• 29/04/2019 02:01

Un voto por el futuro

‘No es cierto que tengan que quedarse porque tienen experiencia. [...] Hay que dar esa oportunidad a los jóvenes [...]'

H emos heredado de la tradición política europea una desmedida ponderación por la edad en materia política. Eso nos llevó en el siglo XIX a librar una lucha revolucionaria en la cual los muertos los ponían los jóvenes y la política la hacían los viejos, con los resultados de fragmentación de los Estados, separación de los pueblos, guerras civiles, perdidas de territorios y caudillismos personalistas.

En esa época, y aún dos siglos después, se sigue mirando a las personas mayores como fuente de conocimientos, experiencia acumulada, probidad, tolerancia y reflexión. Razón por la cual se da una preeminencia a su participación en la vida política de los pueblos muchas veces exagerada.

En sociedades primitivas, bien lo explica Simone de Beauvoir en un hermoso y sesudo libro sobre el tema, la vejez tenía esa suerte de extrapolación cruel entre la vida y la muerte. En unas sociedades se les veneraba por su sabiduría y en otras se les sacrificaba por ser un peso innecesario para la sociedad.

La verdad es que ambas prácticas adolecen de terribles fallas y excesivas argumentaciones. No es cierto que la edad brinda el conocimiento necesario para que el sujeto sea digno de veneración y sus dictados le permitan perpetuarse o mantenerse adherido a las capas del poder, como tampoco es un material descartable sometido al ostracismo o la muerte sencillamente por ser improductivo.

La madurez, y luego la vejez, debe darnos esa mirada en perspectiva que permita tomar distancias sin rupturas ni precipitaciones. Debe brindarnos esa sabiduría para desapegarnos de esa pasión por ser protagonistas para ser observadores acuciosos cuya palabra, cuando sea emitida, tenga autoridad de sentencia y no de histriónica cantaleta.

La campaña política actual nos brinda el inusual panorama de un choque generacional inédito en la vida del país. Una generación caduca, cuyos presupuestos políticos ellos mismos se han encargado de desprestigiar, que se aferra en mantenerse en el poder enquistados en aparatos políticos igualmente obsoletos y sin credibilidad, y una generación que emerge con bríos y nuevas ideas ansiosa por darle otro rumbo al país, que ha preferido irse a la libre postulación para evitar la alineación política.

No sabemos cuál será el resultado de esta encrucijada que evidencia un choque generacional, e igualmente un choque entre concepciones de la política, la moral, el Gobierno y la sociedad. Es posible que el aparatoso modelo articulado durante los últimos treinta años aplaste el entusiasmo juvenil. Es posible que esa juventud, la nuestra y la del mundo, tenga que volver a las jornadas de 1968 para reclamar sus espacios, pero lo que sí es cierto que corremos contra el reloj. La suerte está echada.

La vejez es la última oportunidad de encontrarnos con nosotros mismos. De saldar cuentas con el pasado, disfrutar el presente y soñar el breve futuro que nos aguarda. Es el punto en que se puede dar a los jóvenes la voz de aliento, el apoyo amigo y el consejo mesurado sin otro interés que no sea el de ayudarlos a crecer. Ya no es momento de imponer nuestros patrones de vida, intereses y muchas veces apasionamientos estériles. Es el momento de dejar el escenario, hacer mutis y que comience el siguiente acto.

Me repugna esa intención enfermiza por la reelección de candidatos, ese desesperación estéril por la figuración en los medios, ese afán de experiencia y probidad que políticos y adláteres quieren demostrar escondiendo cúmulos de iniquidades bajo la alfombra.

No es cierto que tengan que quedarse porque tienen experiencia. Los jóvenes aprenden más rápido que ellos olviden sus malas prácticas. Hay que dar esa oportunidad a los jóvenes, al país y al futuro. Se lo debemos.

Nuestra Amelia Denis de Icaza lo plasmó en unos versos llenos de amor y sabiduría: ‘No lancéis vuestro dardo envenenado/ contra la juventud que ama y espera/ dejad que gocen del festín humano/ mientras la sombra de los años llega'.

DOCENTE

‘La madurez, [...], debe darnos esa mirada en perspectiva que permita tomar distancias sin rupturas [...]'

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