Hay suficientes razones para celebrarlas. Son el comienzo de la vida, la protección, la esperanza y el abrazo que cura el miedo. Son ellas la fuerza sabia y amorosa que mueve el mundo. Sin embargo, muchas veces nos olvidamos de todo esto y de lo que lleva dentro una madre, porque en el momento en que se tiene un hijo se adquiere una responsabilidad inquebrantable. La maternidad es un camino lleno de desafíos que van más allá de lo que se pueda explicar. Cada día trae consigo un cúmulo de alegrías y angustias, risas y lágrimas silenciosas. Cada mamá, día a día, se llena de coraje y templanza para ser capaz de trabajar en casa y fuera de ella, tener tiempo para todo sin demostrar cansancio. Por fortuna, los nuevos tiempos, y el reparto de tareas también, van poco a poco consiguiendo que estos superpoderes de las madres estén más compartidos al frente de la familia, aunque muchas veces el sistema intenta frenar la labor. Por ejemplo: ninguna mujer tendría que elegir entre ser mamá o desarrollarse profesionalmente, estas dos actividades no deben ser mutuamente excluyentes. La conciliación laboral es clave, porque a menudo empresas y legisladores olvidan que esa madre está formando y criando a un niño que es el futuro del país. Hoy, domingo, Día de la Madre, es propicio fomentar la maternidad cariñosa, equitativa, inclusiva. Más allá del regalo material o la invitación a almorzar, no dejemos de abrazar, de honrar la memoria de aquella que ya no está y de decirle lo mucho que la queremos. ¡Feliz, Día de la Madre!

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