáramos. Recuerdo que la primera camiseta deportiva que vestí, en una liga de fútbol, fue patrocinada por su padre. Mi equipo llevaba, con orgullo, una franela que decía, Deportivo Mulino .
Nos encontramos durante el Gobierno de Guillermo Endara Galimany; él, como vicecanciller y yo, secretario de Prensa. Luego fue elevado a la titularidad del cargo, ante la muerte del ministro, Julio Linares. En todo momento demostró su vocación de servicio a la Patria, con una actitud proactiva y dedicado a que se alcanzara la perfección en lo que se hacía.
En el Gobierno de Ricardo Martinelli, fueron las muchas veces que me invitó a que trabajara de asesor en el Ministerio que lideró, primero en Gobierno y Justicia y luego en el de Seguridad. Le expresé que prefería la libertad de estar mirando los toros desde la barrera, pero me iba a autonombrar su asesor externo sin salario. Fue así que cuando, en marzo de 2012, se dio el encontronazo con quien ejercía el cargo de director de Policía, Gustavo Pérez, le aconsejé que hiciera valer aquello de la renuncia irrevocable. Recuerdo que Mulino intentaba aprobar una legislación, para que, a través de una institución superior, se investigaran los actos impropios de los policías. Esto causó escozor en su director, Gustavo Pérez, al extremo que envió emisarios al Ministerio de Seguridad con amenazas y poses, típicas de los militares en sus buenos tiempos. ‘Policía investiga a policía ', fue la frase del mensaje, contra la decisión de Mulino.
‘Escúcheme bien paisano, aproveche esta bonita oportunidad que le da la vida, para salir por la puerta ancha; haga efectiva la renuncia; oiga el clamor de los miembros de la sociedad civil y de aquellos que conformaron la cruzada civilista nacional ', le dije. Y es que a raíz de la posición dictatorial de, Gustavo Pérez, los organismos democráticos privados, hicieron causa común con Mulino.
En el momento en que se da el disparate de Pérez, ya tenía testimonios de licitadores públicos sobre la petición de coimas en escala industrial. Las declaraciones me las hacían en mi calidad de periodista, con el compromiso de mantener la reserva de la fuente. El hecho de haber sido uno de los principales proveedores del Gobierno, en los tiempos de Pérez Balladares, me hizo tener excelente relación con aquellos que hacen negocios con el sector público. Ya, para 2012 me indicaban que las coimas iban de cinco, diez, 15 y hasta 20 por ciento, para subir a 30 por ciento en los últimos días de Pompeya.
Así las cosas, y sin destacar este episodio de mis colegas licitadores, le insistí a Mulino que se fuera del cargo por la puerta ancha. Me indicó, días después, que el presidente, Martinelli y los miembros del Consejo de Gabinete, lo convencieron de mantenerse en el cargo. Mulino era consciente y creía en su plan de seguridad, para beneficio de la ciudadanía. Así como fue uno de los baluartes en la lucha contra la dictadura durante el desgobierno norieguista; así como se entregó en alma y cuerpo, junto a Endara, para lograr el resurgir de la Patria, luego de la invasión, ese mismo espíritu lo invadió, cuando lo convencieron de reevaluar aquello de la renuncia irrevocable .
Puedo dar fe de la conducta rectilínea de José Raúl Mulino, en su paso por el Ministerio de Seguridad, a juzgar por las cartas electrónicas que compartimos; por esa razón, me atrevo a abogar por él; solicitarle a la administración de justicia darle todas las garantías y alejar cualquier viso de revancha, venganza o persecución. No entiendo cómo la fiscal decidió encarcelarlo, cuando el hombre interrumpió un viaje; pidió el levantamiento del fuero electoral y sin apremio se apersonó a las instancias judiciales.
Ese comportamiento estaba lejos de una persona con intenciones de rehuir su compromiso ciudadano. Lo único que percibo, tal vez esté equivocado, era guardarlo, para evitar que siguiera con su verbo encendido y darle un escarmiento por el solo pecado de mantener, siempre, una actitud de prepotencia a la hora de hablar.
Una vez le pregunté el porqué de su forma de proyectarse en sus intervenciones radiales y televisivas, siendo ministro de Seguridad, a lo que me respondió: ‘Hablo así, para que los maleantes, los malandrines, los traficantes de drogas y todo elemento del mal vivir, entiendan que daré la milla extra, para combatirlos y darle más seguridad a la ciudadanía '.
PERIODISTA